En Méjico, junto a los arrabales de la gran ciudad arrasados por la violencia, se encuentra una urbanización cerrada rodeada por un muro y con su propio cuerpo de seguridad. En ese oasis idílico en el que la policía no puede entrar salvo con mandamiento judicial se produce un hecho trágico: unos chavales que han conseguido colarse a robar matan a una mujer y en el tiroteo posterior mueren dos de ellos. Además un vecino, creyendo disparar contra los ladrones lo hace contra un guardia de seguridad, matándole. Uno de los ladrones ha escapado y la directiva de La Zona, para evitar que se les revoquen los privilegios que les permiten controlar su propia seguridad, deciden esconder los hechos a la policía, ocultar la muerte de la vecina, hacer pasar por un suicidio ante la mujer y un infarto ante las autoridades la muerte del guardia de seguridad, y encargarse ellos mismos del ladrón escapado, ahora atrapado dentro de la urbanización. Según van tardando en encontrarle y se ven cada vez más acosados por el policía que investiga la desaparición del muchacho, va produciéndose una auténtica deriva fascista de “todos por la causa” y “el indivíduo no importa, importa el grupo”.

Me ha hecho pensar (a ver si la busco, reveo y subo) en La ola.

Muy interesante planteamiento, llevado a ratos con maestría y a ratos con cierto descuido, lo que deja una pieza irregular, aunque sin duda digna de verse.

Un ministro británico es obligado a presentar su dimisión por un escándalo que no se nos cuenta. Como “premio de consolación” el Primer Ministro le ofrece la posibilidad de ser comisario de la Unión Europea. A regañadientes acepta y comprueba decepcionado que el cargo que se le adjudica es el de Coomisario de Industria (no se indica qué comisariado le hubiese gustado aunque al haber sido “peloteado” por sus conocimientos de exteriores, aunque él no manifieste su interés, parece lógico pensar que ésa hubiera sido su elección). En ese puesto recibe información que ante una fusión que la Comisión ha de aprobar puede desencadenar un terremoto político.

Interesante aunque deja en algunos momentos sensación de que se le podía haber sacado algo más de jugo. Bien interpretada no sólo por el magnífico John Hart y la española Rosana Pastor (aunque su dobladora le da un soniquete que me resulta antipático) sino en general por todo el elenco, la historia interesa desde el principio y hacia el final el descubrimiento de los no dobles sino triples juegos sería digna de cualquier peli de espías tradicionales (de los de la CIA, el KGB y el MI6, por ejemplo). Sin embargo el aire que en todo momento hay de telefilm, con demasiados momentos en los que el protagonista nos cuenta las cosas con el recurso de hablar en voz alta para sí mismo y la moda de las “cámaras bailongas”, entre otros fallitos, hacen que diste de ser una peli redonda. Un tanto excesiva la caricatura del millonario tejano estadounidense con sombrero stetson y rubia despampanante colgada.

Un importante policía mejicano cruza la frontera estadounidense con su flamante esposa parap asar la luna de miel cuando un coche que acaba de pasar a la vez que ellos explota, matando a un importante hombre de la ciudad mezclado en asuntos turbios y a su novia del momento. Inmediatamente llegan a la escena del crimen los políticos locales con la fiscalía y la policía, quedando la investigación a cargo de un capitán de policía basto e insolente, racista y ofensivo, a quien poca o ninguna gracia le hace colaborar con el policía mejicano, aunque ante la evidencia de que la bomba se ha colocado en Méjico, ha de permitírselo.

Al mismo tiempo vemos cómo la mujer del poli mejicano (Vargas de nombre) es amenazada por mafiosos locales que trabajan en ambos lados de la frontera y que tienen familia (hermanos, padres...) que allí van a ser encausados a causa de las intervenciones antinarcóticos de Vargas.

Cuando aparece un sospechoso viable el caso parece encaminado, pero la misteriosa aparición de pruebas que momentos antes no existían hacen dudar a Vargas (y a los espectadores) de su culpabilidad, y de los procedimientos del capitán Quinlan en general. La búsqueda de la verdad sobre éste y otros casos junto con los intereses y corruptelas locales hacen que los caminos de unos y otros vayan entrelazándose hasta un apasionante final.

Fantástica película de cine negro dirigida y protagonizada por Orson Welles con un espléndido Charlton Heston.

Impactantes en ella su uso de luces y sombras, su contraste y la forma en que las alarga (en ocasiones hasta el techo) para que en bastantes momentos sean coprotagonistas, así como la constante música junto con bastantes elementos de iconografía rock (gramolas, coches, peinados...), sin olvidar los planos con ángulos imposibles que combinados con ópticas casi deformantes, que la hacen una película que si puede considerarse clásica por su época desde luego no lo es por su manufactura.

Una “niña medicamento”, concebida expresamente para poder donar médula a su hermana con cáncer, se planta un día a los once años de edad y pide su emancipación médica para poder decidir sobre su propio cuerpo, y cuándo donar o cuándo no. Para ello contrata un abogado e interpone una demanda. Naturalmente esto provoca un enfrentamiento con sus padres que ven su postura como un ataque a su hermana enferma, quien curiosamente no opina en ningún momento sobre la decisión tomada.

Conmovedora, se centra menos de lo que podría parecer en el dilema médico, jurídico y moral (con dos posturas enfrentadas: la de la madre capaz de cualquier cosa por salvar a su hija moribunda y que entiende que la que no lo está la necesita menos, y por otro lado la del abogado que tiene claro que los límites de lo que se puede obligar a hacer a una hermana han sido ampliamente sobrepasados y que si la enferma muere, aún así su hermana también tiene derechos), empleando buena parte de la película en contarnos, a modo de flashbacks, la vida de la familia centrándonos en la hermana enferma, desde su nacimiento.

Un médico, hasta hace poco totalmente feliz con su vida y ahora tratando de reponerse de la desgracia de haber perdido a sus hijos en un accidente de tráfico y lidiando con la depresión que esto ha causado en su mujer, muere cuando en otro accidente está tratando de salvar a otras víctimas. Aparece en “el cielo”, o mejor dicho, SU cielo (que parece haber sido pintado a ratos por Dalí y a ratos por Van Gogh), hecho a la medida de su mundo ideal, donde conoce (y "vuelve a conocer") a otras almas. Sin embargo no puede olvidar el amor y la nostalgia que siente por su mujer, todavía viva y cada vez más deprimida tras la muerte de su esposo después de la de sus hijos.

Con un precioso guion basado (ejem, muy libremente, lo que en este caso da en uno de los pocos ejemplos en que la película mejora el libro) en una novela de Richard Matheson (Soy leyenda, El hombre menguante) y un bonito mensaje, además de una fantástica fotografía, la película es una sucesión de cuadros a cuál más hermoso, desde impresionistas a surrealistas, tanto en el cielo como en el impresionante infierno. Vale la pena verla y vale la pena mirarla, sin olvidar la banda sonora de Michael Kamen.

Puestos a ponerle un defecto, el final-final casi sobra.

Mi nota (pese a que mis almas gemelas -término que se hace curioso utilizar hablando de esta película- le dan un cinco pelado) es un ocho.