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España España · Madrid
Críticas de Tomine
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Críticas 126
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
3
16 de enero de 2013
61 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...)

Mientras los historiadores tienden al consenso en lo que respecta a las fechas bisagra de las primeras épocas, el paso de la Edad Contemporánea a la Edad Confusa sigue siendo objeto de discusiones. En el campo del Sine (antes llamado Cine), varios fueron los motivos que impulsaron este giro de 180º en la calidad el arte, que pasó de ser generalmente notable a hundirse en el subsuelo del subfango. La Edad Confusa, a pesar de lo prolífico de su producción, se caracteriza por una uniformidad tendente a la monomanía. Así pues, las carteleras de los sines ven cómo semana tras semana obras con las mismas carencias/defectos comparten espacio, siendo sustituidas por otras con similares fallos/penurias. Ante lo desolador del panorama, los críticos profesionales se ven obligados a esconder la cualidad sustancial de su época, multiplicando por 2, 3 y hasta 4 las notas de las películas a fin de fingir ante el público vivir en un mundo mejor. Un ejemplo de esto es la película "Los miserables", adaptación de una novela perteneciente a la Edad Contemporánea, que en su salto a los nuevos tiempos, pierde cualquier atisbo de profundidad, solidez y emoción para convertirse en un digno miembro de la la nueva era. Su director, premiado con uno de los Ostras de la Academia (antes denominados Oscars), se ve ante una cruzada: cómo alguien que no es un gran director puede resolver la responsabilidad de sacar adelante una obra de primera fila. La respuesta a esta disyuntiva es la habitual: simplificar el problema del cine desatendiendo los aspectos en los que no se da la talla y enfatizando otros hasta el paroxismo para conseguir la impresión de "grandeza" demandada. El resultado es así no un tour-de-force, sino un batiburrillo de primeros planos que no dialogan bien entre sí, henchidos por rostros sobreactuados (no es bueno el actor que llora sino el que hace llorar, y a pesar de que algunos de los presentes tienen calidad, están pésimamente dirigidos), llevado a cabo del principio al final sin la mínima sensibilidad, con un nulo sentido de la dosificación y donde las canciones pierden su razón de ser por haber sido hurtadas de su posición en la estructura estética, los cimientos, de la obra. Y para concluir el desdoblamiento de este arrogante historiador, me permitiré decir que este no es el nivel para una película de la primera división del cine mundial. Sea de la edad que sea.



*Los dos lo dijeron en sendas entrevistas.
Tomine
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9
16 de enero de 2013
86 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
El artista tiene una cualidad que no tienen las personas normales, y es una hipersensibilidad emocional (no es una redundancia). Esta cualidad es lo que les permite trasladar los sentimientos de la vida a un objeto concreto, sea un cuadro, el celuloide, un videojuego, una construcción o el sonido de una flauta. Por eso el verdadero artista es tan escaso y tan admirable, por la dificultad de ese hecho: la transformación de algo intangible (la "realidad" humana proyectada por el cerebro) en algo concreto.

Todos sabemos lo que es una película. Es un fragmento rodado en que aparecen actores, hay un encuadre, un montaje, y se dicen unas cosas. Así que cualquiera puede hacer una película (mala). Lo difícil es hacer una obra de arte, dicho de la manera menos elitista posible. La obra de arte es el resultado de la eliminación infinita de posibilidades para que sólo quede una, que es la válida. Ese resultado final será el que más óptimamente exprese al receptor el objeto que el artista proyecta. Esto es, no se hace cine para extraer una emoción, sino que se concibe una emoción y se ejecuta cine para hacerla vivir en la mente del espectador.

Hay directores de talento que hablan orgullosos de lo "concisos", prácticos y rápidos que son sus actores y su narración, de cómo van al grano. Otros subrayan ufanos sus eternos planos secuencia y lo "reflexivo" de su cine contemplativo. Todo esto es equivocar los términos. Como lo es creer que el "buen" director es el que opta por el término medio. No. El buen director es que con más pureza exprese la idea. El que se acerque más a esa perfección. Por eso el buen director no es ni "conciso" ni "reflexivo", simplemente "es".

Stanley Kubrick era un artista, y por eso no "narra" una "historia" "bélica" con unos "personajes". Stanley Kubrick MATERIALIZA una IDEA creada por el HOMBRE sobre el MIEDO, el PODER y la INTEGRIDAD, no hay moraleja ni discurso porque lo que ves es cristalino y puro como la idea misma. Cuando el actor mira hacia arriba y cambia el plano y vemos la bengala y se oyen ametralladoras de fondo, el hecho de que mire en ese momento, el sonido sea ese y la luz sea esa exactamente, proyecta en nuestra mente la idea de miedo profundo a morir, es como si ya no hubiera ni actor ni personaje, como si nosotros fuéramos los que vamos a morir y lo estuviéramos experimentando. De hecho el personaje sólo es un medio para hacer palpable esta realidad, nosotros no estamos observando la vida de otro, estamos experimentando la "nuestra" a través del objeto artístico.

La formación de Kubrick como fotógrafo se expresa en algo más que una pose o unos vicios, o un énfasis mayor en un aspecto del cine. Se expresa en la búsqueda de la "verdad" de la imagen, pero no verdad como "realismo", sino como materialización VERDADERA, sin interferencias que la hagan falsa, sin poses, sin escuelas, sin estética, sin maniera, pero concreta como las aristas de un cristal, que se acaban en sí mismas y no se prolongan más allá de su necesaria y palpable geometría.
Tomine
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7
23 de mayo de 2012
39 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imaginemos un colador de aluminio a través del cual se hace pasar una sustancia moldeable, silicona, por ejemplo, con una pistola de presión. En un símil cinematográfico, el colador es el estilo, la silicona es la historia -o el pretexto-, y la pistola es la fuerza creadora.

El director tiene el deber de elaborar el colador, SU colador, no el de otro ni uno estándar, en un proceso que normalmente lleva varios años. Debe escoger el material filtrado (barro, arcilla, silicona, cal, etc, con sus infinitas variantes) y, en el proceso de ejecución, controlar la fuerza de colado.

Una obra maestra, o más claramente, una película "perfecta" se caracteriza por el empleo del colador más apropiado al material en cuestión, de forma que el resultado aparezca a los ojos del público como a) inevitable, lógico b) natural, suelto y c) vivo, nuevo.

El camino al éxito es un proceso doble, de a) intensidad, la necesaria para que el objeto transmita una emoción y b) precisión, la necesaria para dar en el blanco, "to hit the bull's eye".


Durante un tiempo me he preguntado por qué directores inteligentes de innegable talento como John Ford o Howard Hawks no conseguían alcanzar, a mi juicio, el 10 a lo largo de una amplia carrera. (Esta crítica se autodestruirá en el caso de que encuentre esas películas, pero lo dudo).

La conclusión, cierta o no, a la que he llegado, es que, a pesar de que en sus entrevistas transmiten lo contrario, los dos son directores "miedosos". En mi opinión, y ya centrándome en el autor de "Río Rojo", parte de una concepción visual franca, honesta y vigorosa, de la imagen y el montaje, que en el resultado final se ve "castrada" por una capa añadida de intelectualidad humilde y contención prudente. Esta capa (a la que llamaremos "interferencia") es añadida antes o después del filtro (colador), con lo que el resultado final (forma moldeada) sufre su incidencia. Se produce entonces una disonancia, una alteración de la naturalidad del proceso, donde la interferencia, que NO es parte del estilo, se erige como la cualidad más visible del film, impidiéndole llegar al 10.



PS: Esto es una crítica seria (y este PS una interferencia).
Tomine
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8
23 de mayo de 2012
54 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí una película porno sin genitales. Ah, fue un soplo de aire fresco, una brisa, después de otra sesión con el mingafría incorregible de Howard Hawks. El cine lo puedes hacer bien, mal o regular, pero hay que hacerlo. Amigo, hay que hacerlo.

Nunca he visto la sexualidad hecha arte como la vi aquí. ¿Actuaciones malas? Es la contundencia de la vulgaridad, la fuerza de las bajas pasiones. La película gira en torno a la pasión desenfrenada de dos seres que renuncian a su cerebro. Debe ser, pues, una vorágine incontenible de rojo, sudor y coca cola. Y "ojo, no es tan fácil", dice Vicente Aranda. No lo es.

Eso sí, muy mal el productor por meterse en el trabajo de... bah, por esta vez lo dejamos. O. Selznick se echó novia y quiso celebrarlo. Y yo brindo por él.


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PS: Howard Hawks es un gran director. En otra ocasión hablaré largo y tendido de por qué él y John Ford viven, en lo que a mí respecta, en el "casi" permanente.
Tomine
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10
3 de abril de 2012
110 de 122 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sales a la calle y allí están: edificios de ladrillo, vidrio y acero, que alguien construyó, en los que probablemente ni has pensado las mil y una veces que has pasado por delante de ellos, ni te has preguntado si eran buenos o malos, si se podrían mejorar; si, por lo contrario, son tan geniales que tú, ni aun estudiando durante cien años, serías capaz de emularlos. Lo máximo que has dicho de ellos es “quedamos a las tres, en ese bar tan bonito”, o “tan feo”, o “en la biblioteca tan grande”, “tan pequeña”, o “tan cómoda”, o “en la biblioteca de la esquina”, sin más.

Entras en el cine y allí están: actores hablando, moviéndose, siguiendo una pauta que llamamos guión, iluminados por un foco o dos o por el sol, pero en el fondo nunca has pensado en ello, ni en si cortando el plano tres décimas antes la escena sería mejor, si esa luz es la adecuada o no lo es; si ese actor, con esa luz y esa disposición de todos los elementos ante la cámara consigue algo. Lo máximo que llegas a decir es “qué peli tan chula, es mejor que la novela”, o “me ha llegado, Citranito está muy bien”, o “qué bodrio, es infame, no vayáis a verla”.

Todo cambia cuando dejas de ser espectador y te conviertes en artífice, y de golpe te das de lleno con las líneas, la composición, la tectónica, la orientación, el equilibrio asimétrico, el confort, los presupuestos y sobre todo, la terrible concreción del dibujo, que no miente, que revela de un plumazo todos sus errores o lagunas ante una mente entrenada, y que no te permite fallar. La cosa en sí misma es así, y no de otra forma.

En efecto, todo cambia cuando coges la cámara y diriges al actor y colocas el foco y luego ves lo que has rodado y sientes que no está. Que le falta algo a esa mirada, a esa frase, que todo es falso, impostado, o inexpresivo, o que el tono es inadecuado. Que la sensación producida en la primera transición debería ser otra, y vuelves a la cámara y al foco y al actor y lo repites hasta que esté exactamente como debe estar, y no de otra forma.

El miedo se produce cuando concretar algo es enormemente difícil.

Mis máximos respetos para el maestro Kobayashi, que decidió que esa era la luz y esa la duración, que ese era el encuadre de los primeros planos, y el ritmo de los combates, que esa era la intensidad de las miradas, y ese el desenlace, que tuvo la autoexigencia y el talento necesarios para llegar a ese resultado final, y no a otro, que decidió que esta película tenía que ser así, y no de otra forma.
Tomine
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