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España España · Cinecittà
Críticas de Xavier Vidal
Críticas 640
Críticas ordenadas por utilidad
9
9 de octubre de 2012
192 de 265 usuarios han encontrado esta crítica útil
Holy Motors es una película tan extraña, tan fascinante, tan hipnótica y tan singular que resulta difícil hablar de ella. Y la hemos esperado tanto que no sabemos si hacia ella sentimos rechazo o pasión desatada. Viéndola como un collage de imágenes abstractas, el film transita unos mundos, unas texturas, unos colores y unas atmósferas nunca vistas que dejan a la audiencia pegada a la butaca. Y si se quiere acceder al corazón del misterio, la película se presenta árida, inexpugnable, poliédrica, esquiva, nocturna. Holy Motors se disfruta en dos planos diferentes. El primero, el más primitivo: la atracción por las imágenes, y aquí Carax nos brinda estampas para la historia. Y el segundo, el más sesudo: el interpretativo. ¿Que qué es, o qué puede ser, o qué quiere ser, o qué intenta ser Holy Motors? Da igual. O tal vez no. O todo lo contrario. Quién sabe.

Hay la descripción de un París familiar pero a la vez extraño, deshumanizado, carnívoro, oculto. Es un homenaje a la figura del actor militante que vive por y para sus personajes, creando a cada función una 'tranche de vie' que es una ficción, o una ficción dentro de una ficción, o un símbolo de la sociedad tan extraña en la que vivimos. Puestos a ir más allá, cabe la posibilidad de que ese actor que muta sea una metáfora del humano moderno, en constante cambio, paranoico e inestable, alguien que como Oscar parte de un no hogar para dirigirse a ningún sitio y que al ser muchas personas termina por no ser nadie, por carecer de raíz, estabilidad e identidad. De no haber crítica podemos regocijarnos en su humor marciano. Y si uno no está para tantas historias, siempre se puede pensar que todo lo visto forma parte de un retablo de locuras, la película dentro de la película que miran los espectadores cadavéricos de la primera escena.

Ver Holy Motors es como intentar contener agua en la palma de la mano: se escapa, cambia a cada segundo, se cuestiona y reformula con una rapidez increíble, desestabiliza al no saber qué será lo próximo y deja la sensación de una película tan viva como muerta que de alguna manera es un género cinematográfico en sí misma y es una mezcla de cosas, es unidad y es mosaico, es puro cine y al mismo tiempo pura figuración. Desde la duda, pero con la certeza de que Holy Motors cala hondo, Carax ha logrado una obra maestra a la que tendremos que volver queramos o no para redescubrirla, diseccionarla, saborearla. Un juego de espejos, de caras y de reflejos, que tiene su punto culminante en la escena musical protagonizada por Kylie Minogue. Sea fruto de la genialidad o de la trampa Holy Motors ya es la horma del zapato y la recurrente obsesión de este cinéfilo que cree que Los amantes del Pont Neuf es un peliculón incomprendido. Carax sigue siendo el raro de la clase, el cineasta marginado y el artista maldito. ¿Será Holy Motors autobiográfica? Véanla, ámenla u ódienla, pero opinen. No les dejará indiferentes.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com
Xavier Vidal
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8
6 de febrero de 2012
139 de 163 usuarios han encontrado esta crítica útil
Take Shelter es una película de una belleza bizarra. Es uno de los dramas recientes más conmovedores. Es uno de los thrillers más espeluznantes. Ante todo una marcianada. Y si se la sabe apreciar, un pozo sin fin de referencias, de metáforas, de sutilezas. Porque Take Shelter es de esas cintas que crean fascinación, cuyo final conecta con sus primeras escenas por lo que puede vivirse y visionarse en un bucle sin fin. También es una 'película mundo', con una coherencia visual impecable, capaz de construir un imaginario propio y potente. Se la puede considerar una 'película experiencia' porque logra ponernos en un estado de tensión constante, dibujando un crencendo de gran intensidad. Film de culto inmediato y una de las sorpresas más agradables que nos depara este 2012. Acójanse a sagrado y escóndanse en el refugio más cercano porque está a punto de estallar una bomba de buen cine.

Take Shelter es una mezcla de géneros. Hay muchas subtramas dentro de esta historia de un padre que quiere proteger a su familia cueste lo que cueste. Estamos ante uno de los retratos más sorprendentes de la América profunda religiosa y conservadora, supersticiosa y rural. Una gran metáfora sobre la incomunicación verbal y emocional. El recuerdo de un pasado que pesa como una losa y condiciona toda una vida. Una mención a la crisis financiera y el impacto en la sociedad. Una apuesta arriesgada con ecos de apocalipsis religiosa. Una historia mística y elegíaca que cuenta un fin de ciclo y un inicio de etapa. Y por encima de todo, una historia 'de miedo', pero de un miedo casi metafísico: 'el miedo al miedo', terror a lo que vendrá, pánico por repetir los errores de nuestros progenitores.

Nichols logra que todas las piezas de Take Shelter encajen a la perfección, y para mayor mérito juega con las distintas posibilidades de una historia que si bien en su interpretación no todo vale sí es lo suficientemente rica como para dibujar una polifonía de posibilidades y significaciones. Take Shelter hay que pensarla, pero sobre todo sentirla: por eso es tan difícil de explicar una película de tormentas imaginarias, de ciudadanos corrientes reconvertidos en profetas al borde de la locura, de cielos esplendorosos que se despliegan ante los ojos interrogantes de un hombre que no sabe si está viviendo, alucinando o soñando.

No dejen que les cuenten nada antes de verla. Sorpréndanse al leer que Michael Shannon logra la interpretación del año por encima incluso de los aspirantes al Oscar en un cruce fantástico entre el Nicholson de El resplandor y el Gyllenhaal de Donnie Darko. Crean que Take Shelter tiene a la mejor Jessica Chastain vista hasta la fecha. Y no exagero si digo que la noche después de verla no logré pegar ojo. Take Shelter cala los huesos y pone a prueba los cinco sentidos del espectador. Un espectáculo memorable, grandioso y épico.

Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities
Xavier Vidal
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Searching for Sugar Man
Documental
Suecia2012
8,0
28.292
Documental, Intervenciones de: Sixto Rodríguez
8
13 de noviembre de 2012
126 de 143 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las mejores películas son las que cuentan las mejores historias. Es importante tener unos buenos actores, un buen guion de base y a poder ser un productor de confianza, pero sin buenas historias estamos perdidos. La mayoría de films que se estrenan en las salas casi nunca tienen un argumento potente. Searching for Sugar Man reúne todos los ingredientes del mundo para ser una película poco o nada atractiva: documental (género que tenemos pocas ocasiones de disfrutar en pantalla grande, por lo general bastante maltratado) musical (con el peligro que eso conlleva: parece un film 'para fans') sobre un cantante que nadie conoce (ni tan siquiera tenemos un nombre de peso que justifique el visionado del film). Pues bien: es una obra apasionante. Puede que no sea la mejor película del año si valoramos cuestiones técnicas o si nos ceñimos a los criterios críticos que queramos, pero es de lejos la mejor historia de este 2012. Y encima real. Tan real que parece mentira. Vaya, que debía convertirse en película. ¡Y qué peliculón!

No se debe contar demasiado sobre quién es el Sugar Man del título y quién le busca con tanta pasión como para hacer una obra audiovisual al respecto. Mejor asistan a la sesión vírgenes. Y flipen. Y si todo esto no les anima, deben saber que Searching for Sugar Man es una historia bigger than life típicamente yanki, al mismo tiempo una apasionante cinta policíaca llena de misterios, una posibilidad de sumergirnos en los entresijos de las compañías discográficas y un cuento grandioso sobre los caprichos de la fama y las verdaderas prioridades de la vida. En el fondo no estamos lejos de un fairytale con mensaje y final feliz a ritmo de folk. La ópera prima de un sueco que viaja hasta Suráfrica para encontrar las pistas de un artista de raíces mexicanas que publicó dos discos en el Detroit de los años 70. Entretenida, conmovedora, absolutamente arrebatadora y fascinante.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com
Xavier Vidal
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7
27 de mayo de 2018
131 de 155 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos lo saben arranca en las tripas de un campanario. Mientras leemos los títulos de crédito, el engranaje viejo del reloj de una iglesia se pone en marcha. Con el repique de las campanas, una paloma empieza a agitarse e intenta escapar por la pequeña brecha de la esfera. Luego, la imagen cambia y vemos unas manos con guantes de látex recortando las noticias de unos periódicos. La historia comienza segundos después, pero Farhadi para ese entonces ya ha dejado su simiente. La promesa de una tragedia que, efectivamente, no tarda en llegar. Un estilo, en esencia, que sólo le pertenece a él y que en esta ocasión se traslada hasta la España rural, sin que por el camino acuse las diferencias culturales e idiomáticas. Es más: se diría que el iraní evoca al mismísimo Lorca, al fatum clásico, al tiempo en todo su simbolismo. Más español, imposible. También universal.

Lo que sigue a ese prólogo es, probablemente, lo mejor que ha rodado Farhadi en toda su carrera. La llegada de Laura (Penélope Cruz) a su pueblo para asistir a la boda de su hermana pequeña sirve de contexto para mostrar las interioridades de toda una familia. El ojo del director filma miradas que poco a poco irán cobrando sentido, los reencuentros de todos los miembros y las estancias de una casa llena de recovecos. Farhadi rueda con curiosidad y nervio, e incluso en esas estampas de aparente felicidad se intuye un malestar extraño. Cuando Laura coincide con Paco (Javier Bardem), su antiguo amor, la paloma del prólogo sale definitivamente de su cárcel. El mensaje es claro: el caos reina y ya no hay vuelta atrás. La luz anaranjada da paso a la penumbra, el sol se convierte en lluvia y el enlace termina en una partida de Cluedo en la que todos sus participantes tienen mucho que perder. Los mecanismos del reloj siguen funcionando.

Por desgracia, con la irrupción del drama Farhadi pierde parte del control de su historia. Las saetas avanzan, aunque desbocadas. La trama se ralentiza en un sinfin de conversaciones cruzadas, revelaciones más o menos sorprendentes y la aparición de personajes poco interesantes (el policía retirado que encarna José Ángel Egido, el padre beato que defiende Ricardo Darín). Hay, efectivamente, pequeñas muestras de lucidez, pero el relato no puede evitar caer en cierta estructura, ya no de culebrón, sino de teleserie, con macguffins que no llegan a ningún lado, suposiciones que luego no se llevan hasta sus últimas consecuencias y minudencias que, a la postre, resultarán cruciales, a riesgo de que el espectador, para ese entonces, las haya olvidado por completo. Se diría que Farhadi, pese a su innegable vena humana y humanista, constriñe tanto a sus personajes en la matemática del guión que deja la película sin oxígeno. Una pena.

Farhadi subraya la duda que se cierne sobre todos y aquello que antes había evocado por la vía de la metáfora se vuelve evidente, literal, un poco fácil. Lo que no quita que el director, por el camino, permita a sus actores desplegar todo su potencial interpretativo, empezando por la angustia de Cruz y la introversión de Bardem, siguiendo con las aportaciones más secundarias (excelentes Fernández, Lennie, Barea y Mínguez) y acabando con las apariciones más testimoniales (cómo olvidar las caras de esos ancianos que miran el convite con frialdad, puede que con indiferencia o con rabia). Todos lo saben, en esencia, convence por la veracidad de su reparto. La impecable dirección de arte también merece mención: en ningún momento se le ven las costuras a una historia que parece enraizada en la España profunda, con subtextos que evocan un país de señores y campesinos, con la rémora del franquismo a cuestas.

El relato termina con el personaje de Mariana (Elvira Mínguez) sentada en la plaza del pueblo. Nada volverá a ser como antes, o tal vez no. La mujer pide a su marido (Eduard Fernández) que se acerque para hablar con ella. Un operario limpia la calle con una manguera y el agua, enésima metáfora, se extiende como una cortina que poco a poco va difuminando sus siluetas. El telón se baja y aparecen los créditos finales. Muy al fondo, el reloj sigue marcando las horas. Y la sensación que resta es que Farhadi, sin llegar a alcanzar las cuotas de Nader y Simin, una separación, ha facturado una buena película. El tiempo, eso tan caprichoso que la película toma como símbolo y que luego pervierte en su segundo tramo, dirá qué lugar merece ocupar Todos lo saben en el cine español. Porque, con sus aciertos y sus flaquezas, Todos lo saben nace destinada a ser un hito en nuestra cinematografía. Quedémonos con lo mejor: no todos los años podemos presumir de tener nuestros mejores artistas y técnicos bajo la batuta de uno de los cineastas más importantes del momento.

@CinoscaRarities http://cachecine.blogspot.com
Xavier Vidal
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8
21 de septiembre de 2018
114 de 123 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un asunto de familia arranca con el hurto de un hombre mayor y un niño en un supermercado. A medida que los seguimos, pronto averiguamos que no son padre e hijo, que la vivienda donde duermen no es su casa y que las personas con las que conviven, a las que pronto se une una niña desamparada, distan de ser su familia. Koreeda abre la película a un sinfín de lecturas: primero, cuestiona realidades externas a sus protagonistas como la insensibilidad social que sufren los más necesitados, la precariedad laboral y el desamparo de la infancia; y, posteriormente, saca a relucir las partes oscuras de sus criaturas, preguntándose hasta qué punto se pueden establecer vínculos afectivos y efectivos cuando se necesita techo y comida, incluso cuando en lo más profundo de nuestro raciocinio media el desapego que proporciona el saberse parte de un árbol genealógico diferente. En esencia, Un asunto de familia contrapone lo socialmente aceptable con lo legalmente punible, y pone de manifiesto cómo esos conceptos están muy lejos de lo humano. Cuestiones que suenan a ya vistas y óidas en el conjunto fílmico de Koreeda, pero que el director japonés trata con una mirada serena, totalmente renovada, siempre pertinente.

En De tal padre, tal hijo, Koreeda entendía que los vínculos familiares iban más allá de los lazos consanguíneos, una idea que sobrevolaba la unión solidaria de los niños de Nadie sabe. Ahora, con el estreno de Un asunto de familia, puede ser interesante establecer conexiones, ya no de parentesco, sino de fotogramas, entre todas las cintas de Koreeda: no por casualidad, sus películas conviven en un mismo imaginario, dialogan entre ellas, se suman y se complementan. La Palma de oro de Un asunto de familia, como resultado, no debe entenderse como la cima de toda una carrera o la sublimación de su discurso, sino como el acto de justicia poética con el que Cannes, jurado mediante, valoró la militancia y la humilde insistencia de un autor que ha brindado y promete seguir dándonos algunos de los momentos fílmicos más destacados de la contemporaneidad. Tan reconocible que una de sus escenas más emotivas, la despedida en la playa de la actriz Kirin Kiki, la abuela por excelencia de las ficciones de Koreeda que en la vida real falleció debido a un cáncer, nos hace saltar las lágrimas. Tan familiar que el nipón parece hablar de los nuestros, de nosotros mismos. Destellos de magia y sabiduría que elevan Un asunto de familia a la categoría de pequeña joya.

@CinoscaRarities | Más críticas en http://cachecine.blogspot.com
Xavier Vidal
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