Interesante película de corte costumbrista que sabe bucear en la intimidad personal para presentar un panorama privado y que, desde el punto de vista cinematográfico, resuelve todos los escollos con una naturalidad que apabulla.
Su sencillez narrativa es contundente, a pesar de su candidez, y la descripción de los personajes resulta tan espontánea como profunda.
Plantea su tesis como una cuestión dialéctica entre la banalidad y el dramatismo de las situaciones cotidianas como si quisiera elaborar un tratado de psicología pero sin ninguno de sus tecnicismos.
Diáfana, reveladora e inesperada, la producción de C. Goretta consigue atraer la atención desde el comienzo y mantiene el interés hasta el final de la proyección.

La película que dirige A. Román relata los legendarios hechos que culminaron con el final del dominio español en el archipiélago tagalo.
Se trata de una narración sucinta del asedio en la que se exaltan los valores castrenses.
Desde el comienzo llama la atención su austeridad tanto desde el punto de vista formal -por el modo de hacer cine- como por sus vertientes contextual y de contenido.
Todo resulta modesto.
La ambientación es correcta y la historia está bien contada.

Divertida peripecia muy del gusto del público infantil que permite pasar una entretenida velada familiar.
La sencillez del formato narrativo y la idoneidad del argumento le confieren un atractivo especial y cierto matiz de dulzura no exenta de esa pizca de dramatismo que sirve para marcar el contrapunto.
La animación es efectiva de manera que los lances de la acción siempre están envueltos en una atmósfera radiante, incluso en los momentos en que las cosas parece que se tornan oscuras.
Esa habilidad para presentar las dos caras de la moneda sin excesiva tensión es la mejor tarjeta de visita del episodio que protagonizan los famosos personajes.

La trama resulta muy interesante pero su planteamiento se extiende más allá de los tres cuartos de hora y eso resulta carga onerosa porque nunca el contexto debe ocupar el espacio que corresponde a la acción propiamente dicha.

Durante el resto de la proyección la narrativa es sencilla, directa y efectiva.
Los personajes están bien definidos y su caracterización psicológica se ajusta a los requerimientos de la obra, la banda sonora acompaña con buen criterio el curso de cada escena y L. Mottura sabe proporcionar a la historia ese sello entre sórdido y dulce que G. de Maupassant -autor del relato- había plasmado en su texto escrito.

La película presenta un original estilo narrativo que se apoya en intermitencias para saltar entre las historias y proporcionar al celuloide un aspecto espiral y ladino.
Allí se combinan profecías y distopías, el pasado y el futuro, la música y el cieno, la crueldad y la piedad, sombras y luces para alumbrar una tramas que desean comunicarse entre sí.
La ambientación, la fotografía, la descripción de cada lance y el ritmo de la acción configuran un universo cinematográfico de inmenso valor y acreditan la capacidad de T. Tykwer y de las hermanas Wachowski pata desarrollar con solvencia un proyecto tan ambicioso.
Y también para plantear sus tesis con claridad meridiana.

Aunque podrían haberse ahorrado parte del metraje.