Los elementos que se manejan no son nuevos, pero el interés extra radica en que aquí se trata de fútbol, ese coto cerrado donde parece no existir la homosexualidad y a cualquiera sobre el que pueda haber la sospecha de ser gay se le premia con cánticos e insultos por parte de las aficiones y rivales en el campo de juego.

En Mario están presentes el miedo y la hostilidad del entorno, unidos a la hipocresía y los intereses para lograr encauzar la vida de dos jóvenes que se han enamorado y, dada su proyección, conseguir que su relación no trascienda. Con un admirable uso de la elipsis, ese maravilloso elemento narrativo tan poco utilizado en estos tiempos, el desarrollo es sobrio y directo apoyado en unas sólidas actuaciones, y dándonos algún momento de altura como es el caso de la sesión de fotos y la actitud de la madre o la inteligente exposición del progresivo éxito en lo profesional contrapuesto con el deterioro en lo personal.

Descricpión del asfixiante e ingrato mundo donde vive un adolescente que busca instintivos encuentros sexuales con hombres y forma parte de una familia numerosa muy tradicional y machista. La narración es austera y concisa y la obra se estructura en dos partes muy distintas, que marcan la drástica evolución del protagonista hacia alguien irreconocible. Pese a todo ello es un trabajo equilibrado, ameno y bien realizado, en el cual Abdellah Taïa traslada a imágenes su porpia obra literaria y autobiográfica con valentía y seriedad, sin ocultar aspectos tales como una frustrada admiración y atracción física por el hermano mayor, definitivo punto de inflexión en su conducta.

Tras su gran obra anterior, De rouille et d'os es otro excepcional trabajo en el que Jacques Audiard no pierde pulso y se acredita como uno de los más grandes autores actuales.

En un magistral dibujo de personajes, Ali es un ser fuerte porque vive sin pensar en casi nada, Stéphanie se siente segura por su atractivo, pero sus vidas son como un combate y, cuando bajan la guardia, sufren crueles impactos emocionales.

La vitalidad narrativa y una construcción impecable en la que da la sensación de que no sobra ni un plano, conducen las dramáticas vicisitudes con una crudeza que a veces acongoja, porque hay mucho dolor y golpes en esta historia, pero no solo los de las peleas, sino aquellos que más duelen: los de la vida.

Abrams hace su jugada para suceder a Spielberg (y éste lo refrenda en la producción), para lo cual se empapa de materiales de la factoría: niños sabihondos y habilidosos que aquí juegan a realizar su propia película, mayores más bien estúpidos, malvados o sordos ante los menores y un lugar de América, en el cual vemos que todavía hay quien sospecha de los rusos, cuando ahora irónicamente ya son tan capitalistas como ellos mismos. El otro elemento entra en la ciencia ficción y es un factor sorpresa que se va manifestando poco a poco.

En el componente nostálgico, complace oir a los críos entonar My Sharona de The Knack o ver al empleado de la gasolinera absorto mientras en su flamante walkman suena Heart of glass de Blondie.

En cuanto a la factura es de nota, muy en la línea Spielberg, con agilidad y maestría técnica, pero al terminar la función, pese al buen entretenimiento, no se siente lo mismo que tras ver E.T. o Encuentros en la tercera fase, quizás porque todo ha sido demasiado infantil o, más probable, la magia de Spielberg solo sale bajo su batuta.

Thriller especulativo en el que una mujer aburrida durante los contínuos viajes de su marido se entretiene imaginando siniestras motivaciones a los ruidos que se oyen en el piso de la vecina de arriba. El joven casero de ambas, que también vive en la finca y la atractiva chica que reparte la leche, son los otros vértices para una figura de difuso contorno.

Como ocurriría después en La semana del asesino con Vicente Parra, se hace protagonista a una actriz a la que se saca del contexto habitual, Carmen Sevilla, y que deambula algo inexperta en estas lides.

Entre recurrentes cigarrillos y tazas de café, calor ambiental, esporádicos desnudos femeninos (en la época de las dobles versiones iban dirigidos a un incierto mercado internacional y suprimidos con saña en la proyección patria) es un curioso y claustrofóbico ejercicio que gira detenidamente hacia diversas sendas y converge en una línea decididamente deudora de Darío Argento.