Psycho-Pass es uno de esos animes que da dos golpes en el estómago al espectador. Sin embargo, esos golpes nos sientan de maravilla, ya que después de ver toda la serie de Psycho-Pass lo raro será dejarla como una serie olvidable.

La historia durante los primeros doce capítulos toma el deje de una historia procedimental. Arranca con un primer capítulo soberbio, donde una policía novata como Akane Tsunemori deberá adaptarse a un mundo en el cual no se siente cómoda. También cobrará especial importancia Shinya Kogami, su acompañante, quien se dicta más por su instinto que por su racionalidad. Ese conflicto, así como los casos procedimentales, ocuparán 8 o incluso 9 capítulos de la trama. Es ahí cuando llega el primer puñetazo: descubrimos algo más grande y empezamos a conocer al resto de personajes, pero nos metemos en profundidad en el personaje de Kogami. Eso sucederá hasta el capítulo 11, momento en el cual la historia por completo. Ha llegado la hora del segundo giro, el que convierte a la serie en algo especial.

El segundo puñetazo es el que vale la pena, y es el que nos lleva de una primera parte buena a una soberbia e increíblemente ambiciosa. Aquí conocemos la historia de todos los personajes del cuerpo, nos presenta los elementos que faltan por completar el puzzle y, una vez hecho esto, empieza un thriller de gran factura en el cual cada giro será mejor que el anterior hasta bien entrado el final, el cual se cierra con un final enorme.

El dibujo es otro puntazo de la serie. El diseño de personajes es excelente y cada plano está cuidado al mínimo detalle. A eso se le suma una enorme banda sonora y unos personajes principales muy bien logrados.

En definitiva, lo único que puedo hacer por esta serie es aplaudir a noitaminA por tan buen trabajo. Una pena que lo mejor arranque tarde, pero quizás esa es la magia de la serie y a eso debemos resignarnos.

Koutetsujou no Kabaneri venía a entender que estábamos ante un anime de primera línea. WIT Studio había puesto toda la carne en el asador, la animación lucía bien y el diseño de personajes y el equipo eran prometedores. Bien era cierto que la mezcla entre el universo steampunk y el survival remitían sí o sí a Shingeki no Kyojin, pero el añadido de la cultura y vestimenta japoneses parecía añadir un punto de distinción.

El anime arranca de fábula. Sus personajes están mejor definidos que en Attack on Titan y la animación y la atmosfera encajaban a la perfección. Además, para rematar, estaba la sinergia entre los personajes y una coherencia enorme en los diálogos. Eso, por desgracia, tan solo funciona durante los primeros episodios.

La decadencia a nivel de guion de la serie es antológica. Con el paso de los capítulos, las reglas que propone Koutetsujou no Kabaneri se destruyen para otorgar mayor épica y acción porque sí, los personajes secundarios (todos adultos) no paran de cometer errores estúpidos uno tras otro, y el antagonista, que es quien debería sostener el peso de la trama, es un personaje maniqueo construido a base de clichés manidos; es, en resumen, algo no muy distinto al Gai de la segunda mitad de Guilty Crown: un sinsentido.

En conclusión, es una pena que una serie con tan buenos cimientos, con un equilibrio tremendo a todos los niveles y con una animación/dirección moderna y precisa decaiga tan lamentablemente con el paso de los capítulos en pos de una resolución apresurada y poco verosímil de acuerdo con las reglas que propone el anime. Una auténtica pena.

Muchas series de anime intentan ser espectaculares sin conseguir el éxito. Bleach, Naruto u otras que se han pasado en los últimos años, buscan el éxito con espectaculares escenas de acción, y acaban rindiéndose a ellas en pos de la elaboración de una historia correcta y de unos personajes fluidos. "Deadman Wonderland", no obstante, es todo el contrario: sin la historia y sin la atmosfera opresiva, y tomando sólo la acción, esta serie no sería nada.

Increíble resulta la prisión y la crueldad oculta que se disfraza en las sombras. Gran idea, además, la de convertirlo en un parque de atracciones, puesto que ahí se muestra una crítica aún más aguda a los fondos de la misma prisión, metáfora de la depravación humana. Los malos están muy trabajados, sobretodo Tamaki, el gran jefazo, el malo malísimo.

Luego, por lo que respecta al tratamiento, esta serie es buena, aunque no llega a la excelencia. Se desvirtúa un poco del manga en su trato cruel y desesperanzador, a pesar de que en el fondo siempre hay un hueco para la supervivencia de Ganta en una prisión de locos. El argumento es igual de insano, oscuro y tétrico. Llevamos tres capítulos, hay doce, y la acción avanza lenta y bastante fiel al manga, aunque hay cambios.

Como defectos, quizá que a veces se le da una atmosfera más infantil de la que se debería (el manga tiene un fondo muy seinen o adulto), y que sólo tiene doce capítulos cuando debería tener veinticuatro (qué manía con los 12 por año).

Aunque hay series mejores que Higurashi no Naku Koro ni, sin duda es una cinta (su primera temporada) en que el terror psicológico es impresionantemente bien tratado. Y es por eso que me voy a entretener a opinar sobre esta cinta:

La serie se divide en 4 historias. Es una pena empeñarse a saber por qué, porque para ello tendrás que ver la segunda temporada. En la primera estas 4 historias explican leyendas terroríficas que se acaban cumpliendo sobre la maldición del festival. ¿Por qué? No se sabe hasta el final, así que si te sientes atraído, ale, a ver la serie.

Me encantó la primera y la tercera historia, un auténtico desquicio para el espectador, puesto que son historias brutales que podrían haber filmado los maestros del cine oriental. Las otras dos, aunque más flojas, son necesarias, ya que se hilarán con la segunda temporada. Su argumento es el que da mil y una vueltas, sin poder situarte con lógica sobre lo que ocurre, y mostrándote solo parte. Además, con poca música y lo que consiguen pocos, asustarte sobre las personas que comparten vida contigo.

La segunda temporada es buenísima, pero creo que la primera, una vez ves la segunda, te deja con mejor sabor de boca. Sin embargo, esta sí peca de no ser lo redonda que podría haber acabado, y no me refiero al final, que me parece extraño pero más que digno, si no al puente que conduce al final, demasiado precipitado y típico.

Una buena película siempre ha de tener tres cosas: un inicio que te enganche, una trama que sea entendible y que te permita continuar viéndola y un final que ponga broche (o "la cirereta", como decimos en Cataluña) a todo el trabajo hecho.

Primera premisa, un buen inicio. Ya lo dijo Cecil B. DeMile: "Las películas buenas deben empezar con un terremoto y continuar con más acción". Hasta ahí, todo bien. Gran premisa, con un uso adecuado de las teorías sobre la mente (siguiendo la estela de "Origen") y con un Jake Gyllenhaal que desde "Zodiac" me ha gustado (no en las simplonas, si no en este tipo de films). El thriller es rápido, trepidante, y chocan esos 8 minutos rapidísimos y ágiles con la vida real.

Duncan Jones consigue una trama bien hecha, con dosis bien descargadas de trama (poco a poco, como dicta el cine), mientras todo avanza con sentido. Sin embargo, considero que el final, que es el tercer gran ingrediente para que una película se convierta en un "should watch a pair of times", destroza por completo. Me figuro que si la película hubiera sido programada por europeos estaríamos hablando de un acto notable, pero toda la película, que tenía una propuesta soberbia, la destrozaron cuatro gilipollas de Hollywood que entienden que el cine se concibe otra manera.