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España España · Madrid
Críticas de SyckBoy
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Críticas 39
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
6 de noviembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vez que Paul Schrader vio una película tenía 17 años. Sus padres eran fieles seguidores de la Iglesia Cristiana Reformada (como la First Reformed que da título a su última película), una especie de secta escindida de los calvinistas. Para la familia Schrader, residente en un pequeño pueblo de Michigan, la televisión, el cine y el rock eran obra del diablo. “Me enamoré del cine precisamente porque estaba prohibido” cuenta el propio Paul. Su padre le azotaba una media de 6 o 7 veces por semana por las razones más absurdas. "Yo me quitaba la camisa de los domingos, mi padre me hacía inclinar sobre la mesa de la cocina, sacaba el cable de su afeitadora eléctrica, y me daba en la espalda con el enchufe, a mí me quedaba todo el lomo salpicado de puntitos de sangre, un bonito estampado de motas rojas por toda la espalda". La idea del suicidio empezó a rodear la vida del joven Paul cuando su tío se quitó la vida, y poco tiempo después, dos de sus primos hicieron lo mismo. Rodeado de este ambiente lúgubre y opresivo, Paul pensó en hacerse cura con 16 años. Hasta que descubrió el cine.
Años después, ya asentado en California, Paul demostraba estar obsesionado con la idea del suicidio y dormía siempre con una pistola debajo de la almohada. En palabras de su amigo Penny Marshall: “Se pasaba el tiempo hablando del suicidio. Desde un punto de vista compulsivo-anal. Decía que iba a meterse el cañón en la boca y que apretaría el gatillo, pero que antes se envolvería la cabeza con una toalla, para no manchar”.

Todo esto lo cuenta Peter Biskind en “Moteros tranquilos, toros salvajes”. Y todo esto me vino a la memoria durante la proyección de El reverendo (First Reformed, 2017) porque Schrader ha vertido todas sus obsesiones en este extrañísimo film: el suicidio, la culpa, la pérdida de la fe, la violencia como forma de expiación, la soledad, la familia, el peso del pasado…
Lo primero que sorprende al adentrarse en la película es como Schrader se apropia de muchos elementos la puesta en escena que caracterizaba a su admirado Robert Bresson: formato 4/3, abundancia de tomas largas, muchos planos generales, un montaje muy sobrio, uso contundente de la profundidad de campo… Se produce una sensación de austeridad formal que sólo se rompe en momentos muy puntuales. Y digo momentos puntuales porque la película nos guarda un par de sorpresas para el tercer acto que son de puro genio. A este "estilo Bresson" Schrader añade un uso del color y las texturas fascinante que en muchas ocasiones ayuda a transmitir el estado de ánimo de este reverendo, un Ethan Hawke admirable que sostiene toda la película sobre sus hombros aportando una enorme gama de matices a su atormentado personaje.

Hurgando un poco en El reverendo podemos ver retazos de toda la obra de Schrader: los diarios del camello de Posibilidad de escape (Light sleeper, 1992), un momento clave ilustrado por un líquido que se diluye en un vaso como ocurría en Taxi Driver, un pasado familiar y afectivo tormentoso, un personaje masculino protagonista que según avanza la película está cada vez más perdido… Da la sensación que aquí Schrader lo ha puesto todo, y por eso la historia de este párroco resulta ser dan dolorosa y desoladora. Por eso y porque Schrader hace muchas preguntas pero da muy pocas respuestas. Es una obra totalmente fuera de su tiempo, hecha a tumba abierta, una anomalía absoluta en el panorama actual. Supone el regreso en plena forma de uno de los autores más importantes de la últimas décadas, alguien que siempre pone a sus personajes al límite para mostrarnos los abismos del ser humano. Y lo hace como pocos lo han hecho en la historia del séptimo arte.

“Schrader es un original. No tengo mucho respeto por los guionistas. La mayoría de ellos no podrían calzar mis zapatos. Pero respeto a Paul”. John Millius.

Artículo publicado en el blog "Antes de parpadear": https://robergcuesta.wixsite.com/antesde
SyckBoy
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8
21 de octubre de 2018
20 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sitges, día 3.

Me tomé el día con bastante calma. Lo dediqué a visitar las diferentes exposiciones de la ciudad y a dar paseos en bici. A las 7 siete de la tarde ya estaba haciendo cola para entrar al cine Retiro a ver una de las películas más comentadas desde hace días: Mandy. En la rueda de prensa del día anterior su director, Panos Cosmatos, me había dejado desconcertado con su pinta de heavy ochenteno fumeta y su descripción del film como una “‘opera rock volcánica”. A esto se unía la presencia del inefable Nicholas Cage, alguien que desde su desatada interpretación en el Teniente corrupto de Herzog me tiene fascinado por su capacidad para llegar a lugares donde muy pocos se atreverían, y sin ningún miedo a hacer el ridículo si hace falta.
Desde luego la descripción de Costamos no podía ser más acertada, al menos para el ambiente vivido aquella tarde en el cine Retiro. Era como estar en un concierto. El público ya estaba entregado de antemano, como aquél que va al show de su artista favorito. Durante los títulos de crédito la gente enloqueció al ver que la banda sonora era de King Crimson (que podría ser perfectamente un título alternativo para la película) o simplemente con el primer plano de Cage. Personalmente, lo mejor de Mandy es su primera mitad. Uno asiste fascinado a ese universo paralelo creado por Costamos de colores magenta, granate y azul, muy en la línea de un giallo alucinado, así como a la loca presentación de los villanos y sus fechorías psicotrópicas. Es como si en un oscuro cuento, Cage y Mandy vivieran en una especie de Edén visitado repentinamente por fuerzas del averno. La segunda mitad, la enloquecida y mastodóntica venganza, renuncia por completo ya a cualquier atisbo de realidad o verosimilitud (si en algún momento la hubo), para caer en una orgía visual absoluta. Entre lo atroz, lo cómico y lo absurdo, Costamos crea un ambiente inenarrable. Y ahí empezó el concierto realmente. El público no sólo aplaudía: gritaba, chillaba, pataleaba, reía… Fue un festín visual y sonoro absoluto, pues la música no dejaba de atronar y el estilo visual aún se volvía más abigarrado según avanzaban los minutos. En el plano final el público se puso en pie estuvo aplaudiendo un par de minutos. El subidón era tremendo y la sensación de ir colocado a la salida del cine era más que disfrutable.
Si hubiera visto Mandy en mi casa o en un pase convencional en Madrid, seguramente pensaría diferente, pero lo de aquél día en el cine Retiro fue una celebración del cine tan grande que no puedo más que rendirme a Cosmatos, Cage y Mandy.

(Extracto del artículo "5 días en Sitges", dentro del blog "Antes de parpadear" https://robergcuesta.wixsite.com/antesde)
SyckBoy
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Desenterrando Sad Hill
Documental
España2018
7,1
3.049
7
18 de octubre de 2018
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Festival de Sitges, día 3.

Tras un paseo por la playa, un bocadillo y un café bien cargado me fui a ver mi tercera proyección del día: Desenterrando Sad Hill. Seguro que este nombre le es familiar a cualquier fan de Sergio Leone y especialmente a aquellos que hayan visto repetidas veces esa capilla sixtina del espagueti western (del cine en general) que es El bueno, el feo y el malo. Sad Hill era el nombre del cementerio donde tenía lugar el antológico y climático trielo (duelo a tres) entre Lee van Cleef, Eli Wallach y Clint Eastwood. Y es a ese lugar de ficción donde nos quiere llevar esta película, pero con el pequeño detalle de que el lugar existe, y está en la provincia de Burgos. Y esa es la magia de esta pequeña gran historia, hacernos saber que aquél lugar que pensamos sacado de un sueño, se puede pisar, tocar, oler… e incluso puede que tenga una tumba con nuestro nombre. La aventura en la que se embarcan los protagonistas de Desenterrando Sad Hill tiene algo de mágico y de revelador, pues nos pone ante la evidencia física de que le cine puede influir tanto en la gente como para cambiarles la vida, o al menos para ayudar a darle un sentido inesperado. La proeza de la asociación Sad Hill no es tanto recuperar este cementerio, que también, sino recordarnos cómo una pasión puede llevarnos a lugares increíbles, incluso puede transformar la ficción en realidad. Es el cine entendido como labor alquímica. Es una película que todo cinéfilo debería ver. Cuando acabó la proyección en el cine Prado la ovación duró varios minutos, la más larga que he escuché en todo el festival. Los emocionados creadores de la película nos comentaron que su intención era que se reconociera el cementerio de Sad Hill como patrimonio cultural, y así conseguir que la junta de Castilla y León ayudara a su conservación. Ojalá y sea así. Yo quiero mi cruz en Sad Hill.

(Extracto del artículo "5 días en Sitges", dentro del blog "Antes de parpadear" https://robergcuesta.wixsite.com/antesde)
SyckBoy
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7
18 de octubre de 2018
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que nadie en el Auditori esperaba algo tan extraño y desconcertante como Under the Silver Lake. Definir la segunda película del director de It Follows es harto complicado. Transita sin duda los senderos pynchonianos de Puro Vicio: antitrama neo-noir, tono de comedia surrealista, protagonista algo ido pero entrañable y acumulación de sucesos a cuál más absurdo e inexplicable, que parecen no llevar a ningún sitio. También hay algo de El largo adiós de Altman, de El gran Lebowski (la sombra de Chandler es alargada) y es imposible no pensar en la influencia estética de David Lynch y su Mulholland Drive. El torrente de referencias a la cultura pop es continúo y su historia sobre mensajes ocultos y asesinos de perros y dioses (dog o god, según de que lado del cristal se mire) está encaminada sobre todo a hablarnos de la influencia de esta cultura en nuestra sociedad. La propia peli es una endiablada amalgama pop que nos muestra un LA perverso en el que las actrices se prostituyen y las continuas fiestas ofrecen un panorama desolador de vacío y estupidez. El tono que consigue dar Andrew Garfield a su personaje es perfecto, entre lo atractivo y lo patético, lo idiota y lo ingenioso, a veces es desternillante y otras le deseas la muerte. Esto demuestra la versatilidad de este actor (piensen sino en su papelón en Silencio, tan lejos de este) y lo desaprovechado que ha estado hasta hace poco.
La respuesta del Audorori hacia esta película tan críptica y desconcertante fue un medio aplauso que duró escasos segundos. Under the Silver Lake da para varios visionados y tengo que reconocer que en el primero fascinó. A pesar de encontrarme bastante perdido durante la proyección, pasados los días la película seguía dando vueltas y más en mi cabeza.

(Extracto del artículo "5 días en Sitges", dentro del blog "Antes de parpadear" https://robergcuesta.wixsite.com/antesde)
SyckBoy
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8
18 de octubre de 2018
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sitges, día 3.

La tercera película del día en el Auditori fue toda una revelación. La italiana Lazzaro Felice comienza su relato con un tono de puro realismo rural, al estilo de los hermanos Taviani, dibujando una sociedad muy cerrada y aislada que remite a épocas pretéritas en las que el feudalismo aún regía las vidas de los campesinos. Desde el comienzo el personaje de Lazzaro está rodeado de un aura especial. Todos parecen aprovecharse del inocente y laborioso chaval, como si del tonto del pueblo se tratara, pero está claro que en Lazzaro hay algo único. A partir aquí poco más se puede contar salvo que la película adquiere una cualidad mutante, que justifica plenamente su presencia en un festival como Sitges. Por aquí circularán los Rocco y sus hermanos de Visconti, el Milagro en Milán de Vittorio de Sica e incluso Los olvidados de Luis Buñuel. Todo mezclado con un tono cercano a lo milagroso, que funciona de forma totalmente orgánica, a pesar de que pudiera parecer imposible a priori. Los dos grandes giros de guión que hacen mutar el relato entran de forma tan fluida, tan alejados de cualquier aspaviento, que parecen algo natural, irremediable. Es de esas pocas veces en la que la etiqueta de obra maestra es inevitable y nada exagerada. Se llevó merecidamente el premio de la crítica del festival.

(Extracto del artículo "5 días en Sitges", dentro del blog "Antes de parpadear" https://robergcuesta.wixsite.com/antesde)
SyckBoy
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