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Críticas de FEnrique
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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
10
11 de junio de 2023
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estarás conmigo sin que nos preocupe el tiempo,
los adioses serán una pertenencia de los otros,
prepararé mi bosque, mi paz y mis senderos
para que tú los pises
como en aquel día lejano que yo pisé tu huella
para que me mostraras
tu felicidad.
(A Jaume Gimbert - In memoriam)


Aquí mi boca tibia,
mis versos más amargos
se funden con la gente que escapa de su casa
como la niña inquieta de un sueño inacabado,
la mujer que resiste tenaz en tus cuarteles
y el poeta lejano
que no encuentra su sitio
en un vuelo disperso que ahogaste en tus lazos,
que inmolaste con rabia
entre las flores mustias que cuidaran tus manos.

Esta ciudad perdió de la verdad el rumbo,
ni mirando de frente se cumple lo pactado
en sus torpes entrañas,
en sus bloques cansados,
el cine está vacío, apenas tres asientos,
nadie interrumpe
los sorbos de un ardor febril y enajenado,
y no importa el cartel, ni los actores,
ni las manchas de sombra que persisten
en la oscura butaca, en el fondo apagado
que vuelve a tu camisa destrozada
en el tenue recuerdo que disipa mi imagen
y el amor que enterraste con el último tango.

No importa la Celosa cuando no te requiere
y la dejas vagando
por la sierra perversa,
buscando a un amante atormentado
cuyo dolor se expande y aprisiona sus miembros
a la litera fría que pregona las nubes
y el espíritu amargo
de un romance extinguido
en la arista más bruna de un fuego masacrado.

Amabas la ciudad de las luces heridas
y la Casa de Campo,
el ruido que enloquece la razón de los cuerdos
que tú representabas en tu perfil humano,
los árboles que ocultan
las horas del placer y las caricias,
la danza de los cuerpos en la senda vibrando,
el humo proceloso que hiere tu palabra
y no desaparece de los ojos nublados.

Declaraste la guerra con hechos consumidos,
tu Pearl Harbor resiste con firmeza
en mi memoria aciaga, en mi rostro angustiado
me asalta y me castiga con su furia implacable;
aún me sobrecoge el fragor de las hélices,
las alas que marchitan la faz de lo dañado,
la sangre en las miradas,
tu voluntad constante de querer lo perdido
por encima del mar y los quebrantos,
de despreciar la túnica morada de un profeta
confuso que se enfrenta al trastorno vesánico
del mundo y sus escombros,
y guarda en la memoria un sueño amortajado.

No tengo ni un recuerdo malo de Jaume, ni poniéndome severo. Quizás me molestaba su persistencia en acompañarme en los últimos días del calvario porque yo vivía un melodrama particular que me había robado la sonrisa. No sé qué hizo en los veinte años que lo llevaron a la muerte, no puedo pronunciarme sobre su conducta ni imaginar una posible deriva vitalista. El familiar suyo que se puso en contacto conmigo me agradeció con emoción mi sentido de la persistencia de la amistad en el recuerdo pero no me dijo nada de su actitud ante la vida y la muerte. No me atreví a preguntarle cómo fue esta última, supongo que me lo habría dicho en esos correos que compartió conmigo.

Quise reflejar, reconozco que en un momento de pesimismo, el terrible paralelismo que puede haber entre el amor y la guerra.

https://foro.editorialalaire.es/viewtopic.php?p=572296&hilit=Sabina#p572296

Reconozco, Armilo, que el poema es raro; el solo de trompeta de Montgomery Clift es el más melancólico y amargo de la historia de cine, planea en él la figura menuda de La voz. El actor, antes del accidente que lo limitó dramáticamente hasta para expresarse con los ojos (Tartamudeaba, y no de emoción o nerviosismo incontrolable, como James Stewart), aprendía todo aquello que le exigía el guion.

Durante mucho tiempo los periodistas decían que el lento y tortuoso suicidio de Monty se debía a un sentimiento de culpa lacerante por ser homosexual. Las últimas indagaciones sobre ello han aclarado que vivía su homosexualidad con gozo y naturalidad. Era un intelectual exquisito. Su amiga íntima, Liz Taylor, fue la que le salvó la vida tras el terrible accidente, metiéndole decididamente la mano en la graganta para que no se asfixiara.

Lo del volatinero de los ojos tristes y la Kerr sobre la arena, entre las olas murientes es, sencillamente, antológico, devastador en su belleza destrozada.

Pearl Harbor es el principio del final de la expansión de los regímenes totalitarios.
FEnrique
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10
10 de junio de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Una película muy compleja, muy cabrona, muy hermosa, muy triste."
Carlos Boyero: Diario El País

"Posiblemente (...) sea la cumbre de la obra fordiana, el resumen definitivo de su visión del mundo (...) un entramado de historia y mito con una complejidad serena y admirable. (…) Puntuación: ★★★★★ (sobre 5)"
Fotogramas

El tío Ethan tiene un pasado doloroso que descubrimos muy pronto; pretendió a la que ahora es esposa de su hermano, quizàs, con más éxito e ilusiones de las que se podría pensar. Luchó al lado de los perversos racistas en la Guerra Civil y perdió en ella todas las batallas. Carece de presente, no digamos de futuro.

Es un hombre monolítico, acorralado por un racismo irracional como todos), en esta película debió de nacer la funesta leyenda de que el único indio bueno es es el muerto. Nathalie Wood demuestra al final que desea a pertenecer al mundo del que fue, salvajemente, arrebatada. La escena de John intentando pegarle un tiro a su sobrina es una de las más angustiosas que se recuerden. Su joven acompañante es mestizo, pero por haber sido criado por rostros claros, es tan americano como Ethan.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
FEnrique
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9
26 de diciembre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más de una vez le escuché recitar con una pasión desordenada fragmentos del discurso de Marco Antonio ante el cadáver de César en presencia del pueblo romano. Pero ¿a quién le importa el poder y la gloria? ¿Qué republicano sirve sin pestañear y sin que se agiten sus entrañas a un rey? ¿Qué demócrata siente veneración por un régimen pasado? ¿Quién lee a Shakespeare con la determinación de indagar en el alma humana y no deletrear su nombre con precisión? Así lo hacía Rafle cuando hablaba de la alegría de la vida y la tristeza de la muerte cuando citaba la indecisión ante la existencia y el amor de un príncipe danés que se resuelve entre la duda, la sed de venganza y los caprichos funestos del destino que le llevan a clavar un puñal en el pecho equivocado o que la mujer que ama acabe yaciendo en el lecho de un estanque porque no puede beber de un trago su enajenación de fingirse loco, y creo que así lo sigue haciendo, que seguirá hasta el final en esta aventura que emprendió de niño mientras leía “El Coyote” y desatendía las explicaciones del maestro, nunca me dijo si los héroes de su infancia fueron cómplices de sus malas notas. Ni siquiera sé si esto último es así.
23 de enero de 2016.

10
FEnrique
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The Day John Lennon Died (TV)
DocumentalTV
Reino Unido2010
--
Documental
10
24 de diciembre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Te hablan de problemas, tú les propones soluciones.
(Mirando las ruedas)

Mi admirado John llevaba cinco años retirado de los ruedos. Había dejado malos hábitos atrás y quiso ser para su hijo Sean la madre que nunca tuvo y el padre que nunca fue con Julian. Double Fantasy rompía el silencio. Es tan bueno este álbum que resiste hasta el incordio de varios experimentos de la artista vanguardista que era Yoko, por suerte uno de ellos es memorable, algo se le tenía que haber pegado de su marido. Entre todas las joyas que contiene este disco yo me quedaría con Watching the Wheels (Mirando las ruedas), en ella intenta justificar su alejamiento de los focos, defender su vida de hombre anónimo aunque las limusinas le esperaran en la calle.

La gente te dice que estás colgado por hacer lo que haces. Seguro que no eres feliz ahora que no entras en el juego, cuando les dices que te encuentras bien mirando sombras en la pared, sorprendidos te dicen que no puede ser cierto, ya no estás en la cresta de la ola y estás tirando tu vida por la borda. Como en la memorable I'm only sleeping (Solo estoy durmiendo) te llaman vago, tú les contestas que muy bien, ya no quieres seguir el rollo, no quieres llevar el carrusel nunca más, lo miras y dejas que se vaya.

Lennon podría haber dicho algo así: Los hombres que no tuvimos una madre llega a parecer que nos enamoramos de todas las mujeres, pero solo hay una que cubra, con su halo protectory su manto permisivo, algunas de las carencias afectivas que arrastramos. Es ella, indefectiblemente la que planea en cada frase de amor y quien nos perdona lo que no tiene perdón ¿Quién era esa amante anónima que le llevó a escribir "En mi vida" diciéndole que cada vez la amará más ? John era un monstruo asustado, un muchacho que nunca se acostumbró al baño de multitudes, ni al éxito que le alejaba del rock'n'Roll prístino y arrabalero que tanto quería, todo el mundo quería coger su mano para triunfar en América, pero el escenario no lo permitía. El marino errante y descastado que fue su padre hizo que se viera indefenso con las mujeres a las que tanto deseaba, no deduzco que su fin de semana barcelonés con Brian Epstein deje una huella inequívoca de bisexualidad .

Lennon y McCartney firmaron un buen ramillete de obras maestras y como decía Paul con el paso del tiempo con esa flema inglesa de quien ha sido nombrado Sir, solo hubo polémica de autoría en tres o cuatro canciones.

Lo malo es que entre ellas están, nada y nada menos que "En mi vida" y Eleanor Rigby, las dos en la tabla alta entre las mejores canciones de todos los tiempos. Cuando escucho las explicaciones y los argumentos me decanto con cierta claridad por creer que In my life, la más emblemática entre las canciones de John, lleva en el puente música de McCartney (además de los sonidos de clavicordio de George Martin en la parte final) y Eleanor Rigby lleva ideas, la contemplación de una lápida solitaria y, quizás, algún verso de Lennon. En fin, pienso que cada uno de ellos lleva razón en sus reivindicaciones sin acabar de tenerla. Se influyeron mucho y bien, soy de los que piensan que ni siquiera el mejor Lennon, sin duda el beatle con una más brillante carrera en solitario, alcanzó la excelencia de aquellos años.

In my life es una de esas canciones que exceden en mucho lo que se pretendía, a través de un intimismo minimalista nos llena de nostalgia de su ciudad, que puede ser la de cualquiera que lleve el halo del rumor portuario, y nos hace pensar en los amigos, en los lugares que quedan y en los que se fueron para siempre y en el amor verdadero que se cruza muy pocas veces en la vida.
FEnrique
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
FEnrique
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10
23 de mayo de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mis héroes son perdedores porque están derrotados por anticipado, lo que constituye uno de los elementos primordiales de la verdadera tragedia. Se han acomodado desde hace mucho tiempo a la muerte y a la derrota; en consecuencia, no les queda nada que perder”.
(Sam Peckinpah)

Insisto en la pasión de Peckinpah que asalta
el último desierto
con un lirismo amargo y una tibia sonrisa,
de Fassbinder viviendo la angustia de un esquema
de tu letra temblando sobre un pájaro herido.

El director americano habla de su tragedia. Estaba seguro de que no podía derrotar a las productoras, hubiera hecho bien de haberse trasladado a Europa con más convicción y tiempo, como lo hiciera Orson Welles. Aquí el sentimiento de culpa posibilitaba que le diéramos rienda suelta a los americanos, incluso en España eran venerados, aunque no se les comprendiera (Campanadas a medianoche). Puede que no haya un realizador más poético que Peckinpah, excepto el Ford de "Los buscadores" y "El hombre que mató a Liberty Valance". Arrancó poesía hasta de la violencia que le era tan querida como una manifestación innata de la desesperación, de vivir acorralado por las sombras insostenibles de los recuerdos. Hay una poesía terrible que es, con derecho propio, una obra de arte y otra, amable, alejada de la realidad, que no lo es y está lejos de representar la lucha que desencadena en la tragedia de vivir sabiendo que morimos. Peckinpah, como buen poeta de nuestro tiempo, se quedó entre el western clásico y el moderno, se quedó sin saber adónde ir, como un artista alienado, bañado en alcohol, que no pertenece al mundo que le ha tocado vivir. Decía que era medio indio, no ha podido confirmarse del todo este punto, pero era una buena forma de alinearse con quienes todo lo perdieron.

Claro que hay una nostalgia mórbida, una honda y solemne melancolía. Peckinpah prefiere matar a Cable Hogue en el punto más alto de su triunfo, y no hacerle pasar por la angustia de seguir en un mundo que no puede comprender y que nunca le pertenecerá. Parece decirnos que, a partir de ahí, Cable, un hombre fundamentalmente bueno, capaz de perdonar como lo haría un cristiano convencido e iluminado, constata que es pasado, que quizás todos seamos pasado sin saberlo ni aceptarlo, quizás por eso la mayoría sobrevivimos sonriendo a las cornadas que, con un retorno eterno por la persistencia obstinada de la estupidez, nos ofrece, con un caramelo envenenado de vulgaridad, una modernidad retrógrada.

No puedo dejar de sentirme atraído por la belleza crepuscular de los vencidos, todos ellos parecían vivir sus últimos años con la sensación de que su tren había pasado y apenas había dejado su rumor. Me cuentan que Peckinpah, ante el infortunio había visitado el desierto mientras llovía y no podía rodar; invitó a todo el equipo de "La balada de Cable Hogue" a pagarle las copas. No debió tener en cuenta que entre ellos estaba Jason Robards, acabó pagando una cifra respetable. De todas formas fue el rodaje más placentero que tuvo en su vida, aunque la productora, como siempre, ejerciera su presión insoportable y mostrara el rostro destructivo de la censura comercial. Sus ojos, tal vez, fueron alegrados por la belleza carismática y sensual de Stella Stevens, mal aprovechada en general por Hollywood (solo la recuerdo en El profesor chiflado, la mejor película de Jerry Lewis), y por el hecho de contar con secundarios que eran auténticos perdedores que no tenían que disimular mucho para amoldarse a lo que él les pedía que hicieran.

Pekinpah sabía, aunque ignoro si conocía a Brel, que la vida no hace regalos, no se encontraba con ganas de ofrecernos un final feliz para su personaje más poético y lírico, el director americano sufría de insomnio cada vez que soñaba con las productoras y sus tijeras. Pero agradeció hasta la muerte que se le cruzara en el camino un actor excepcional, Jason Robards, para que hiciera de lo que hemos retenido en el recuerdo de sí mismo, de lo que a él le hubiera gustado ser. Robards no fue una estrella cinematográfica, pero dejó su huella en joyas como esta y en "El largo camino del crepúsculo hacia la noche". Los más frívolos lo recuerdan como aquel que se casó con la viuda de Bogart; la Bacall necesitaba hombres íntegros dominados por el alcohol y los gemidos de su conciencia.

Peckinpah trataba el desierto como si hablara de sí mismo, el desierto dejaba de serlo y el Oeste ya no existía; era un sucedáneo que, en su deriva desencantada podía mostrarnos una huella artística perdurable, pero no era lo que él, atómicamente, buscaba. Él no podría nunca luchar contra una industria prosaica y dominada por los intereses económicos. El apóstol de la violencia quizás luchaba por poner al día a los héroes ambiguos y amargados de Ford y toda su poesía. Lo consiguió plenamente a pesar de la implacable censura comercial, ahí quedan, para demostrarlo," Duelo en la Alta sierra" y "Grupo salvaje".

El poeta que he tomado de referencia en este poema, Sam Peckinpah, se casó cinco veces, era alcohólico y cocainómano, ya sabemos que pocas drogas atacan tanto la bondad como el alcohol y la cocaína. En el rodaje de su película maldita, Mayor Dundee, desquició al galán de Hollywood del momento, Charlton Heston, con sus reproches y sus gritos, este desenvainó el sable y furioso se fue hacia él que estaba en la grúa planeando. Nunca pudo digerir el montaje que hizo la productora de esta película. Mankiewicz recurrió a una melancólica y tensa calma cuando mutilaron a su Cleopatra, una hora y media de rodaje, que él creía valioso, fue arrojado a la papelera.


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FEnrique
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