Está claro que no todo el mundo vale para un roto como para un descosido, ni mucho menos. Es increíble que Gabe Ibáñez sea el mismo sea el mismo que El Ministerio del tiempo, increíble pero cierto.

Una de dos, o es una especie de Ben Affleck que es un pésimo actor y un muy buen director, al menos para el que esto escribe. Gabe puede ser un magnífico director de series, pero un pésimo director de cine.

Con Hierro hace muchas trampas, pero muchas. Te enseña una carta y cuando te crees que toca jugar al póker, te saca unas canicas y se queda tan pancho. O te vuelve a enseñar otra carta y vuelves a caer en la trampa antes de que saque el Monopoly. Y así sucesivamente se pasa el rodaje de la cinta. Entiendo cual era su idea, pero la ejecución falla más que una escopeta de feria.

Al final me da la sensación de que ha sido un documental de la isla del Hierro y no de los buenos, (para lucimiento de la isla no dejen de ver la serie con el mismo nombre y allí puedan disfrutar de unas imágenes a través de drones que son pura maravilla). Y también llego a la conclusión de que Elena Anaya le mola mucho, mucho y nos lo quiere mostrar, enseñándonos sus tetas una y otra vez, aunque no tenga nada que ver con el argumento de la película, ni con ninguna escena en la que nos muestra su cuerpo. Oye, que a nadie le amarga un dulce, pero no me gusta esas escenas gratuitas que no suman absolutamente nada.

La película es Elena y poco más, da para muy poco lucimiento más allá de la actriz de Palencia. Lo demás lo comento en la zona spoiler.

Si hay algo particular que defina el cine de Martin Scorsese es la capacidad que tiene para contar historias, da igual lo que le llegue a las manos, le da ese toque tan personal que lo convierte en una delicia.

Con Los asesinos de la luna, el veterano director mete el dedo en la llaga en una de las partes más oscuras de la historia de E.E.U.U. , la época en la cual en una zona determinada y enfocada en una raza especial, se puso de moda eliminarlos para quedarse con uno de los mayores tesoros que da la tierra...el petróleo.

Al director neoyorkino le gusta cocinar sus películas a fuego lento, jamás tiene prisas para contar lo que quiere, de ahí lo extensa de la cinta, se va a casi tres horas y media de metraje. Desde luego que entenderé a esa gente que no soportan películas que vayan más allá de las dos horas y que no tengan mucha acción, si es así, no paren en ésta casilla, toquen en la siguiente.

Para disfrutar de ésta triste pero a la vez bella historia, tenemos que quitarnos el reloj, apartar el móvil y ser pacientes. Pacientes porque poco a poco iremos entendiendo el panorama extraño que había en Oklahoma, concretamente en la tribu de los Osage, quienes fueron bendecidos con una tierras sobrantes del conocido oro negro. Motivo por el cual el hombre blanco comienza a ver a un pueblo que antes eran unos pobres diablos cubiertos con trozos de tela, a verlos pasearse por el pueblo con ropas y vehículos de lujo. Esto conlleva a una serie de asesinatos mucho más que sospechosos, que despierta el interés del FBI dirigida por un J. Edgar Hoover de 29 años.

Entre medias conoceremos las subtramas de la vida de un recién llegado de la segunda guerra mundial, Ernest que influenciado por su tío, William Hale (quien lleva una doble vida a ojos de los indios) comenzará a hacer una series de encargos que no le proporcionarán sino problemas futuros, con la ley y con su futura esposa.

La película tiene unas escenas espectaculares, los planos de cámara son muy significativos, Scorsese sabe cuando abrirlos para mostrar la grandeza de las tierras o la magnitud del poder económico de los Osage y también sabe cerrar un plano cuando se aproxima la muerte de algún personaje.

Las imágenes aéreas son una auténtica maravilla y más si las disfrutas en pantalla gigante. El reparto es una delicia, reunir a tanta estrella es complicado, es cierto que algunos tienen un papel muy corto, como podrían ser Brendan Fraser o John Litgow y personalmente habría preferido muchos más minutos para el cada vez más grande Jesse Plemons.

Siempre es sido muy seguidor de Leonardo DiCaprio, infravalorado actor por su belleza, al estilo del Brad Pitt. Aquí demuestra una vez más que lo pueden llevar a la pantalla afeando sus facciones o rostro para restar parte de su belleza natural y aún así sigue floreciendo por encima del resto. Su química con Lily Gladstone es una de los grandes aciertos de la historia. Los dos están magníficos.

Por cierto, qué bonito la reconstrucción de parte de la historia en el teatro, como se contaban las novelas antes por la radio. A algunos le traerán grandes recuerdos.

Lo dicho, el mago lo ha vuelto a hacer, pasen y disfruten.

Hay películas que son más profundas en relación a la información que le hacen llegar al espectador. En especial cuando toca el tema político, porque aquí nadie ha estudiado ciencias políticas, ni tampoco sabemos a ciencia cierta los tejemanejes de esos mundos llenos de corrupción a diferentes niveles.

La historia que se nos trae a la pantalla, está basada en un hecho real, en un chaval que con todas las mejores intenciones del mundo y siguiendo los pasos de su padre que fue su mejor ejemplo, llega a un puesto muy importante dentro de la organización de la ONU.

La mayor decepción del protagonista es cuando sus sueños se quedan bloqueado al comprobar de primera mano que haga lo que haga, casi todas las organizaciones que se les llena la boca con el tema de ayudar a los más favorecidos, pero siempre el tema principal es meter mano en la caja.

Me ha gustado entre varias cosas la trama, la dirección y el dúo protagonista, Theo James que hace un papel magnífico y el grandísimo Ben Kingsley. Una pena los pocos minutos de Bisset.

Entretenida película a pesar de todo.

Dejemos clara una cosa, Bob Marley: One Love no es una película al uso sobre la vida del mítico cantante de Reggae, con lo cual, es normal que no hayan salido los espectadores tan contentos como al entrar en la sala.

Reinaldo Marcus Green se ha centrado en una etapa no muy extensa de la vida de Bob Marley. One Love, un amor. Un amor por su país Jamaica es lo que lo lleva a mover los hilos que iremos viendo durante el metraje, eso sí, acompañado por un paso a pasos gigantes por su infancia y más detenidamente por el duro trabajo hasta llegar a convertirse en uno de los cantantes más conocidos del pasado siglo XX.

Es cierto que con una corta duración en relación a los biopics que llegan a la gran pantalla, apenas 104 minutos de duración, pues se ha visto muy limitada a la hora de contar otros apartados de su vida. Para los interesados, la biografía de Marley es muy, pero que muy interesante, tanto la parte de rechazo por parte de su padre, como el trabajo y el camino lleno de espinas hasta convertirse en el gran cantante que vino después. Y eso con una extensión de minutos, nos habría hecho disfrutar mucho más.

La historia que nos trae el director se centra más que nada en el peso político y social que tuvo Marley en la misión de parar lo que era una guerra segura en Jamaica, una vez que se independizaron de Bélgica y el país se quedó sin un gobierno definido y se armaron dos bandos que asesinaban por hacerse con la poltrona.

Es cierto que suenan varios temas, no tantos como a mi me hubiese gustado y se quedaron fuera varios temas top de su repertorio más conocido.

A mi personalmente me ha gustado, pero no la considero la película sobre su vida.

Me en-Canta la música, es una de mis pasiones, creo que no podría vivir sin ella. No sabría la cantidad de conciertos que habré visto en mis 51 años y es de las mejores cosas que he hecho en mi vida.

Al grano que se nos hace de noche. Hace años cuando vi Canta, aluciné, sabía que el tema principal sería la música, pero no me imaginaba esa especie de O.T. que nos trajeron y con la excelente elección de canciones que nos prepararon para la primera entrega. Disfruté como un enano.

Tenía curiosidad por saber que tendría preparado el equipo de producción de la película para sorprender a esos espectadores que quedamos maravillados con la entrega anterior. Y se han superado. La idea me ha parecido genial y original. Si en la primera me vino O.T. a la cabeza, en ésta me ha recordado la evaluación a Got Talent pero con un resultado diferente.

A nuestro querido grupo, se le da la oportunidad de montar un gran show con todas las facilidades que el dinero puede permitir, pero con una sola condición...que la antigua estrella Clay Calloway forme parte de dicho espectáculo. El gran problema aparece cuando Buster Moon da a entender que tiene una relación estrecha con dicho personaje y en realidad no lo conoce.

Esto nos llevará a disfrutar de dos historias paralelas, por un lado veremos como nuestros protagonistas van repartiéndose los diferentes papeles dentro del espectáculo que organizan y por otro como el equipo debe conseguir localizar a un artista que lleva 15 años que no se deja ver. La tarea no se plantea nada fácil, ni por un lado ni por otro.

He disfrutado como un niño de nuevo, me ha encantado. Las canciones al igual que en la primera parte, están muy bien seleccionadas y aquí gana y mucho, que la voz del protagonista sea la de Bono y canta una de sus propias canciones.

Lo dicho, si pueden, disfrútenla con los niños de la casa.