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Críticas de Soñador compulsivo
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
8
18 de octubre de 2015
30 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dios existe, es un borracho, egoísta, aburrido, malvado… a su imagen y semejanza hizo al hombre, y él, no es mejor que el promedio. Peor, si acaso. Y vive en Bruselas. La película de Van Dormael mantiene un pulso con sus propias pretensiones, rellenando la historia de continuos golpes de gracia, ingenio, encanto... Pide que se la lea como un mosaico de mensajes cínicos o geniales, y la mayor parte del tiempo cuela. Pero también juega con temeridad a exigir la metáfora y la lectura profunda, poco, afortunadamente, y sus aciertos son tantos y tan continuos, que nunca deja de ser encantadora. Llevada con genio, siempre sorprende con una idea más, con otro guiño y mucho buen rollo. La permea una extraña tristeza y una comedia muy inteligente. Encaja como el buen puzzle, cerrando sobre si misma con absoluta lógica surrealista. Y es meritorio en una ocurrencia que podría haberse desinflado con facilidad, y sin embargo, se mantiene a flote a base de fuerza bruta creativa, siempre acertando en su cinismo, con afilada mala uva. Es su inteligencia, la que evita el exceso de pretensiones y la aleja de la obviedad.
Soñador compulsivo
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9
1 de octubre de 2020
25 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Planteemos una pregunta. ¿Es coherente pensar que estamos ante una buena película, cuando, del total de 10 críticas profesionales (en el momento de escribir esta crítica), el 90% son positivas, y la describen como buena, muy buena, o directamente brillante? Cualquiera que haya conocido Filmaffinity el tiempo suficiente, sabe que se ha producido un crecimiento de usuarios brutal, y que, al mismo tiempo que esto ocurría, las medias de las notas de películas se volvían cada vez más extrañas, más arbitrarias y desconectadas. En muchas ocasiones, carece de sentido prestarles atención; la radiografía más razonable, la que aporta verdadera información sobre el producto, es, por gracia o desgracia, la del conjunto de críticas profesionales. Les animo a que hagan un repaso de las películas que consideren más valiosas de los últimos años, descubrirán que este patrón se ha cebado con la mayoría de ellas. Propongo una teoría.

Cada vez oímos más acerca de la tendencia en redes sociales y derivados, al acoso y derribo. Parece que los millones de individuos, manifestados en los promedios (el único rey verdadero que cabe considerar en este caso, la mediocridad), hubieran perdido el control de sus pasiones. Nada más lejos de la realidad; no hemos perdido el control de nuestras pasiones, hemos ganado la posibilidad de imponerlas. Creo que una mayoría creciente de personas ha comprendido que, a través del uso de votaciones, comentarios o equivalentes, es posible moldear la realidad al gusto. La mayoría de los votos en filmaffinity (y en cualquier herramienta similar), en especial cuando se percibe un carácter político en el producto, son manifestaciones de poder. El poder es el voto. El voto no es un acto de justicia crítica (como cabría imaginar en este caso), es un acto de agresión explícita. La gente, o sea, nosotros, hemos aprendido a utilizar estas herramientas para condicionar la realidad. Por ejemplo, los votos causan mayor modificación si pulsamos los números más bajos. Es así como nuestro golpe es certero. Es un acto de cinismo y deshonestidad intelectual puro. No hay relación con la verdad de nada. Y lo sabemos.

"Los chicos de la banda", es un ejercicio de dramaturgia llevada al cine que dialoga tranquilo con clásicos de tamaño incuestionable, como "La gata sobre el tejado de zinc" o "¿Quién teme a Virginia Wolf?" (añada aquí sus favoritos) en los que una reunión de personajes, contenidos en un espacio teatral, burbujea hasta bullir (con ayuda de alcohol y secretos), hasta estallar las costuras del decoro y dejar al descubierto la verdad azotadora. En esto consiste esta obra, en desgarrar la verdad con un ejercicio de dramaturgia puro, con a penas elipsis, uno de los retos modelo más complejos y sofisticados que puede abordarse en un guión. Para construir este mosaico, se selecciona a un compedio de actores encendidos, absorventes, que desde las botas y el traje verde esmeralda de un Zachary Quinto enigmático, que fuma con la elegancia de un personaje de Tarantino y reta con el alma de una diva de los años 40, hasta la inteligencia violenta del personaje alcoholizado que interpreta Jim Parsons, nos dejan pegados a la pantalla. Ya rendidos, es imposible negar la verdad de unas psicologías hechas de dramaturgia pura, esa cosa tan antigua.

Pero en la adaptación de Mantello, hay cine, mucho cine. Un cine que se desliza con la vibración de ese terror que sobrecoje y altera el rostro del personaje que interpreta Robin de Jesus, Emory, cuando la realidad pasa en forma de un matrimonio heterosexual juicioso, ante el umbral del apartamento donde se respeta una tregua, cuando los pasos lentos de Quinto, avanzan con la elegancia de un disco de jazz, hacia la batalla de almas y psicologías que el alcohol hará estallar entre cuatro paredes. Una obra que brilla, por todas partes, y que será en esta forma renovada, con un poco de suerte, parte del imaginario. Por mucha violencia que ejerza el Sapiens con su hábil movimiento de índice (o pulgar, que la mayoría utiliza ya su arma de destrucción portátil).
Soñador compulsivo
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Proyecto Nim
Documental
Reino Unido2011
6,8
2.320
Documental
8
11 de enero de 2012
22 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta fascinante la distancia y la objetividad del documental, que prefiere prescindir del maniqueísmo, con un posicionamiento neutral, donde no hay científicos egocéntricos, ni cuidadores ineptos, simplemente personas lidiando con una colisión entre especies, en tierra de nadie. Todas las perspectivas son razonables, todos los errores comprensibles.

Supongo que una de las lecturas más inmediatas es que el contexto, aunque determinante, nunca podrá suponer un salto cualitativo para el sujeto. Con o sin lenguaje de señas, fuera cual fuere su entorno social, Nim nunca dejó de ser un chimpancé. Su poderosa naturaleza no descansó ni un sólo momento.

Reaprendamos la lección: la naturaleza no es sobornable.
Soñador compulsivo
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8
5 de agosto de 2011
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
El aroma a trabajo bien hecho está en cada dialogo, en el trazo de cada personaje, en la puesta en escena sucia, ociosa… Pero es un aroma fuerte, agresivo, como el aliento de un borracho. Shameless no está sobreactuada, es sincera, es honesta, y la envuelve un traje de ironía, de humor contenido, que solo puede emanar de unas mentes brillantes. Dan voz y sentido al remake unos actores magnéticos, entre ellos brilla William H. Macy, que transpira su personaje por cada poro, con su barba de dos semanas, su rostro curtido y la voz quebrada por el alcohol. Es brillante, divertido, mamón, irreverente...

Shameless ficciona dosis de realidad en pura y desatada supervivencia, sin malos ni pervertidos, solo gente que lucha por sobrevivir, que curte su espalda con corazas de bofetadas vitales, y aun así aman, bromean, temen. No son “pobre gente”, viven, no están sumidos en la miseria, ni clamando al cielo. Y entonces irrumpe la ligereza, que eleva el conjunto de bueno a magnífico y se ríe de todo mientras cruza miradas con los desdichados (siempre a la altura de los ojos). Sin dificultad, consigue hacer rutinaria y liviana la pesadilla de los censores. Golpea la epifanía: ahora sí que es real.
Soñador compulsivo
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6
12 de abril de 2013
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya sabemos lo que, a priori, ofrece una película firmada por un gran estudio. Inercia hacia las convenciones, caminos ya transitados, buenos efectos especiales y algún personaje acartonado que dota de "profundidad" al conjunto. Oblivion consigue distanciarse en cierta medida del ridículo seleccionando a placer los elementos argumentales de otras películas, para desarrollar una especie de puzzle aceptable. Durante sus amenas dos horas, los guionistas han conseguido que todo se equilibre de tal manera que, además de no cometer los errores y excesos rutinarios, la película se anestesia a sí misma, eliminando cualquier oportunidad de aspirar algo más. Se siente medida, equilibrada, insustancial... Una película que está matemáticamente realizada, sin más ni menos. Los personajes tienen relativa profundidad, el ensamblaje de acontecimientos y sorpresas es satisfactorio, los efectos especiales son perfectos, la realización es pulcra y anónima...

Por todo eso, lo que queda es una película algo anestesiada. Tiene ideas, y posiblemente guste su ejercicio de reciclaje a quienes desconozcan las fuentes, pero también recuerda al tipo de producto que ha limado cualquier resquicio de organicidad, que intenta contentar a todos, que hace lo imposible por disminuir el riesgo, para dar como resultado una forma impersonal que pasa pronto y no explora sus posibilidades. A ciertos niveles funciona, es interesante, y consigue implicarte, pero también cansa este medido hijo de la reducción de riesgos. Todos nos sentimos tentados a enumerar errores cuando una película no nos gusta, o a ensalzar determinada forma de perfección en aquellas películas que nos maravillan. Películas como "Oblivion" recuerdan que la eliminación de errores o su probabilidad, obsesión de un mundo dominado por la estandarización, está mucho más cerca de la banalidad, que de la "perfección".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Soñador compulsivo
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