La serie se explica en la cara de Kendall, en esa expresión con la sonrisa quebrada de "¿Qué...?" a medias entre la he cagado, me siento ridículo, otra vez he metido la pata, me la han jugado y estoy harto ya. Un juguete roto de 40 tacos que sabe que pese a todo el dinero, lo único que tiene es una vida hecha pedazos. Siendo quizás el personaje más "idiota", es sin duda el que genera mayor empatía por lo vulnerable y frágil que es.

A ello contribuye un sátiro completamente deshumanizado como Roman, que no tiene empatía y es incapaz de mostrar verdadero afecto, sea emocional, sexual o íntimo, con nadie, y que reacciona a todo en la vida con una burla despiadada y mordaz para defenderse, como si todo el mundo le diera igual.

Y por supuesto, Siobhan, la más ambiciosa y fría de los tres herederos, que se ha construido una vida de pareja feliz irreal que ni le llena, ni le gusta, ni es capaz de respetar o querer, y cuya ambición desmedida desde la arrogancia la lleva a cambiar de ideología, principios, bando o tono, según convenga.

Todos giran alrededor de un Brian Cox absolutamente despótico, tirano y que borda cada escena, siendo la pesadilla de cualquier hijo. Los añadidos de las majaderías de Conn, la genial pareja humorística que forman Greg y Tom (ahí hay tema), y el resto de secundarios, terminan de redondear una serie que en tres temporadas, por el momento, se coloca en lo más alto del panorama televisivo.

Adictiva, despiadada, triste, y muy, muy, muy, divertida.

Ideal para poner en Zarzuela o en casa de los Trump.