"Amores perros" me gustó: era nueva, tenía cierta fuerza. "21 gramos" me dejó impasible: un dramón bastante simple, bien filmado, temerariamente cortado, y sabiamente montado. En "Babel" no encuentro nada, más allá de la excelente forma de rodar de Iñárritu, formidable. Esta tendencia a enhebrar las historias jugando con el desconocimiento del espectador es sin duda un recurso cinematográfico más (a veces un poco tramposo, como en "Crash"), pero termina por cansar si detrás no hay una verdadera historia. Tarantino catapultó esta técnica en "Pulp Fiction"; después llegaron, entre otras, "Traffic", "Crash" o "Syriana" y por supuesto las pelis de Iñárritu. Pero si bien en "Amores perros" había una historia, y la falta de la misma en "21 gramos" quedaba suplida por el excelente ritmo del montaje y la interpretación de Sean Penn, "Babel" me parece un fuego de artificio en el que el director lanza tímidos mensajes sociales que pierden efectividad ante el artificio que despliega. Desde luego Iñárritu es un tipo inteligente, basta ver el modo en que rueda las secuencias japonesas, pero hay en la película un propósito dramatizador impostado y un tufillo progre e intelectualoide que me deja frío. Una más del montón, que sin duda pescará algún Oscar, que es lo que persiguen casi todos los que están metidos en este negocio.