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Críticas de GonzaloyGracias
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Críticas 208
Críticas ordenadas por utilidad
7
14 de noviembre de 2022
32 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
En "Master Gardener" ("El maestro jardinero"), de Paul Schrader, (película de clausura del festival), retoma el guionista y director uno de sus temas fundamentales: la redención y la posibilidad o imposibilidad de una segunda oportunidad. Lo hace a través de este jardinero jefe de un jardín señorial, y a la vez monitor de varios jóvenes aprendices. La jardinería, su práctica, nos devuelve a la tierra, a su olor, a los ciclos de la vida, a ver sus ritmos en cada una de las semillas y plantas que vemos crecer o morir. Hay jardines cartesianos, jardines asilvestrados..., tantos como posibilidades en la vida. ¿Hay predestinación o destino? Schrader se lleva interrogando sobre estas cuestiones durante toda su ya larga obra creativa. Schrader, mediante sus personajes, quiere librarse de la predestinación y alcanzar su destino. El destino está oculto siempre y es quien decide, aunque hay que estar dispuesto a recibirlo.

Es lo que le ha ocurrido a Narvel Roth (Joel Edgertun), que ha dejado de odiar a cierta gente diferente a él por su color de piel sin saber porqué lo hacía, que ha traicionado a sus antiguos correligionarios neonazis, y que ha cambiado de nombre y de vida al ingresar en un programa de testigos protegidos. Ahora es jardinero jefe, un maestro, al servicio de una dama estirada y exigente, Norma (Sigourney Weaber). Pero el pasado siempre vuelve, no como farsa pero sí como variación musical: regresa porque el pasado no está a nuestras espaldas, sino delante de nosotros, aunque no lo creamos así. Narvel Roth al encontrarse con Maya (aprendiz en su jardín) tendrá que ajustar su papel con Norma y realizar cierto ajuste de cuentas con una parte de su pasado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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7
14 de noviembre de 2022
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jafar Panahi, director y actor en su película, donde hace de sí mismo, rueda a distancia, desde su portátil y cuando hay cobertura, pues se encuentra en una aldea de Irán fronteriza con Turquía, y el equipo de rodaje se halla al otro lado de la frontera. No es por gusto, sino por la imposibilidad de rodar en su propio país.

En tanto, en la aldea donde Panahi se encuentra refugiado, un paisano le cuenta que le acompaña por la calles del pueblo en sombras porque hay osos y resulta muy peligroso ir solo. Poco antes de llegar al salón de los juramentos, le descubre que ya no hay osos y que solo usan ese camelo para asustar, para meter miedo. En la sala donde a Panahi le quieren obligar a jurar que no ha hecho una foto retratando a una pareja, ocurre algo parecido: un paisano le dice que se puede mentir en el juramento, que siempre se ha mentido. Todo es un trampantojo, claro está, desde el cual el poder utiliza el miedo para mantener sojuzgados a sus súbditos, y lo hace en nombre de sagradas tradiciones, cuando lo único que pretenden los poderosos es mantener su estatus. Es una vieja historia (sí), pero es que cuando abrimos los ojos, sigue ahí.

Jafar Panahi llena de cargas de profundidad su última película. Condenado por el régimen teocrático de Irán a seis años de cárcel por sus críticas al régimen, Panahi ha rodado en condiciones extremas, como en “Esto no es una película” (2011), que rodó en su casa. En “No hay osos”, las condiciones del rodaje vuelven a ser extremas, con el equipo de rodaje y los actores al otro lado de la frontera, y el director dirigiendo con un portátil desde un cuarto alquilado en una casa de una aldea. La película que Panahi rueda en Turquía habla en la ficción de la inmigración a Europa, a través de la historia desesperada de una pareja que reúne dinero para huir de Irán, a la vez que la realidad, en ósmosis, cala la ficción, pues vemos las angustias de esas personas que son los dos actores que también necesitan huir de Irán hacia Europa.

Realidad y ficción se funden, se confunden, y a la vez vemos una película, un documental y un trozo de noticia que pudiera estar sucediendo ahora mismo. Son distintos planos, los de la ficción y la realidad, que se cruzan, se interponen, proporcionado una enorme riqueza de significados. Y lo hace con pocos medios, casi espartanos, con un estilo sencillo que oculta un guion y una planificación milimétrica.

La estancia de Jafar Panahi en la aldea tampoco es tranquila o pacifica: él solo quiere rodar a distancia una película, pero el hecho mismo de tomar una foto puede provocar un terremoto, pues quizá ha fotografiado al azar a una mujer con un hombre que no es el elegido por las respectivas familias para un matrónimo concertado. No hay forma de huir de la realidad que te rodea, parece decirnos Panahi, que sabe bien de lo que habla. Como en un melodrama (y esta película no lo es), la realidad aporta dos finales terribles a las historias de las dos parejas que solo quieren libertad y algo de prosperidad. En tanto, Jafar Panahi, actor y espectador de su film, tiene que ir se del pueblo ante presión de sus moradores y de las autoridades.

Una joya.
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6
23 de octubre de 2022
31 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía fundadas expectativas puesta en esta película. Primero por Juan José Millás, del que soy lector habitual, tanto de su obra narrativa como de sus artículos periodísticos, que no me suelo perder.

Pero también por Félix Viscarret, cuya colaboración en la serie "Patria", me había parecido excelente. Por tanto, esa conjunción de una novela de Millás, "Desde la sombra", y del buen hacer de Viscarret, auguraban una posible gran película.

Un carpintero es despedido después de veinte años de trabajo. Su reacción es huir, salir corriendo, pues su mundo se ha venido abajo. En la sociedad en la que vivimos algunos no entienden la vinculación personal y sentimental (aparte de la económica), entre el trabajador y su trabajo y lo que supone de ruptura emocional un despido.

El trabajador despedido acaba refugiado en un armario que a la vez acabará en la habitación matrimonial de una familia. Desde ese armario nuestro héroe empezará a intervenir como un fantasma en las vidas de esa familia, a la vez que nos va desvelando su propia mundo real, el de un solitario, y el imaginario. No conviene contar más. Hay que ver la película.

Por otra parte, hasta ese momento y un trecho más del film, todo ha sido contado con intensidad, casi intriga, dándonos a conocer a los personajes y preparándonos para esa vida de encerrado en el armario del protagonista, de su coexistencia secreta con los miembros de la familia y nos ha introducido en el mundo imaginario del protagonista donde se autointerroga a sí mismo como si fuera el invitado a un programa de entrevistas de máxima audiencia o donde recurre a la seriedad de Iñaki Gabilondo para que este le haga las preguntas adecuadas.

Para los lectores de J. J. Millás estas situaciones en sus obras son conocidas y familiares. El escritor se apoya en el lenguaje, en su ingenio verbal, en un humor negro muy particular, para sostener sus tramas y el mundo interior de sus personajes. El lenguaje literario, digamos, nos lo hace creíble, nos los hace sentible. Funciona.

Es en esta parte donde la película de Viscarret empieza a perder la intensidad que había conseguido mantener al espectador intrigado. El mundo imaginario de Millás no es fácilmente traducible al lenguaje cinematográfico; es más, corre el riesgo de hacerse un tanto trivial y reiterativo. La película se recupera en alguna escena más, alguna magnifica (como la del correctivo a un novio abusivo), pero acaba deslizándose hacia cierta insustancialidad, sobre todo en esas escenas innecesarias en su extensión del marido y la amante.

Quiero destacar la formidable interpretación de Paco León, que crea un personaje reconocible en nuestro entorno y verídico. A pesar de la pegas, recomiendo verla.
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8
26 de octubre de 2015
25 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica película de un debutante Thomas Bidegain.
Desde el inicio juega con el equívoco: estamos en una feria de música country, con los participantes disfrazados de cawboys, con las bandera de las barras y de las estrellas ondeando al viento... Pero los aficionados al country hablan francés. Y en breve se inicia el drama, un drama tremendo, la hija de uno de los participantes ha desaparecido siguiendo los pasos de un novio yihadista.
A partir de aquí el padre, preocupado y finalmente obsesionado inicia una búsqueda sin cuartel por Francia, Bélgica, Holanda. Las relaciones con su pareja, con su trabajo y su entrono se deterioran irremediablemente. El padre es un macho alfa y encara la situación como tal... y casi siempre de forma equivocada.
En un extraordinario cambio de escena, observamos que han pasado varios años y que el padre continúa la búsqueda de su hija acompañado por su hijo, que en el inicio del film era un niño y ahora es un joven.
Si hasta aquí parece que nos encontramos ante un Centauros del desierto (The searchers) contemporáneo, el director da un giro de tuerca bastante lógico, y es el hijo, el hermano de la desaparecida, quien continúa la búsqueda.
Un gran guion pleno de giros lógicos, con personajes poderosos, cercanos, comprensibles, y una conclusión final que va más allá de la que aportó el guion de Centauros, propia de un género que nos hablaba de un territorio mítico en el que movían héroes míticos.
Cawboys habla de un mundo real y cinematográfico desmitificado
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7
28 de octubre de 2020
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
--"Preparativos para estar juntos durante un periodo de tiempo desconocido" ("Felkészülés meghatározatlan ideig tartó együttlétre") de Lili Horvát, o "Prepararse para un periodo indefinido de tiempo juntos" (según el traductor automático húngaro/castellano): que es algo parecido pero no igual.

Suspender el juicio o nuestras alarmas sobre lo que es verosímil o no, es lo que nos propone la directora de esta película: una neurocirujana húngara se enamora en un breve encuentro de un colega y compatriota de viaje profesional en EE.UU. No intercambian números de teléfono o direcciones@, sino que quedan citados en el puente de la Libertad de Budapest un día y una hora concreta: las cinco de la tarde.

No descubro nada -se halla en la sinopsis sobre el film- si cuento que él no se presenta y que en el encuentro posterior -ella lo busca, claro está- negará conocerla.

Tras un desmayo más que justificado, la enamorada decidirá quedarse en Budapest y trabajar en el mismo hospital donde ejerce él. Su currículum se lo permite (me refiero al hecho de ser contratada ipso facto).

A partir de este prometedor momento se inicia el intríngulis de la película: ¿lo que nos ha contado la mujer es realidad o fantasía? ¿Es un hecho incontrastable y él es un cabronazo, o ella transita por terrenos a los que la psiquiatría pondría un nombre? ¿Él es una construcción del imaginario de una mujer que ha inventado a su enamorado?

La respuesta..., viendo el film.

Pero estamos ante una obra de arte: lo que nos inquieta viéndola es esa suspensión del juicio (como decía antes), que la cineasta propone a los espectadores. Realmente, todos los hechos circunstanciales que junta al directora en la trama de la película nos hacen vacilar entre una interpretación u otra.

Es el mérito de este film. Para conseguirlo cuenta con un guion sutil, medido, atento al detalle y a los tiempos narrativos. Con una actriz que emana fragilidad (como todo enamorado no correspondido) y tenacidad: como todo quien quiere cumplir su deseo.

(El hecho de que sea una enamorada valiente, y no un enamorado, introduce un motivo de reflexión que dejo para otro momento o para voces más autorizadas).

La fotografía y la música son fundamentales para crear esa sensación de que la enamorada se mueve entre la realidad y la imaginación. Fotografía de celuloide (parece ser), de tonos fríos, salvo cuando la cámara se acerca a la actriz: Natasa Stork, espléndida en su papel. Un amor.

La música merece también su pequeño apartado: me parece exquisita. Y no soy melómano.

A mí me ha gustado. Bastante.
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