A veces no basta con buenas intenciones. Se nota que han querido hacer una buena película de terror a la americana en plan James Wan, pero como todos los elementos fallan, se han quedado en el “quiero y no puedo”.
Los actores están todos fatal, sin excepción. Hasta Manuela Vellés, que me fascinó en “Secuestrados”, parece estar leyendo sus frases de un “teleprompter” y sobreactuar cual niño en el teatro del colegio, por lo forzada que parece su pésima interpretación. ¡Y ella es la que lo hace mejor de todo el reparto!
De Alain Hernández, el peor actor calvo del mundo con permiso de Jason Statham, mejor no hablar. Hasta los “flashbacks” en los que aparece Emma Suárez dan vergüenza ajena.
La bruja no da miedo. Los sustos consisten en golpes de ruido, y cuando pasa algo paranormal, no saben filmarlo bien así que no da ni frío ni calor.
El guion es predecible, no muy original y me engancha menos que un culebrón venezolano.
Los diálogos son lamentables, y el ritmo penoso. Todo es aburrido cuando no hay terror, pero también cuando lo hay, lo que es aún peor.
A la media hora ya estaba aburrido y pensando en abandonar, pero al final la he visto entera porque es corta, aunque es de las que te hacen mirar el reloj cada dos por tres. Termina siendo tan tediosa como leerse un texto jurídico.
Lo más patético es ver cómo tratan de emular el cine de James Wan y su escuela, pero con un montaje y realización tan desastrosos que la película prácticamente roza la comedia involuntaria.
En cuanto a la banda sonora, me parece que no van a tocarla en las próximas giras de la “Film symphony orchestra” de Constantino Martínez-Orts.
En tres palabras: Todo está mal.