La trama central podría resumirse en la creación de un Teléfono Rojo entre Palestina e Israel, como el que unía Washington y Moscú, pero de manera informal y subterránea a través de segundas líneas del gobierno, que permitan su negación. Ello obedece a que debido a la profundidad del conflicto, los lideres temen ser acusados de traición por solo dialogar con su adversario. Recordemos que el premier israelí fue asesinado por un extremista luego de los acuerdos de paz. Con la complejidad y cantidad de intereses en juego, nunca sabremos realmente como se gestaron los acuerdos de paz, así como nunca sabremos a ciencia cierta como murió Yasser Arafat.

De este modo, los especialistas en medio oriente de todas las orientaciones ideológicas seguramente podrán cuestionar precisiones históricas de todo tipo. Sin embargo, artísticamente la película funciona principalmente por las buenas interpretaciones y el guion que aquí lo es todo. Los chistes que se cuentan los personajes, los momentos de tensión entre ellos, las miradas de póker, todo eso crea una atmosfera que nos traslada perfectamente hacia el meollo del conflicto.

La película claramente mantiene una postura neutral al conflicto (de indudable actualidad luego de la escalada de violencia de mayo de 2021) y un mensaje implícito como conclusión que flota en la atmosfera durante todo el film, sobre todo por los flashback de Mona: las posturas extremas de ambos lados no benefician a ninguno. mas aún, no es el sentimiento real de ninguno de los pueblos, y la intransigencia de sus dirigentes y un puñado de extremistas de ambos lados ha mantenido a palestinos e israelíes lejos de la ansiada paz por demasiado tiempo.