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España España · Valladolid
Críticas de Marcos B
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Críticas 76
Críticas ordenadas por utilidad
7
8 de octubre de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terminé de ver 'Blade Runner 2049' con sentimientos contradictorios. Por una parte tenía la película original grabada a fuego, y por otro lado quise renegar del nuevo trabajo de Denis Villeneuve. No importaba lo mucho que me hubiera preparado para este estreno, porque siempre estaría la legendaria producción de 1982. Una de las películas que me sirve de vara, para medir cómo debe ser una película. Un patrón lleno de genialidades y casualidades, que describen una misteriosa ecuación arrebatadora.

Dormí mal esa noche. Di muchísimas vueltas intentando derribar los cimientos de '2049', intentando que lo intocable, supliera a lo nuevo. Que Los Ángeles 2019 fuera la única pieza válida, y que Roy Batty fuera el único poeta de las Puertas de Tannhäuser. Me levanté apesadumbrado, porque la había visto y la estaba reprimiendo. Me ardía el pecho mientras los ecos de '2049' se intentaban abrir camino hacia mi mente. Pasó la mañana, pasó la jornada, pasó una conversación. Ya no era el mismo. No hay manera humana de engañar al corazón.

Y me asomé a los paisajes de '2049' a través de mis recuerdos una vez más. Ya sin fronteras ni eclipses; dejando bombear sangre sin emponzoñar al resto de mi cuerpo. Y vi a K sobre la nieve. Una persona íntegra, y consecuente con los dictámenes de su corazón. Rememoré su periplo por la distópica California, y me restultó demasiado familiar. Escuche los sonidos del presente, y en palabras de Gaff: —se había hecho un buen trabajo— Cada vez tenía menos motivos para defenestrarla deliberadamente, porque el flechazo se había producido casi de inmediato. Tan sólo había que quitar vendajes, y empezar a desangrarme. Estaba enamorado.

Y vi de nuevo a K, a Deckard, a Joi, a Roy, a Gaff, a Niander... Apenas tenía motivos para no amarles en su conjunto. Decidí finalmente exhumar los restos enterrados en mi mente, y abrí el féretro. Allí me esperaban Denis Villeneuve, Roger Deakins, Hampton Fancher, Hanz Zimmer, y un travieso Ridley Scott con una extraña media sonrisa dibujada en su mejilla. Una figura sin rostro dejó un Unicornio de papel, mirando frente a frente a un Caballo de Madera. Miré la base del caballito, y no tenía grabado nada. Miré al pasado, asentí al presente, y divisé el futuro sin miedo.

'2049' era mejor de lo que pretendía que fuese. Me senté y me puse a escribir, mientras los latidos de mi corazón se sincronizaron con la mente. Había sucedido otro milagro.
Marcos B
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5
10 de julio de 2022
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante estos instantes en que los conflictos bélicos recorren el este de Europa, llega a nuestras pantallas el último trabajo hasta la fecha del afamado director británico, Terence Davies (‘Voces Distantes’, ‘The Deep Blue See’). Lo hace casi un año después de su presentación en el Festival de Cine de San Sebastián, y repartiendo disparidad de opiniones durante su primer fin de semana en cines españoles. ‘Benediction’ conserva las principales características de su autor, sin renunciar a su tempo lento y cierta aspereza formal en su narración.

Toma como premisa principal la biografía de Siegfried Sassoon (Jack Lowden / Peter Capaldi), condecorado militar en los primeros años de la Gran Guerra, que con el paso del tiempo advertirá un conflicto alargado innecesariamente, presentando su renuncia en el frente; llegando a ser internado en un sanatorio dedicado a las enfermedades nerviosas y psiquiátricas. Es allí, donde su pasión por la literatura da paso a su prolífica creación lírica, con un potente componente antibelicista. Deprimido por el fallecimiento en la guerra de varios amigos y compañeros, empieza a explorar con intensidad el amor con varios hombres internos en la institución. Momento de máximo esplendor dentro de su creación, aunque también irá comprobando como los amores y desamores se deshacen con la misma facilidad que un nudo; ligado a añoranzas que nunca terminan de cicatrizar. Un tormento que le conduce a un permanente estado melancólico que le acompañará hasta el final de sus días.

Terence Davies, recurre en este trabajo a un uso especialmente denso para mostrar la biografía de Sassoon. Hace utilización de numerosas declamaciones poéticas, que aunque muy hermosas, resultan reiterativas en el conjunto filmico total. Lenguaje erudito y elitista, representativo del estrato social del poeta, que, sin embargo, corre el riesgo de sacar al espectador de la película debido a su longitud. Los diálogos más interesantes y efectivos suceden durante la primera tercera parte de la película.

No obstante, Terence Davies, se muestra hábil con la exquisita puesta en escena y la dirección de vestuario. Los diferentes lugares y sus entornos están provistos de una belleza singular, con una recreación de la época extenuante. Su manera de concatenar secuencias con imágenes de archivo de la Primera Guerra Mundial, es efectiva, instructiva e interesante; en muchas ocasiones es cuando mejor funcionan las poesías recitadas. Engalana sus pasajes a través de música de la época y composiciones de Igor Stravinsky, siendo evocadoras de una imaginería especial que en ciertos momentos eclipsa a la propia película.

El británico filma una película ampulosa en prácticamente todos sus aspectos. Aspecto que seducirá y lastrará sus 137 minutos. No es sencillo hacer pie o llegar a la sensibilidad que pretende alcanzar; si bien es cierto que tiene momentos extraordinarios que aprietan el corazón en un puño, son las secuencias interpretadas por Peter Capaldi, en su papel de maduro Sassoon, las que más impactan al espectador. Un público que puede sentirse cansado e incluso dolorido, a causa de un intenso trayecto, con tramos que no funcionan con la misma intensidad y sabiduría. Pese a todo, es cautivador comprobar el buen hacer de Davies. No se traiciona a sí mismo y, aunque no llegue de la misma manera en el compendio total, da pie a conocer una biografía de un literato fascinante. Enorme y desigual, es un retrato barroco con altibajos en busca de la ansiada bendición.



https://cinemiamor.wordpress.com/2022/07/10/la-valentia-es-cobardia-in-extremis-benediction-2021-terence-davies/
Marcos B
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7
29 de octubre de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen películas de extenso metraje, que por mucho que lo intenten, no son capaces de contar apenas nada. Hay películas que por más y más que intenten impactar no pasan de un mero divertimento. Luego existen las que con un minutaje escueto, consiguen atrapar la alquimia, la magia, y el elixir del equilibrio simbólico; son aquellas que con menos son más. Son esas las que en esta ocasión me interesan: aquellas que no dejan saber por donde empezar.

¿En qué lugar reside la emoción palpitante de un instante? Esa es la pregunta que me llegó a la mente nada más finalizar el nuevo film de los Hermanos Nasser, porque hay ocasiones en el que un cúmulo de situaciones y vivencias tienen como final un único momento. Ese, lleno de gozo, de meta, y felicidad.

Una película no ha de estar llena de momentos perfectos para que un final sea catártico o renovador. ‘Gaza mon Amour’ es un fresco de pequeños momentos, dentro de algo tan grande como la existencia misma. Son esos momentos en los que Issa, nuestro protagonista pescador, sale a faenar con su barco por las noches en la franja de Gaza, expuesto a la rutina pertinaz pero sin renunciar a su objetivo. Ese tipo bonachón que fríe pescado mientras escucha canciones de Julio Iglesias, y se acicala por inercia pensando en Ella. Ese que se enreda en estatuas apolíneas en erección y hace que su corazón comience a bombear a borbotones. El mismo Issa que recorre las calles de la ciudad, con el único de objetivo de prestarle un paraguas en esa mañana lluviosa, y no teme hacer el ridículo con el dobladillo de los pantalones.

Hacer una pequeña historia dentro de parámetros clásicos, no en pocas ocasiones, es una de las cosas más complicadas. Hay que saber medir los tempos, conocer la técnica, mover la cámara, e intuir cuando y de que manera debe entrar la música. Es fundamental acompañar el periplo con una fotografía acorde, desde los momentos más oscuros en la noche, hasta esas ensoñaciones tórridas teñidas de rojo pasión; jugueteando con un guion revoltoso en un mundo que amenaza con derrumbarse en cualquier momento, desconociendo en que momento será el próximo corte de luz o el próximo bombardeo, para finalmente tomar la decisión más importante de tu vida y llegar a ese momento definitivo.

¿Puede una película durar un solo minuto? Sí y no es la respuesta, porque en ocasiones, muy pocas veces, el título crédito más importante de una historia ha de surgir segundos antes de dar por terminada la historia, sin que eso haga desmerecer un pasado lleno de momentos más o menos acertados. Hacer que una sonrisilla cómplice se dibuje en el rostro, y que antes de volver a la luz de la sala de proyección nos dejen contemplar nuestras redes de pesca. Porque Issa pesca, vaya que sí. El riesgo de sobrepasar la franja merece la pena.
Marcos B
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8
28 de febrero de 2015
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ésta es de las que te pillan de improviso, de aquellas que por agenda y demasiado material acumulado, dejas para otra vez. De esas que no puedes quitarte de la cabeza, una vez que ves el cartel, y finalmente te presiona de forma inconsciente para que no quede en el fondo del baúl. Y como un pecador en busca de absolución, acude a la llamada sin saber demasiado bien porqué; saltando al vacio sin conocer si el precipicio tiene o no fondo.

La voz más hipnótica, de las que quedan de la vieja escuela nacional, se encarga de abrir el telón, con prisas y sin dejar que terminen los títulos de crédito de inicio. La Razón y la Pulsión se ven por vez primera las caras, y de manera hermética, el truco de magia contagia su fascinación y obsesión. El conejo sale por primera vez de la chistera, y no parece haber solución posible al enigma. A un lado un libro de matemáticas, al otro un borrador y unas tizas. Elipsis y reinicio, tan sólo habiendo pasado unos minutos desde el comienzo del film. Magical Girl...

... o Lucía Pollán totalmente entregada al ritmo de su anime favorito. Un padre y una hija caminando sobre el alambre. Planos medidos a escala, hechos por la razón, pero con un punto dejados a la intuición autoral, y por extensión al espectador. La narración avanza y las piezas hacen su aparición. La fina hebra invisible que une el universo de varios, en favor de un cosmos indeterminado, bello, turbio y cautivador. Géneros llenos de impurezas, en los que resulta imposible saber en que tipo de película nos encontramos ¿Drama?, ¿Noir?, ¿Terror? No resulta fácil conocer los bordes, que delimitan las viñetas que propone Carlos Vermut. Y cuando parecía que llegabamos a alguna parte, elipsis. Magical Girl...

o Barbara Lennie en el personaje más misterioso, que ha tenido el cine en mucho tiempo. Cálido vomito de femme fatale, que entreteje destinos. Salida de las sombras, con una iluminación inédita y diseñada por y para un único personaje; que bebe Sailor Moon, mezclado con tranquilizantes e hipnóticos de laboratorio. Fragmentos de cristal roto y sangre dividiendo el rostro. Caliente, cachonda, perversa, y llena de pulsión; La Niña de Fuego dicen que es, la que bebe sus lágrimas porque muere de sed. Un alma oscura en busca de salvación, que no duda en transitar los lúgubres pasillos de la Habitación del Lagarto Negro. Ángel caído en busca de su Arcángel, en lugares de extraña simetría, buscando la cura a sus cicatrices y siniestro deambulear. Guapa, pérfida, perversa, alma gemela. Elipsis. Magical Girl...

o Bárbara junto a José Sacristán. La pieza que falta y que no se encuentra. Aquel que decide deconstruír lo construído, bajo un pasado de penurias. Amor y sexo prohibido nunca nombrado. Ángel destructor que calma la sed, a contracorriente paternofilial. Que no entiende de vestidos japoneses, de enfermedad ni padres deseperados.

La senda tenebrosa de una espiral obsesiva, plasmada en imagen digital. Repleta de tragedias pintadas en claroscuro, sin mostrar porque no lo tiene, aquello que una vez difícilmente consiguió acariciar.

Manolo Caracol se encarga de contarlo, por si alguien tiene dudas. Elipsis. Magical Girl.
Marcos B
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7
7 de abril de 2023
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La emoción de descubrir a una nueva persona, cómplice en sintonía y reciprocidad, que sorprende y te sorprenda levando anclas; decapando sólo con su presencia la gruesa capa del paso del tiempo. El resurgimiento de esa chispa que, en tantas ocasiones, se desdibuja y hace perder la perspectiva de quienes fuimos y nos convierte en almas irreconocibles que apenas ya dejan adivinar su perfil. Esa otra persona que de forma directa nos interpela con frescura e inteligencia, devolviendo el lustre a virtudes que se resisten a caer en el olvido.

La magia de la noche parisina nos presenta a Charlotte (Sandrine Kiberlain) y a Simon (Vincent Macaigne), ella separada, él casado, ambos con hijos. El final de una primera cita que supone el comienzo de una relación de entendimiento entre los dos, frente a una vida sin reproches situada en márgenes secretos. Cruce de miradas y diálogos que despiertan y estimulan: ella, manteniendo lejos la pasión (o eso dice); él, apasionado irremediable que afirma comprender los términos de lo establecido (o eso dice).

Emmanuel Mouret, nos despierta del letargo con esta certera comedia que seduce con su representación de la realidad y lo cotidiano. Estrenada en la Sección Oficial de Cannes 2022, encandila con su puesta en escena y un afinado conjunto de diálogos y situaciones que sorprenden por su espontaneidad. La capacidad de devolver la juventud en bloques breves y desiguales. A veces son días, en otras ocasiones semanas; visibles y vedados son los encuentros en el parque, un hotel o un museo, compartiendo un gusto por cierta intelectualidad que hacen guiños a fórmulas que nos recuerdan a Woody Allen. Cada frase, cada línea, rejuvenece con un sentido divertido del sexo y la relación de pareja cuasirohmeriana, que se aleja del tedio y reconforta con cada escarceo arrebatado a una rutina de la que en ningún momento se reniega.

Pasamos del frío del invierno al siguiente verano. El encuadre se llena de esas siluetas que otorgan vida a parajes condenados al vacío, ahora trufados por la recuperada nueva juventud de sus protagonistas, víctimas del deseo de revivir y el atrevimiento por sorprenderse. La cámara nos muestra su affaire y desenvoltura con elegancia y ese subrayado que hace de lo trivial algo excepcional.

Valioso y “peligroso” es aquello que se intuye y deja en el tintero. Aquello que podría ser más, en detrimento de reglas autoimpuestas que pueden restar química a un romance mayor. La oportunidad pasada, presente y futura, que pasa por la sala oscura de un Bergman recuperado y que, lejos de ser un impedimento, refresca y nos permite mirar hacia delante, sean cuales sean las circunstancias actuales, saliendo disparados con amistad genuina, agarrados de la mano, como dos adolescentes que disfrutan de un encuentro fortuito y breve, sin atisbos de desperdiciar ni un momento más.

La propuesta de Mouret es hermosa. Tiene brío y posos del disfrute sincero tomado a pequeños sorbos. Sus personajes se sienten más jóvenes de lo que son, porque realmente jamás han deseado dejar de serlo. Recursos del hoy, puestos al servicio de ese algo interior del que no se puede escapar; con una sonrisa inevitable al finalizar, en este breve trayecto al que le pusimos el nombre de Vida. Aquello que fuimos, eso que innegablemente somos.



https://cinemiamor.wordpress.com/2023/04/07/mas-de-lo-que-dice-cronica-de-un-amor-efimero-2022-emmanuel-mouret/
Marcos B
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