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España España · Madrid
Críticas de Charles
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Críticas 1.065
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
16 de mayo de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encanta.
David Lynch, pasado el temporal, como quien tira el envoltorio de un chicle, dijo que esto era un rejunte de cortos y experimentos que andaba él filmando allá por los dosmiles, le pegó el telefonazo a Laura Dern y seguro que se lo pasaron de miedo rodando "macabronadas" (cosas macabras + cabronadas).
Quiero decir, hay gente que se lo pasa fetén retocando y repitiendo las fotos que va a poner en Instagram, pero el bueno de David disfruta dejando fluir las ideas, sin que le sobren medios para rodar. Una cosa es la misma que la otra, aunque las dos no sean lo mismo, si se entiende.
Pero lo verdaderamente gracioso, casi mortal, es leer por aquí encendidas y furibundas críticas, crónicas de alguien que se lanzó a una aventura para descabezar un dragón, o irritados astronautas que no encontraron la manera de clavar bandera en el planeta Lynch.

Obviando el hecho de que (solo) hablamos de una "antología traviesa" que ni busca coherencia... ¿cuál es el objetivo?
Se antoja estéril, rancio y hasta infantil proclamar a los cuatro vientos que el emperador está desnudo, y que pasando a través de sus elefantinas tres horas se le ha vencido. David Lynch ya estaba desnudo, creo yo, y a todo aquel que ha seguido su obra con atención le da bastante igual, porque el tipo derrocha honestidad en cada cosa que ha parido.
En 'Inland Empire' puedes entrar o no entrar: si entras para explorar el terreno y establecer contacto con tribus nativas serás bienvenido; si entras para hacer sangre se la vas a hacer a una persona muy parecida a ti que puede que (sorpresa) seas tú.

Dicho eso, en verdad no se puede decir nada.
Lynch se ha asegurado de crear una bestia cinematográfica sideral, expansiva a cada escena vertida, agresivamente esquiva cuando se la quiere encajonar.
No "va" de algo: se queda, expectante, a que te acerques, y entonces se aprovecha de que la proverbial cara de Laura Dern es la mejor guía que podrías desear, para infectar esos sentidos tuyos que no se pueden agarrar a ninguna racionalidad.
Los espacios escapan de su literalidad, podrían ser falsos o hacerse pasar por verdad, si bien ni con esas podemos asegurar que el continente esté cerrado.

Es decir, la disfruté con luces apagadas, y estoy convencido de que si llego a mirar detrás de mí habría visto otra pantalla, otro espectador interrogante en la oscuridad, una cadena infinita celebrando nuestra capacidad de canibalizar el entorno para creernos otra realidad.
Y en esas, algo rima, a algo te agarras, como los confusos productores se agarraron a la frase promocional "una mujer en problemas", y sí, puedes certificar que esa mujer, desde luego, está en problemas, porque temes que no vuelva del fondo oscuro del set, o te entristeces al verla recién atrapada en la casa de muñecas pladur donde una colección de sexo casual "clavó" a otras tantas como ella.
Cual mariposas que querían volar en la escena hollywoodiense, y se han quedado haciéndole coros al polvo.

Lo escalofriante de este "imperio del interior" subyace en su capacidad para crear espacios, que funcionen dentro de si mismos pero "no-del-todo", y en última instancia se autodestruyen, dejando un leve poso en la odisea de esa mujer con problemas, como otra muesca más en su desesperación para escapar de la pantalla que la aprisiona.
Si somos capaces de llorar por conejos en seria tertulia (apuesto, no sé por qué, a que son la traslación de Lynch de la moderna sitcom), qué no haríamos por ella.
Laura Dern, su personaje, la actriz que interpreta, la mujer que se cree que es, quién sea, si pudiera salir, nos daría un abrazo. Por las molestias causadas, que no dejan de pertenecer al territorio estandarizado de la sitcom conejil.
Pero nos las hemos creído. Hemos ido con ella hasta la caverna más oscura del pladur, y hemos enfrentado el dragón más terrorífico de todos (anda, al final esto sí podía ir de dragones): la certeza de que jamás, jamás de los jamases, nos esperará nada allá fuera parecido a lo que sentimos en este imperio.

Le doy las gracias a Lynch, no por creerse emperador, si no por abrir una puerta que ni sabía que existía.
Por desprenderse de códigos de narración, y hablar en un lenguaje inventado que cobra sentido cuando se escucha con atención.
No creo en el "poscine" ni nada parecido: creo en el valor de todo esto para despertar emociones que de otra forma ni me habrían tocado.

Y si solo queda despedirse porque la escena ha cambiado demasiado... qué mejor que un totum revolutum de todos los personajes que por la pantalla han pasado.
Charles
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6
14 de mayo de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película de escaleras.
Escaleras, o cintas, mecánicas.
Aparatos que, por supuesto, nos llevan a un destino, pero a uno que no tenemos prisa por alcanzar: no hay nada allí que nos incite a caminar.

Titta Di Girolamo es así.
Un hombre en pausa, llevado, en aparente control de la situación, pero en última instancia plegado a las circunstancias que le han traído a esa escalera que le transporta con parsimonia.
La suya es la tragedia moderna: si me muevo, mal; si me adelanto, mal; si me salgo, doblemente mal.

Y aún así, a veces no puedes evitarlo.
Puedes construir muros, cuidar los hábitos, enganchar los sentimientos para que nunca más corran desbocados.
Pero vivir en este mundo gasta, y mancha. Tarde o temprano hay que tomar una decisión.

La gran, reconfortante idea de esta pequeña, pequeñísima historia, es que... tú también dejarás tu mancha.
Tal vez pequeña, tal vez escondida a simple vista.
Pero, si tomas la decisión correcta, con mucho más poso que las circunstancias que te hubieran gobernado.

Una victoria para los que a veces hemos sido muy Titta Di Girolamo.
Charles
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4
14 de mayo de 2020
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fácil comparación.
Si 'Verónica' era el jamón de jabugo 5 jotas que haría que cualquier guiri dijera "esto muy bueno"... 'Malasaña 32' es el jamón de supermercado que te traes en la maleta por cumplir.
Ambas dos llevadas con los mismos ingredientes eh, pero con una diferencia clamorosa: honestidad.

Que quién tiene tiempo para eso en la industria, me podrá argumentar cualquiera, o quién lo necesita cuando los dineros van a llegar igual, también es verdad.
Pero es el principal motivo por lo que toda la historia de españolitos venidos a la gran ciudad se me cae enseguida, se convierte en tren de la bruja del todo a cien y alguien, por favor, tendría que extirpar la rancia convención de poner musiquiña alegre (cuanto más castiza mejor) punteando toda siniestralidad.
Solo hay monigotes a los que les pasan cosas, oh sí, cosas relacionadas con Galerías Preciados o Pegaso, pero monigotes a fin de cuentas, tan solo soportes para el susto de turno subiendo el volumen.

Es paradójico, ya lo señalan otras críticas, que el único momento de verdadero pánico es cuando El Banco te asegura que esa casa te seguirá a la tumba, y arrancará la última peseta de las manos frías y muertas de tus hijos.
Ahí estaba el ángulo perfecto para encarar la cosa, y no en tanto aparecer de fantasmón, con la torpeza por bandera cuando se trata de establecer una mínima angustia o atmósfera.

Lo dicho, estoy seguro de que algún esfuerzo le habrán puesto.
Pero el sabor propio lo ponen la gente a la que le pasan cosas, no los adornos que les rodean.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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7
14 de mayo de 2020
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuesta mucho sacudirse la tradición del bienestar.
Qué bien, la casita ya nos podemos permitir.
Ala, y luego el nene.
Je je, luego vienen las noches sin dormir.
Ja ja, luego los silencios incómodos del desayuno.
Ahí va, la promoción se hace de rogar, daría la sensación de que estás trabajando para nunca llegar.
El sabor de la comida se olvida, los placeres mundanos se difuminan.
Espera, si este era mi sueño ideal.

'Vivarium' tiene trazo grueso en su metáfora, pero crea un mundo tan alienígena, y a la vez tan reconocible, que solo puedes seguir el viaje, y desear que a ti nunca te pase.
A saber, una pareja va a mirar la casa perfecta (ojo, SOLO a mirar) y acaban quedándose con un pack completo que no les está gustando, sin nadie a quien reclamárselo.
(Lo gracioso es pensar que, de haberse ganado todo eso durante años de vida normal, lo llamarían "progreso" o "la cosa está yendo bien")

Algo huele a podrido en la manzana infinita de casas preestablecidas, perfectamente amuebladas, donde doblas una esquina y te encuentras conque hace ya mucho que elegiste el nido, pero no tenías derecho a escapatoria.
Gemma y Tom están bien proveídos, tienen la vivienda, pueden sentarse tranquilamente a esperar el fin del mundo, pero... los humanos tenemos una narrativa grande incrustada en el cerebro, que nos hace pensar que estábamos destinados a algo más, o en su defecto, que somos los únicos que ven el engaño, mientras los demás se conforman como borregos.
Lo más terrorífico es pensar que llegará un punto en el que te preguntarás por qué andas cargando con ese niño, cuando solo querías bailar con tu pareja, una vez más.

Directa, rara, repleta de gustosos detalles y sin plegarse mucho a lo convencional.
Necesitamos más audiovisual que nos agobie con todo lo que creemos que está saliendo bien.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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8
13 de mayo de 2020
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Efectivamente, es lo que es.
Historia típica, gastada, en otras circunstancias arrastrada.
Pero: las partes.

Raro es el actor o actriz que no está en su sitio, a la altura de lo que se le pide, no pasando por encima de lo planteado.
Rarísimo el momento en que no hay una contestación inteligente, o un balanceo de lo que se espera de esta comedia adolescente versus lo que no se espera.
Y entonces la reformulación funciona: porque a veces es algo tan incierto y abstracto como que el guión no moleste, y los encargados rellenen con carisma el resto.

Si nos ponemos técnicos y pedantísimos, a Shakespeare también le pasa, pues hay algunos montajes dedicados a él que son infumables, y otros que consiguen dotar de significado adicional a lo que ya existía sobre papel.
Lo mismito pasa aquí: Heath Ledger y Julia Stiles lo llevan excelente, Joseph Gordon-Levitt se retira cuando llega a ser cargante, y hay fina ironía recorriendo cada diálogo.
Eso luego hace que lo bonito, lo amoroso y pasteloso, funcione sin necesidad de que tengas que rotar los ojos a la parte posterior de tu cabeza.

La historia que todo malote, toda asqueada con el mundo, quisieron vivir en el instituto.
Como una de Shakespeare, pero bien contada al público que más tenía que escucharla.
Charles
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