Tras haber rodado Dogma, Kevin Smith apuntaba en las entrevistas posteriores que en ningún momento pretendía con ella ridiculizar al catolicismo. Evidentemente mentía como un bellaco, teniendo como objetivo en sus dudosas declaraciones el no provocar más de la cuenta al católico de un país (el suyo) que no se anda con chiquitas en cuanto a estos temas se refiere. Allí reniegas del creador en el círculo menos indicado y la llevas clara. Él sabe de las dificultades por las que ya pasó en un país menos radical Charles Darwin por el simple hecho de demostrar con pruebas físicas que Dios es la gran mentira de la humanidad. Pues ahí lo tienes; disfraza la osadía llamándola simple comedia y se cura en salud. Incluso anecdóticamente se dice por los mentideros que el director formó parte de manifestaciones callejeras en contra de su película.

Si el film hace mofa o no de este negocio llamado iglesia es lo de menos si se pretende ser objetivo en una crítica. La cuestión es que la cinta reboza ingenio por los cuatro costados. Valiéndose de entes conocidos (aunque no siempre con nombres propios) Kevin Smith se monta una fábula aguda y divertidísima con la que consiguió colateralmente que la iglesia se jalara y tirara de los pelos. Como es sabido, nunca llueve a gusto de todos.

Destaco su descarado humor, su velocidad endiablada y su alto contenido de entretenimiento. Como lo peor destacaría la pinta que tiene la misma de envejecer mal. No es la primera vez que la veo, y cuanto más lo hago más horterilla la encuentro. Así que le conservo el 9 con algo de esfuerzo y procuraré no ponérmela más.