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España España · Shangri-la. Andalucía
Críticas de Maggie Smee
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Críticas 374
Críticas ordenadas por utilidad
7
29 de diciembre de 2018
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la proyección de “Lo que esconde Silver Lake” tuve una sensación inusual de embotamiento, tanto argumental como visual, pero en sentido positivo, de hecho aún sigo dándole vueltas. Hacía tiempo que no me ocurría algo así y, también, que no veía una reacción tan dispar entre los asistentes que me recordó al término de “El árbol de la vida” de Malick: mientras una pareja recriminaba el uno a la otra que tenían que haberse metido en otra película, otros algunos salían enojados y tres amigos comentaban tranquilamente la película y todas sus claves... había de todo. Y es que “Lo que esconde Silver Lake” no es apta para el “gran público” que consume sobre todo cine comercial. Para mi sorpresa, este tipo de cine no se suele estrenar en Navidad, aunque entrara en cartelera cual broma el día de los Santos Inocentes, que es cuando las salas proyectan cine familiar a destajo, en muchos casos, de la peor calaña. Al menos yo agradezco el riesgo y la iniciativa de salvar la cartelera navideña.


“Lo que esconde Silver Lake” ha sido para mí un buen film, no del todo rematado, qué pena, con momentos absolutamente arrebatadores, filmada con un lirismo del mejor De Palma, con cierto aire a lo Lynch pero como afectado por Paul Thomas Anderson, Tom Ford, Cronenberg o Jack Smight, rindiendo tributo a Hitchcock y haciendo guiños constantes al cine y a muchos de sus mitos: desde Janet Gaynor, pasando por Marilyn Monroe o James Dean, eso sazonado con el mundo del cómic, de las conspiraciones, de los mensajes secretos en el mundo del arte, la música y la literatura, yendo desde el más puro estilo negro a Pynchon, Auster, J. F Bardin, Westlake o historias que se entrelazan a lo Carver como dirigía el gran Altman. Muchas cosas, quizás demasiados ingredientes, pero creo que aunque haya subtramas o detalles que se le escapen, demasiado bien ha salido su denso guión, con una dirección en la que David Robert Mitchell, tras su “It Follows” rodada hace cuatro años, ha demostrado haber tenido una progresión como autor y como creador sorprendente. Admirable que haya encontrado producción para este inclasificable proyecto. En España hubiera sido impensable que se hubiera llevado a cabo, y encima con un reparto, en la mayoría, no muy conocido, pero que no es impedimento para que todos sus actores se desenvuelvan muy bien, incluso seguro que a más de uno y de una podría significar su descubrimiento, liderados por Andrew Garfield en uno de los papeles más difíciles que ha desempeñado.


Su “look” visual es notable, gracias a un estupendo trabajo de Mike Gioulakis a la fotografía, que inserta breves pero interesantes escenas de animación. En cuanto a la banda sonora, Rich Vreeland, aunque en su comienzo resulte algo grandilocuente luego va como anillo al dedo, con empaque y garra, en la que entrelazan casi un centenar de canciones. Su banda sonora, al menos en canciones, es abrumadora.


El resto, desde el montaje al sonido, hacen un gran esfuerzo por seguir la línea marcada por su “autor”. Ya en el spoiler comentaremos más, pero quiero dejar claro que rompo una lanza a favor de “Lo que esconde Silver Lake”, película tan extravagante como peculiar que me impide recomendarla a cualquiera, porque para mí es un tipo de cine de autor que desgraciadamente, el engancharse a él o el jugar a lo que te plantean no está al alcance de todos. Creo que esto es disculpable entre los espectadores, pero entre los críticos, se supone que “profesionales” o de renombre, es imperdonable que sus pocas entendederas, su sensibilidad de “chichinabo” y su discutible gusto caprichoso o formación de cuarta, les haya impedido ver más allá de sus narices al no defenderla, aunque sea parcialmente, y sigan cobrando un sueldo y disfrutando de un inmerecido estatus entre los espectadores más ingenuos. Por todo ello se trata de una de las buenas películas olvidadas del año, pero que sin duda pasará ser película de culto. Afortunadamente para ellos este es un país sin memoria y con el tiempo cambiarán de opinión, como ha pasado en más de una ocasión, pero para su desgracia para eso está la hemeroteca, para comprobar lo cicateros que fueron en su día.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maggie Smee
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8
25 de marzo de 2021
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es innegable que este año de pandemia, tan extraño como corto en acontecimientos taquilleros, la Academia de Hollywood aprovechará para saldar cuestiones pendientes: se notan ciertas novedades, como el hecho de ser el primer año que hay nominadas dos directoras o el nominar al primer actor negro ya fallecido y que puede ser el ganador al mejor protagonista, Chadwick Boseman, como en su día lo fue Peter Finch por su electizante labor en “Network, un mundo impacable”, y, así, como ocurrió en los Globos de oro, también premiar una actriz negra como protagonista, cosa que hace tiempo no ocurre. ¿Se acordarán de Glenn Close aunque sea como secundaria o tendrá que seguir esperando? En fin, la susodicha pandemia nos ha privado de grandes superproducciones, pero, al menos, nos ha dado más de una producción modesta de gran calidad, por ejemplo el caso presente.

“Nomadland” está rodada en Arizona, California, Dakota del Sur, Nevada y Nebraska, entre otros estados, a lo largo de meses y sin la presión de un gran estudio (aunque sea la sucursal de la potente “major” Fox, la Searchlight, la que ande detrás de su distribución, junto a Disney). Han realizado un film inusual, más apropiado para el cine independiente que para arrasar en una ceremonia de los “Oscars”, pero tan hermosa como necesaria, y que, muy pocas veces, en la industria comercial, sobre todo en este siglo XXI, el cine ha posado su mirada en gente nómada, casi “outsiders”, que vive en modestas caravanas, como consecuencia en este caso, muchos de ellas víctimas de la crisis económica, con una filosofía de vida alejada de lo establecido y gran humanidad.

Este es el tercer largometraje de la directora china Chloé Zhao, que es también la responsable de su montaje. Tras “Nomadland”, independientemente de que se alce o no como ganadora en los “Oscars”, la trayectoria de su directora ha dado un giro de ciento ochenta grados, ya que, en su cuarto largometraje, anda sumida en la gran producción de Marvel producida por Disney en solitario y por todo lo alto, “Eternals”. No sé los motivos que han provocado semejante cambio, pero bueno, sean cuales sean las razones (experimentar con un gran presupuesto, con los últimos adelantos en efectos especiales o comprarse un chalé) está en su derecho y nadie le va a quitar los méritos logrados.

He de precisar que “Nomadland” no va a gustar a espectadores con poco bagaje en la vida o poco “viajados”, es decir, que igual han ido de hotel en hotel desde India a Brasil, pero no han “vivido” por donde han pasado. Tampoco a los que no conocen la faceta ni de mochilero, que es más incómoda, o “caravanero” si se me permite el término. Ni a los que busquen películas convencionales será su público, y me temo (ahí van muchos), que a los que se encuentren personalmente en una situación parecida a la de la protagonista, porque supongo que no les servirá de evasión. Esto último no lo afirmo con convicción afortunadamente.

Pero lo que para mí ha supuesto “Nomadland” ha sido ver, antes que nada, una película con poesía intrínseca, con espíritu libre, algo habitual a finales de los sesenta y durante los años setenta y que, paulatinamente, esta característica, fue desapareciendo en la mayoría de las películas que posteriormente nos fueron llegando. Ese “algo” tan difícil de lograr, cuando se nos proporcionaba, ese espíritu venía enlatado o más bien prefabricado. Por eso el título de mi comentario, o crítica, como quieran llamarlo, es “Easy rider (Buscando mi destino)”, porque sin tener absolutamente nada que ver con la citada película de Hopper, entronca con un cine comprometido, despegado de las exigencias más comerciales y con una identidad propia. No es un film documental, como muchos han pretendido calificarlo, está más cerca del “cinéma verité”, así de simple. Y quien deduzca que por ello es “gafapasta” es un ignorante.

Frances McDormand (coproductora del film) es Fern, su protagonista. Ella hace un excelente trabajo, sutil y lleno de franqueza. Está acompañada de David Strathairn, muy eficaz y creíble, junto a un grupo de actores aficionados o no profesionales, que además, utilizan para sus personajes sus nombres verdaderos, quizás para darle a todo un aire de autenticidad. Todo está muy bien definido, tanto los personajes, como sus circunstancias.

La atmósfera sonora de Ludovico Einaudi es estupenda. Creo que este será el año de su lanzamiento mundial. Tras una larga trayectoria en muchas clases de proyectos y películas, al haber participado Einaudi en este film y en “El padre”, de Florian Zeller, parece que las puertas de Hollywood se le abren de par en par. Ya veremos. También para el encargado de la fotografía, Joshua James Richards, es su espaldarazo. Ya había trabajado en muchos cortometrajes, en anteriores films con Zhao y en films independientes, como la británica “Tierra de Dios”, de Francis Lee. Él es un experto en incluir el paisaje como un personaje más, y aquí realiza su mejor trabajo, por lo que ha sido nominado de justa manera. No llega al virtuosismo de los films de Malick, porque se alejaba de la propuesta de la directora ni tampoco se trataba de eso, pero si es verdad que se aproxima a la capacidad de visión de “su eminencia” Roger Deakins.

Por último, dentro de la gran galería de personajes que se nos presentan, creo que hubiera nominado como actriz secundaria a la que encarna a Swanki. Hay casos, por ejemplo, como el de Haing S. Ngor, (ganador por “Los gritos del silencio” que desbancó dudosamente entre otros al gran Ralph Richardson o a John Malkovich, nada más y nada menos), que sin ser actor profesional, contó con una carrera, o Harold Russell (ganador por “Los mejores años de nuestra vida”) mostró que era un buen actor. Charlene Swanki, que ese es su nombre, es conocida en las redes y nómada en la vida real desde hace años. Mujer muy currada en estas lides y también comprometida, interpreta un personaje muy especial, no a sí misma, con mucho corazón, como todos los que en ella aparecen.
Maggie Smee
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7
20 de mayo de 2016
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
La comedia romántica es uno de los géneros, quizás el que más, que con el paso del tiempo, lo han ido empobreciendo paulatinamente, y sus posibles innovaciones han sido para mal. La mayoría de los productos que se lanzan en la actualidad, sea vía cine o televisión, dan de lado cualquier atisbo de inteligencia o crítica, apoyándose en conceptos prejuiciosos sobre la pareja, a base de arquetipos, confundiendo lo que es ser empalagoso con ser romántico y además utilizando ciertas dosis de caspa ideológica. Lo que antes suponían películas que creaban modas, hacían pensar o encandilaban a la audiencia de una manera más honesta, ha dado paso a insalvables mediocridades, algunas muy dañinas para cualquier persona que tenga dos dedos de frente.
Por eso creo que “Noche real”, sin ser una obra maestra, supone un oasis en medio de este deprimente desierto y que merecería estar mejor valorada por los usuarios. Es un ejemplo de lo que es una película “de género” bien facturada, cuidada en muchos aspectos y suponiendo hasta cierto aire fresco. Porque, aunque tampoco innove, sus claves están muy bien definidas, estando más cercana del mejor cine clásico que de la simple basura consumista y se agradece su visionado. Eso se nota entre los espectadores asistentes, que salen con una agradecida sonrisa.
Aprovechando una anécdota histórica, (siguiendo, aunque de lejos, el modelo de lo que era por ejemplo “Vacaciones en Roma”) Trevor De Silva y Kevin Hood han realizado un buen guión que es ágil, muy “british”, ya que la historia lo requería, con buenos “gags” y unos personajes con los que fácilmente el espectador se identifica. Julian Jarrold lo ha dirigido con cierta inspiración, puede que, tras sus devaneos en anteriores trabajos, haya aprendido a tomar las riendas con determinación.
Una vez más, algo que dentro de ciertos países es común como Reino Unido, se trata también de un film que luce su ajustado presupuesto, sin despliegues pero sin carencias. Sabiamente se ha ambientado en el Londres de los años cuarenta del siglo pasado, ya que han utilizado escenarios ubicados tanto en Reino Unido como Bélgica, con un notable vestuario, adecuada banda sonora o decorados y atrezzos prácticos, que potencian la credibilidad del relato.
Y el mayor logro, al menos para mí, es su excelente elenco. Desde el camarero que sirve champán, personaje que parece sacado de las comedias de Blake Edwards, a la amplia galería de secundarios, coronados por una contenida Emily Watson, aunque sin duda, la partida la ganan sus dos protagonistas: la estupenda Bel Powley como Margaret, que es de lo mejor de la película, acompañada de Sarah Gaddon como Elizabeth, un cometido más desagradecido que su compañera pero que defiende bien. Es un placer comprobar que en manos de un buen director cualquier actor o actriz puede crecer enormemente. A Sarah Gaddon la vimos recientemente en otro film de “reinas”, la desafortunada versión de la “Reina Cristina”. Aquí, con un papel de más relevancia y dificultad, demuestra más eficacia.
El éxito de la película en taquilla no ha sido deslumbrante, puede que por esa razón nos ahorremos una nueva moda de mostrar “anécdotas” reales de diferentes países. No sé si España podría entrar en ese género si le diera por mostrar las leyendas, no sé si urbanas, a saber, del rey emérito D. Juan Carlos, con su moto eludiendo los escoltas y recorriendo Madrid, aunque, pensándolo bien, aunque sea otro tipo de humor, no sé si serían tan divertidas.
Maggie Smee
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10
15 de abril de 2013
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Lo importante es amar” es hoy por hoy una película de culto, aunque evidentemente no siempre fue así. De hecho París Match la calificó con acierto, y no sé si como medida de prevención, como “un puñetazo en plena cara”. Provocó que un amplio sector conservador intentara boicotearla, a los que se sumaron los cinéfilos más “puristas” de gustos institucionalizados. En España se recupera la versión íntegra cuando se repuso en 1984. Con el paso del tiempo se ha visto que el ucraniano Andrzej Zulawski no sólo hizo su obra maestra, si no que creó un estilo de “nervatura”, de crispación, aumentado por la cámara en mano y que luego ha sido imitado hasta la actualidad, pero que en su día resultó bastante chocante, muy rompedor. Para colmo el clima de la película es muy real, tenso y casi asfixiante, sumido en una estética “feísta” y violenta que turba. Zulawski siguió en esa línea con la magnífica y aterradora “Posesión” y con “La mujer pública”, notable película sobre la alienación y de la que se me antoja que sirvió de cierta inspiración a Aronofsky para su “Cisne negro”. Luego su director parece que tranquilizó su tumultuosa vida (cerrando el capítulo de los innumerables problemas con el régimen polaco) rodando casi todo en Francia, aunque en un plano más esporádico. Y fue Romy Schneider la que impuso al director, desconocido (y censurado por las autoridades polacas), para salvar un proyecto arriesgadísimo en muchos sentidos. Delerue hace una de sus composiciones más personales, a base de temas muy cortos de duración. Mientras la percusión y los instrumentos de viento desempeñan un papel agresivo, los instrumentos de cuerda sirven sobre todo para dar lirismo a la desgarradora historia de amor. Aronovich a la fotografía hace un espléndido trabajo capaz de captar hasta la más mínima intención en la mirada de sus actores, sea por ejemplo el fabuloso momento de Jacques Dutronc en los servicios o el mismo arranque de la historia, con una Romy Schneider perfecta y que ganó el primer César del cine francés que se otorgaba por esta interpretación de la ya mítica Nadine. Creo que nunca la he visto tan conmovedora, tan desesperada, luciendo una belleza natural casi sin maquillaje y sin operaciones, algo poco usual hoy día. Y se podría hablar más de esta magnífica película, pero por falta de espacio opto por recomendarla y que sea el espectador quien juzgue. Grandes escritores y críticos la han alabado, por ejemplo Andrés Aberasturi le rindió un precioso artículo (dedicado a una amiga suya ya fallecida, Maite, creo recordar), y también sé que la defensa que hace de ella Carlos Boyero irrita a más de uno. Pero es que “Lo importante es amar” sigue provocando opiniones muy encontradas, sigue viva y no es una película fácil de ver, sobre todo para el espectador medio acostumbrado a historias de amor más convencionales y edulcoradas.
Maggie Smee
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3
8 de mayo de 2014
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me llama la atención que este guión se base en una novela, al parecer nada breve y con continuaciones. La adaptación puede que no haya sido acertada, pero los elementos que maneja los he visto mejor llevados a cabo hasta en guiones que desgraciadamente nunca verán la luz. Y es que está de moda dentro de la ciencia ficción, el centrar la historia en el futuro y donde alguien, en este caso una chica “descubre que es diferente” al tener poderes o una inteligencia superior al resto, da igual. Eso mezclado con crisis social y un nuevo orden político como telón de fondo. De cómo se barajen sus posibilidades dependerán la calidad de sus secuelas pero me temo, que en el mejor de los casos, seguirán la línea iniciada por “Divergente”, que para abreviar, es una película más del género, no es de lo peor que hemos visto pero no le podemos ni dar ni el mero aprobado. Entre el tópico y la desidia se mueve constantemente, con el agravante que de por medio de la acción, se incluya un largo spot nada educativo que induce a los jóvenes a proponer pruebas para mostrar su “valor” tales como saltar a las azoteas desde vagones de metro en marcha que van por el exterior y sin mamparas de protección, claro, o a pelearse entre ellos con saña y sin motivo. La pena es que no incluyan el tirarse desde un trampolín a una piscina vacía. Y todo para ingresar en un grupo de “rebeldes inconformistas” que contradictoriamente se someten gustosos a un régimen que sobrepasa el nivel del pandillero más estricto o el militar, un régimen piramidal y fascista donde todos entrenan mucho pero nadie rechista, no se fuma, ni hay sexo, ni drogas, ni alcohol, ni rock and roll y ni tampoco dicen palabras malsonantes. Todo diseñado para una audiencia no ya joven sino que no estén realmente en este mundo. Sus peleítas se notan que están “coreografiadas” en exceso, no hay tensión dramática o veracidad, y se nota tanto que, con la música que le ponen de fondo parece un video promocional del grupo “Stomp”. Que por cierto su música, en la que también anda ahí de por medio Hans Zimmer es constante, todo está facturado como un videoclip, nunca como un largometraje de cine, y se utilizan canciones como transición entre las escenas, de ahí que incluyan casi dos docenas de temas. En cuanto a su reparto pues los más veteranos llevan a cabo papeles secundarios, destacando el caso de Kate Winslet, no porque su labor sea reseñable (mejor está Maggie Q.), si no porque tiene un papel parecido en longitud, carácter y calidad al que hacía Jodie Foster en “Elysium”. La inexperiencia de los protagonistas se hace más patente cuando comparten escena con los más experimentados, aunque hacen lo que pueden, ellos más que ellas, como los guapitos Ansel Elgort, al que veíamos hace poco en “Carrie (2013)” o sobre todo Theo James, que nos recuerda mucho en algunos planos al actor alemán Moritz Bleibtreu. No hay más en esta nueva franquicia que firma Neil Burger, que se desarrolla en Chicago, ciudad famosa porque el viento suele soplar con fuerza, cosa que en un futuro al menos se arreglará con el cambio climático ya que ese detalle ni aparece en el fim. Pues no hay mal que por bien no venga, digo yo.
Maggie Smee
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