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Argentina Argentina · San Juan
Críticas de Valuska
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
8
9 de abril de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jarmusch es, sin duda, un gran autor. Sus películas tienen su sello, su distintivo personal. Es el director del "no pasa nada", de la cotidianidad, de las situaciones, de esos momentos que nos hacen personas. Y Paterson es un jarmuschiano canto a la cotidianidad, una hermosa oda a la rutina.

Situaciones y personajes se conjugan en clave Jarmusch para mostrarnos a un "simple" chofer de autobuses, aficionado a la poesía, vivir su día a día a lo largo de una semana. Básicamente, conocemos su rutina. Se levanta, trabaja, escribe, llega a su casa, habla con su novia, saca a pasear al perro, va al bar, se acuesta. Aparentemente, solo esto le pasa siempre. Pero, en realidad, le pasan otras cosas a través de todas esas acciones: escucha las historias de sus pasajeros, conoce a una poetisa de 10 años que le recita uno de sus poemas, contempla la cascada de su ciudad, mira con atención su cajita de fósforos, siente, piensa, y todo esto termina siendo lo realmente importante detrás de ese encierro rutinario. La capacidad de ser íntimamente afectados por lo que nos rodea, no depende de si nos dedicamos a conducir autobuses o a escribir libros. Como humanos, somos receptores de algo inexplicable al mirar o tocar las cosas, todos poseemos la misma sensibilidad de un poeta, porque la vida misma es poética.

Jarmusch refleja el patetismo de los personajes, como el indio de la estación o el tipo enamorado del bar, poniéndolos en situaciones normales de las que se limitan a quejarse. No se dan cuenta que en esas situaciones está la materia prima del intrincado laberinto de la existencia. Se nos muestra que todos estamos pegados, adheridos, inherentemente unidos a una rutina, estamos obligados a realizar acciones, estamos destinados a que "nos pasen cosas" pero también que entendamos que nos pasa todo esto, que seamos conscientes nos va a permitir tomar toda esta maraña como el medio para simplemente ser personas, así sin más, y decidir intentar ver las cosas más claras o ser como ese bulldog inglés, que por su naturaleza, solo ve pasar todo de forma neutral e inexpresiva.

La película puede parecer aburrida o hasta pretenciosa en su planteo pero es muy Jarmusch y eso es lo importante, no que sea perfecta o redonda. Obra que nos invita a pensar, a sentir, a aprovechar nuestra existencia, desde cualquier lugar que nos toque. Gracias, querido Jim, por al menos intentar, en tiempos como los que corren, que miremos distinto nuestro día a día. Nos tomemos, entonces, tiempos para reflexionar aun observando las cosas más simples y "aburridas" o ¿acaso preferiríamos ser un pez?
Valuska
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7
27 de marzo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una primera aproximación, El ciudadano ilustre, película argentina estrenada el pasado año, funciona como una inteligente sátira social muy bien escrita, dirigida (sobria y acertada dirección y puesta en escena) e interpretada (destacando Oscar Martinez). Aquí, un escritor llega a su ciudad natal después de mucho tiempo para ser nombrado Ciudadano Ilustre después de haber ganado el Nobel de Literatura. Duprat y Cohn crean un personaje principal instruido, de renombre, nada más ni nada menos que un Nobel, que se encuentra rodeado después de 40 años por sus coterráneos más bien ignorantes de su antiguo pueblo. Así es los realizadores van a plantear este encontronazo cultural para plasmar su crítica.

Si se ahonda en su inteligente guión, además de percibir la crítica a una sociedad que se siente orgullosa de cosas que apenas conoce, el espectador se podrá plantear asimismo un interesante asunto: ¿inocente ignorancia cultural o soberbio conocimiento? El espectador se reirá del ignorante pueblerino que con su humildad festeja la vuelta del hijo pródigo premiándolo con los honores más ridículos imaginables para un halagado de semejante categoría y se sentirá culpable de simpatizar con el altanero escritor, que cada vez soporta menos todo ese circo cholulo armado de tan buena gana para él. Así, por un lado, la película satiriza a los habitantes de Salas, que son el espejo de esos fastidiosos y patéticos nacionalistas argentinos que fanfarronean con Gardel y el Papa pero escuchan solo reggaetón y son ateos, y parecen admirar la distinción por sí misma.

Por otro lado, pone contra la pared a la “persona culta” e intelectual que se siente superior por sus conocimientos. El personaje se fue de su pueblo para crecer intelectualmente, y por la vergüenza y la incomprensión no había vuelto “ni para el funeral de su padre”. Y el mismo personaje que le recuerda esto, es el que le acusa de hablar mal del pueblo en sus escritos, a lo que se defiende diciendo que aunque eso fuera cierto no es razón para menospreciarlo como artista. Así que, evidentemente, este hipócrita y soberbio escritor había vuelto, además de por un auténtico sentimiento del que nadie se puede despegar, aun cuando intelectualmente no se encuentren pares, por sus ansias de reconocimiento, ese mismo deseado reconocimiento que todos alguna vez buscamos por haber leído ese libro difícil o conocer esa canción desconocida, por ejemplo. Por esto mismo, todos vamos a sentir un cosquilleo incómodo en esa sonrisa final de satisfacción… (sin decir más para no spoilear).

En el momento del furor por esta película en Argentina escuché de gente que opinaba sobre ella diciendo cosas como, por ejemplo, que era muy divertida y por eso se merecía ser la candidata para las nominaciones en los Oscar, como si les hubiera gustado solo por lo reconocida que estaba siendo. Esta gente, que es la misma, por ejemplo, que se siente representada por Borges sin haber leído un solo cuento suyo, ¿no se da cuenta que de ella se está burlando la película? Al menos yo sí me doy cuenta de que se ríe de mí aún más maliciosamente todavía por “jactarme” de que “la entendí” y buscar así un mínimo reconocimiento por escribir esta reseña… En fin, no se salva nadie. Notable película, bastante más compleja y filosa de lo que en principio aparenta.
Valuska
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10
1 de junio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Yo no aceptaría mi papel. Pero ahora estoy demasiado sola. Probamos nuevas actitudes y las encontramos todas inútiles. Las fuerzas son demasiado poderosas. Quiero decir las fuerzas, las horribles fuerzas. Vigila tus pasos entre los fantasmas y los recuerdos”

Amarguísimo y corrosivo relato bergmaniano sobre Ester, enferma y cercana a la muerte, y su relación con su hermana Anna, con quien debe compartir la estadía en un hotel en medio de un viaje que realizan junto al hijo de Anna, Johan. Aquí Bergman expone magistralmente sus dotes como director utilizando un corto espacio de tiempo en el que interactúan los personajes, que casi tampoco se mueven del hotel en el que se encuentran, y narrando a través de sonidos, a través de miradas, pocos diálogos y un silencio asfixiante que casi podemos palparlo. La característica obsesión del maestro con respecto a la muerte acá se hace carne, mostrando los movimientos y la rebelión del espíritu ante la tortuosa sensación de finitud y soledad.

La oscura y misteriosa relación entre las hermanas se va desvelando de a poco y de a ratos y en su mayor parte las vemos solo mirarse o directamente esquivarse. El vínculo de Ester con el niño no es menos misterioso, teniendo el niño un rechazo al contacto físico con ella en varias escenas. El niño acá es el que mira, observa lo que pasa entre ellas y lo que sucede afuera de la habitación, en lo que parecería ser una primera y surrealista exploración de los contrastes de la vida. El film básicamente tiene que ver con la relación de Ester con ella misma (sus miedos, su soledad, sus “principios”), con el “más allá” (su enfermedad que la está acercando a la muerte) y con el “mundo” (la carne, “tejido eréctil. Es todo una cuestión de secreciones y erecciones”, la vitalidad más terrenal, que al no encontrarla ya en ella está representada en Anna y sus encuentros sexuales). Este no sería más que un vago intento de poner en palabras y conceptos lo encontrado en la película, ya que en realidad estas tres divisiones que al menos yo percibo, se encuentran indivisibles en las actitudes y reacciones de Ester y es lo que precisamente hace grande a esta película, la profundidad con que Bergman penetra sin “teorizar”. La relación entre hermanas podría parecer la mostrada en “Persona”, donde acá Ester intenta tanto mantener un papel o rol de fortaleza e integridad moral ante su hermana, como de “absorber” o hacerse propio el disfrute carnal, sexual, de Anna. Una lucha entre la carne y el espíritu que se ve complejizada por las máscaras en las relaciones humanas, el pasado, la excepcional situación de desolación y aislamiento, y la cercanía de la muerte que el alma humillada de Ester ya siente y no soporta.

La escena de Anna en su encuentro sexual luego de la discusión con su hermana y, especialmente, el clímax final, luego de la acumulación de tensión a lo largo de la película, resultan logradísimos y desgarradores, exposición del alma en su más absoluta desnudez. El miedo a la muerte se hace patente e insoportable, la máscara se sale por un rato. “Menos mal que te vas” dice Ester, ya de nuevo en su rol. Lo de después, ya podemos imaginarnos que es otra vez la asfixia, el calor, el encierro… En Anna, su, al menos físico, alejamiento de su hermana y sus presiones, le da un respiro tal vez momentáneo representado por la ventana que abre en el tren y le moja placenteramente el pecho. Y el niño… el niño intentando leer una carta con palabras en otro idioma, carta que pretende ser una comunicación y un contacto, y que por ello, supone un esfuerzo para el que no le alcanzará la vida ni sus fuerzas y deba rendirse como todos ante el silencio y los “idiomas”, que siempre terminan siendo “extranjeros”, desconocidos…

Y como no podría ser de otra forma, no hay respuesta a nada, quedan las inquietudes y las dudas a flor de piel, como siempre en Bergman, que se adentra y se detiene, avanza e inevitablemente retrocede con maestría en sus planteos existenciales, y hay que conformarnos con “mascaras”, con papeles interpretados, sin poder adueñarnos y controlar esas “fuerzas horribles” de la personalidad, de la existencia, de la muerte, del pasado; conformarnos con el silencio que podemos sentir en lo más profundo de Ester.

Creo que poco más puedo decir de “Tystnaden”, una de las cumbres de Bergman, que se me hace sumamente etérea, enigmática y reveladora a la vez de una forma que solo el cine me puede sugerir y por tanto su expresión en palabras termina siendo realmente pobre y hasta ambigua. En cualquier caso, como dice Ester, “no hay necesidad de hablar de la soledad. Es una pérdida de tiempo.”
Valuska
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8
27 de mayo de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Creía que era adulta, que tenía una imagen clara de ti y de mí, de la enfermedad de Helena y de nuestra infancia… Ahora me doy cuenta de que es bastante caótica”

Cruda película de Bergman que profundiza en la relación madre/hija, tal vez mejor dicho en la dificultad o imposibilidad de comunicación entre las personas, entre las almas, tema característico del maestro sueco, esta vez investigado desde el vínculo madre/hija. Los abismos que nos separan esta vez están representados en este vínculo de una madre que vuelve a encontrarse con su hija luego de varios años de separación. Encuentro que significará una tormentosa vuelta al pasado y un sacar a la luz los más profundos rencores y resentimientos fruto del roce y la fricción inherentes a todo contacto entre humanos aislados en sí mismos, como siempre parece sugerirnos Bergman.

“El mayor obstáculo es que no sé quién soy. Tropiezo en la oscuridad. Si alguien me quisiera por lo que soy podría, por fin, estudiarme a mí misma. Esa posibilidad es bastante remota.”

Los misterios que encerramos, los enigmas que se crean en las relaciones humanas, lo son hasta para la persona misma, incapaz de comprenderse e incapaz de sentirse verdaderamente cercana a alguien, como se deja ver en esto que escribe la protagonista en su libro, tiempo antes de las situaciones narradas en la película, y que el esposo nos lee, diciéndonos al final que “le faltan las palabras adecuadas" para hacerle saber su amor. ¿Existirán realmente esas palabras?, tal vez sea la duda que se nos plantea, ¿existe la posibilidad de acercarnos, comprendernos, comunicarnos y amarnos?

“Palabras hermosas que no significan nada real”, sentencia en otra escena Eva ante los halagos de su marido.

Y es que la película, y gran parte de la filmografía bergmaniana, tal vez se trate de estas máscaras, de estos papeles, que debemos cumplir para poder relacionarnos, cualquiera sea el tipo de relación. Sino, ¿cómo nos relacionaríamos? ¿Cómo podríamos dejar de lado todas nuestras miserias, nuestras esperanzas, nuestros más profundos sentimientos y motivaciones personales para poder acercarnos a otro ser igual de complejo? Estas son las preguntas que a mí me suscitan siempre la visión y revisión de las relaciones en las películas de Bergman, y esta película no es la excepción, muy al contrario, cuenta con un guion y unos diálogos devastadores y muy explícitos al respecto.

“Y conoces la entonación y los gestos del amor”, dice Eva a su madre en el clímax de la discusión.

Dificultad de acercamiento que se hace aún más carnal en lo referido a Helena, una tercera protagonista, hermana de Eva, con graves problemas motrices y dificultades para hablar. Dice su madre después de verla, en una escena donde el asco y el rechazo brotan de los ojos de Ingrid Bergman, que esta increíble en esta película: “Ahí estaba, mirándome con sus ojos grandes. Tomé su cara en mis manos y pude sentir la enfermedad tirando de los músculos de su cuello. ¿Por qué no puedo abrazarla como cuando era pequeña? Ese cuerpo devastado y suave, ésa es mi Lena”. Si entre Eva y su madre los rencores han podido salir a la luz a lo largo de la película y principalmente en el largo dialogo nocturno, con gritos, palabras hirientes, llantos, y donde las heridas estuvieron abiertas y expuestas después de años, donde al menos han podido resignarse a la pobre expresión de las palabras y hasta regodearse en la autocompasión escuchada por otro, lo de la pobre Lena es un calvario eterno en su impasible y casi absoluto aislamiento, callada no solo por la constante imperfección en la comunicación humana sino también por la excepcional crueldad de la carne y sus discapacidades. Tanto la escena en que la vemos arrastrarse por las escaleras intentando ir a donde discuten Eva y su madre, como en la que grita desesperadamente con las manos tiesas y sin consuelo, son dos de las escenas más impactantes, explicitas y crudas que Bergman haya filmado y que expresan de forma extrema la impotencia que todos sentimos por nuestras heridas y nuestra incapacidad de expresarnos completamente.

Tal vez la pregunta que le hace Eva a su marido no sea menor en la película: “¿Crees que soy adulta?”, y que más tarde la sensación de no serlo es lo que desencadena el dialogo entre madre e hija, cuando se da cuenta que su imagen del pasado “es bastante caótica” y no ha superado muchas cosas. ¿Podemos llegar a “ser adultos”? ¿Podemos acostumbrarnos a nuestro pasado, a nuestras miserias, a nuestras carencias, a nuestra debilidad? ¿Podemos realmente o es parte de nuestra esencia y de la existencia en sí? En cualquier caso, Eva no ha podido.
Valuska
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9
29 de mayo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Tuve un sueño muy extraño. ¿Sabes lo que soñé? Soñé que estábamos de regreso en la orquesta sentados juntos, ensayando el concierto Brandenburg, movimiento lento, y todo lo que estamos viviendo era parte del pasado. Solo lo recordábamos como una pesadilla”

“Skammen” ahonda tanto en los efectos de la guerra en las personas como en la naturaleza de ésta, o tal vez, en la forma en que podríamos percibir el estar en una situación de guerra, inmersos, como lo está la pareja protagonista. No es una película que como tantas otras muestre o describa las consecuencias de una guerra para la humanidad y sus desastres a nivel global, sino que, como no podría ser de otra forma en el más grande explorador del alma humana que haya dado el cine, nos adentra en lo que este tipo de catástrofes puede provocar irreversiblemente en la mente y el espíritu de las personas en particular involucradas. La alienación que sufren los protagonistas termina siendo realmente perturbadora.

Esto último se puede ver en el notorio cambio en los caracteres de los personajes entre el inicio y final de la película, que comienza con un dibujo de las personalidades muy marcado, con la frialdad y dominancia de Eva, y la sensibilidad y ligereza de su esposo Jan. No olvidemos que la película abre con Eva corriendo las cortinas temprano en la mañana, erguida y con sus pechos desnudos, y despertando a Jan, que infantilmente reacciona contándole, somnoliento aun, su sueño, en el que la situación presente era ya parte del pasado. Este anhelante y sensible Jan, incapaz de matar a una gallina hacia la mitad del film, termina siendo el que hace cualquier cosa por subirse a un bote e intentar escapar de esa situación, mientras Eva, con la mirada perdida nos cuenta ahora ella su sueño en medio del mar y a la deriva, asustada, ante los cambios percibidos en ellos mismos, por la posibilidad de que no vuelvan a hablarse.

Gran acierto de Bergman en que lo narrado sea solo lo que sucede en la isla y con respecto a ellos, aislando así todo otro factor desestabilizante más allá de lo que sucede allí, entre ellos y la guerra, entre ellos y lo que llega o quien llega, entre ellos y sus almas, sus mentes… Aquí la guerra, fría y cruel, los azota. Azota y mancha sus almas, tortura sus psiquis, se les mete por los pulmones y se les sale por la mirada… los ojos de la bella Ullman hablan por sí solos al igual que los de von Sydow, que están impresionantes en unos personajes complejos y cambiantes. El efecto externo de la guerra sobre ellos es inevitable, feroz, y visceral, y Bergman nos lo muestra con fuego, cuerpos, disparos, miedo… y termina sacando de ellos su peor faceta, lo más oscuro de su interior, como nos sugiere lo sucedido con Jan y el dinero, con Jan y el que llega a su casa incendiada, con Eva y el intendente.

En cuanto a la guerra en sí como situación en la que están inexorablemente inmersos, Bergman parece sugerirnos (o al menos es lo que yo percibo) una naturaleza relacionada con lo onírico, con lo que está más allá de nuestra voluntad y hasta de nuestro entendimiento, y que nos domina y nos abarca por completo, sensación de desolación ante lo superior o desconocido y nuestra impotencia al respecto que transmiten gran parte de sus películas.

“Hay veces que parece solo un sueño. No el mío sino el de alguien más en el que debo participar. ¿Qué sucede cuando quien está soñándonos despierta y se siente avergonzado?”, dice Eva a su esposo.

Y, si existió y sabíamos una razón por la que tal vez todo esto pasa, la hemos olvidado, como lo siente Eva en su sueño al final de la película: “Y todo el tiempo supe que debía recordar algo, algo que alguien había dicho, pero lo había olvidado”.
Valuska
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