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Críticas de Pedroanclamar
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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
7
15 de enero de 2020
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se agradece el riesgo, siempre. Que la directora francesa haya apostado por un largometraje con muy poco guion es un placer (riesgoso) que se puede dar un reducido grupúsculo de cineastas, principalmente de tendencia cinearte. Por lo general, en este tipo de película, se pretende que la forma hable por el fondo, puesto que las palabras, con referencias abiertas a la posmodernidad, no son la única forma de representación. Ese modo de exposición artística, que es absolutamente respetable y viable, le quita un grado de consistencia, tanto al arte como al argumento. El guion es un aliado de la forma, no un enemigo. Una palabra acompañada de una buena fotografía son un buen maridaje rico en evocaciones e interpretaciones.

Allí, a mi parecer, está la zona por la que flaquea la película. Porque lo demás, al menos en la dirección artística está bastante bien y propone muy claramente los marcadores para acercarse a los análisis e interpretaciones por parte de los espectadores.

Las dualidades, tan propias del estructuralismo, se manifiestan acá con la separación entre lo femenino-masculino y hombre-mujer. El protagonista, interpretado por Denis Lavant, que por cierto debemos agradecer su actuación, sobre todo por la magnífica escena final, pasa por una liberación no deliberada. Todo el mundo disciplinado de lo masculino (si nos remitimos a los esencialismos estructuralistas, para nada atingentes a estos tiempos, al menos en lo que se refiere a cuestión de géneros) se halla representado por militares hombres con cuerpos disciplinados, hecho que Foucault criticaría por servir las energías a un autodisciplinamiento y por un desgaste de energía, que a través de distintos ejercicios, de estiramientos, de fuerza, de resistencia, de agilidad, de rapidez, etc., revelan el absurdo detrás de aquello, les es como un modo de pasar el tiempo. Es más, cada vez que los yibutianos se cruzan con estos soldados franceses no hacen más que expresar una pequeña indiferencia mezclada con un atisbo de interés ante lo absolutamente estéril de sus trabajos.

La directora expone de forma notable ese absurdo masculino: el tiempo perdido en la disciplina, en el choque violento entre los cuerpos cuando ni siquiera hay un enemigo palmario al cual derrotar o enfrentar. Por contraparte se presenta el muy escaso mundo femenino, representado en la disco del pueblo. Allí los cuerpos se muestran distendidos, alegres, relajados, disfrutando. Si bien el protagonista se muestra celoso de uno de sus subalternos, sus muestras más cercanas al cariño se las expresa a su novia nativa, a la que le hace regalos. Es decir, el mundo de la mujer le da sentido a este mundo obsesivo de lo masculino. La escena final es totalmente representativa de lo dicho: Lavant relajándose, ya fuera del servicio, tributando su cuerpo al baile y a los movimientos ya no rígidos, defensivos, al acecho, sino al arte, al movimiento del cuerpo por emociones no masculinas.

En resumen, me parece una buena película, con una gran dirección artística y una impecable actuación de Lavant, no dejo de alucinar con su baile final. De hecho, toda la aridez de la película, metafóricamente como por sus paisajes, se hidrata con el baile final de Lavant. Sin embargo se queda vacía de guion, lo que es una pena. Aún así es un buen trabajo.
Pedroanclamar
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8
18 de agosto de 2019
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Larisa Shepitko logra una película contundente, de una intensidad enorme, a la vez que va poniedo imaginarios histórico-filosóficos sobre la trama que avanza cruda como la nieve y que se representa como la madeja que se va enrollando hasta el final, con el descenso inevitable del co-protagonista, cayendo a medida que se repliega. La primera mitad tiene la plena intención, al develar poco guion, de mostrar la agudeza de la nieve, el desierto ruso, un espacio que no colmado de elementos, en sí carga con su propio significado, su propio peso simbólico: el medio habitual del oriente ruso que se torna hostil al colmarse de violencia; el espacio habitual se ha violentado. La cámara hace hincapié allí para representar esa hostilización del medio en la nieve en la primera mitad de la película. En la segunda mitad pasa a representarse la beligerancia árida y tórrida de las dinámicas relacionales de los seres humanos puestos en contexto de guerra: torturas, coacciones, asesinatos. El co-protagonismo evoca un correlato cristiano, donde el protagonista principal se equipara a la figura crística: sacrificial, austero, mártir, dotado de consciencia y creyente en otra vida. La segunda mitad de la película separa la identidad intersubjetiva creada y vivida por los dos protagonistas: la violencia del medio, que no es suficiente para ocasionar la ruptura entre los co-protagonistas (de la primera mitad) es colonizada por la violencia humana que termina por establecer la división entre ambos (y, en consecuencia, la división de consciencias: la espiritual-romántica y la práctica-superviviente). La muerte de uno representa un ascenso, en tanto su heroísmo lo lleva a la muerte (consciencia histórica), y la sobrevivencia del otro representa un descenso al despojarse de esta consciencia (es notable la discusión en la celda entre ambos cuando el moribundo le critica que siga viviendo pero sin consciencia). Más notable aún es la escena final, que muestra el despojo total del ahora antagonista, que toma consciencia, conocimiento, de su falta de consciencia: horror ante la boca negra de la celda, horror ante la puerta abierta que revela ahora un ambiente realmente hostil, no ya solo inoculado por la violencia simbólica del ser humano; un ambiente que él ha traicionado: la hostilidad de la nieve pasa a ser en su falta de consciencia una hostilidad real y total. En resumen, excelente película; sus alcances simbólicos como sus clímax sonoros y musicales, así como las tomas en primera persona del co-protagonismo, develan una muy buena obra.
Pedroanclamar
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3
1 de agosto de 2019
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se podría creer que, por el título, la película podría confluir a una especie de sátira o ironía acerca de la fastuosidad con la que vive la alta sociedad, pero no. Si por regla general la comedia, desde la Grecia clásica, tiene el rol de descubrir los vicios de la sociedad y reírse de ellos, acá pareciera una oda al vivir burgués: dedicación de canciones, celebración con fiestas (donde Bing Crosby y Frank Sinatra mencionan solamente Fraternidad y Libertad de la tríada de la revolución francesa, omitiendo la Igualdad), etc. No hay un espacio crítico que permita ver los vicios de la alta sociedad como algo burdo, obsceno, desmesurado. Es más, los propios vicios del personaje que interpreta Grace Kelly, hablan sobre la propia libertad de ella en tanto mujer: besarse con distintos hombres en una sola fiesta. Por otro lado, si bien ella decide no casarse con un sujeto de bien, como lo es el personaje que interpreta John Lund, lo hace para casarse con otro que "viene desde abajo", el que interpreta Bing, es decir, el que representa, en la cadena del capitalismo, el que por sus esfuerzos y resciliencia logra llegar más arriba (la niña pareciera ser la única sobria al decirle que si un minero parte desde el subsuelo sólo llegará, al ascender, al suelo). Insisto, la película no deja ver espacios críticos hacia los vicios de la gente, en este caso, la alta sociedad y por lo tanto la comedia no funciona. No hay una reflexión de los propios personajes en torno a su actuar, a sus modos de vivir. La comedio debió haberse burlado de la alta sociedad, criticándola, no celebrándola. No cumple el objetivo del género.
Pedroanclamar
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4
31 de julio de 2019
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué lamentable que en una actuación, ya sea teatral o cinematográfica, sea más intensa y verosímil la de la ventana en el embarcadero que la del resto de actores. El film tiene serios problemas de interpretación dramática. Los personajes carecen de intensidad e inclusive de función: el hijo pareciera estar de agregado, no desempeñando ningún rol importante en la película; la hija, que el film la muestra al comienzo como la eventual protagonista, pierde peso y aparición a lo largo de la obra; la protagonista se muestra relativamente decente en su actuación, y hasta cierto punto. Donnelly, es interpretado de una forma muy mediocre y vaga. Si la película desea mostrar que este personaje se enamora de la mujer a la que está chantajeando, debe hacerlo con intensidad o al menos con intención: su enamoramiento no queda claro hasta la llamada telefónica que le hace ya bien entrada la relación de él con la protagonista. Los personajes, repito, carecen de intensidad y desarrollo. Inclusive, hay hasta una sustitución de roles, donde la sirvienta, acompañando ¡incluso manejando el auto de su empleadora! a la protagonista en su automóvil, es más cercana a lo familiar que el niño, que está casi siempre arreglando el auto o el bote motorizado. Los sucesos pasan rápidos y mezquinos. Película que deja un gusto a poco y pobre.
Pedroanclamar
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3
9 de mayo de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dónde está la consistencia, me pregunto. Si Akin quiso proponer un dinamismo formalista, donde la dirección, las escenas y la línea argumental estén tan disparatadas como los perfiles psicológicos de los protagonistas y éstos queden moldeados según la forma de dirección, no lo logró. Pues le faltó cohesión y unidad.
Los personajes, en tanto desvariados, pierden verosimilitud y devienen inconsistentes y débiles como ellos mismos. Cuando, verbigracia, acaban de contraer matrimonio y Sibel pasa la noche junto a un cantinero, al día siguiente se ve radiante y la cámara la muestra lentamente con colores claros e iridiscentes, como si hubiese logrado la ataraxia. Y ya momentos más adelante comienza su escena de lamentaciones y tribulaciones. Su deseo de "hacer de todo" la empujan más aún al abismo. A veces está bella y feliz y en otras demacrada y suicida. La fluctuación dramática, de esa forma, iterativa, exaspera en dos o tres repeticiones.
Un elemento que podría haberse aprovechado como recurso sustancioso para proponer "algo" siquiera de conflicto ideológico, es Cahit. Era un anarquista, y lo siguió siendo mientras vivió con Sibel (pues ahí está la falta de conflicto, el ser los dos atormentados. No hay un antagonismo). No cambió hasta que salió de la cárcel, gracias al amor (poco romántico y revolucionario, por cierto), puramente institucional y llegado a ser a fuerza de la costumbre. El final, tan poco novedoso, como el de ser despechado/a en la estación de buses/trenes/aeropuerto, no concluye el conflicto, si es que lo hubo.
La intermisión de la orquesta turca en medio de escenas, muchas veces turbias, le quitó fuerza a la tensión dramática, además de ser absolutamente prescindible.
Se rescata la interpretación.
Pedroanclamar
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