Obra impresionante, de dimensiones inmensas. Complejísima en producción, una delicia de dirección, un guion brillante, un montaje y una dirección de fotografía (con el característico constante movimiento de cámara de Scorsese) impactantes.
No sé, es que es una película que me supera. Esta crítica viene a decir; la disfruto como espectador, y la envidio como cineasta. La magnitud de un relato que refleja el cine irreverente dentro de Hollywood, la gracia y audacia de todos los integrantes de esta generación.
Es una película que disfrutarán todos, y amarán los apasionados del cine negro, una que construyó la historia de este arte impredecible, cambiante y provocador. A mí todo el artificio no me importa, y me afecta más Dogville con un par de líneas pintadas en el suelo. Pero agradezco tener obras como estas, cimentando la estructura del un medio que puede ser, todo lo que se le permita ser.

Esta crítica, nace al visualizar la cara que pondré al apreciar la nota que le he puesto a esta película.
Casi puedo sentir las cejas entrechocándose al seguir el número infinito, de arriba a abajo, mientras siento que mi criterio va en descenso a la par de la verosimilitud de este guion... y de la química entre los "enamorados", y del arco del protagonista, y del caos de los actos...
Pero este caos, me fascina.
Escapándose en sentido contrario de toda crítica, se estampa con el argumento fundamental; esta película entretiene y divierte muchísimo. Te mantiene hipnotizado a buen ritmo y terminas con un muy buen sabor de boca.
Adelantando al Lamborghini, consigue con astucia competir en grandes ligas sin maletines de Spacey.
Y, escapando de toda lógica, es abrazando la sátira donde encontramos el sentido sinsentido que refuerza un producto que, no cambiará el mundo, pero maneja altas dosis de calidad cinematográfica.

Pese a este acaparamiento de conocimientos propios de nuestra sociedad New Age, donde todo carece de importancia, incluido nosotros, siento constantemente que mis opiniones no son tan inteligentes y suficientemente elaboradas como las de los grandes críticos y cineastas que escriben en esta página. Sin duda, acumulo títulos, cinematográficos, literarios o académicos, esperando llegar algún día a escribir, a pensar, o a ser como esos afamados e increíbles pensadores de nuestro tiempo. Tiempo, que va acumulándose sin haber sido vivido, para poder vivir, cuando llegue el momento. Y, amigo mío, cuando llega el momento, no me queda tiempo.
50 años de doctor. Una biblioteca particular forrando las paredes, para que la versión joven, inculta e inocente de tu amor de la infancia, te diga, que realmente no sabes nada. “Es como si estos sueños me dijeran algo que no me quiero decir despierto”.
Qué tópico sería decir que esta película va sobre la muerte. Sobre el tiempo. Y qué tópico sería juzgar una película por su tema.
¿Qué queda cuando te vas? ¿A dónde? Quizá podremos racionalizar y acallar nuestro miedo a base de respuestas ajenas. Pero a la hora de la verdad, ni nos acordaremos de las palabras de otros, reviviendo una y otra ves los días en los que no nos atrevimos a ser felices.

Un deseo que se va mascando en la sociedad como conjunto y tiene una finalidad común pero que todavía no está organizada, suele provocar que alguna persona inteligente lo aproveche y lo unifique. Esto como sabréis, pasa en todo momento a cualquier escala (en política como ejemplo más potente).

Dicho pues, ¿a cuánto estamos de que un/a iluminado/a llegue y unifique Instagram, Facebook, Tripadvisor y Whatsapp en un Iphone 10? Posiblemente haga varios años que esto ya no es una idea novedosa para algunos.

Y así vamos, rumbo al catástrofe social al mas puro estilo "Un mundo feliz" creando clones, mientras nosotros volveremos la vista al suelo esperando nuestros corazoncitos en forma de notificaciones.

O bueno, como menciona Rosenstock, mirando las valoraciones en tu crítica de Filmaffinity.

Haneke en su día se recreaba en la apología de la violencia con una película que sólo la mostraba cuando los buenos mataban. Desear sangre y muerte, entretenimiento de circo romano.

Tarantino se conoce, y conoce que lo conocemos. Se ha ganado ese gran privilegio de saberlo artista antes de ver su arte, y tolerar y aceptar su contenido por la bajeza de nuestra ignorancia.

Ignorancia, que nos hace ser monos golpeando un monolito al estallar en carcajadas cuando rompen una mandíbula y afirmar el discurso de una asesina en serie.

El cine era un caldero de aburrimiento a fuego muy lento en una película con una trama escondida en la que tu única certeza es que habrá sangre. Y Tarantino, que sabe que es más que sus cabezas cortadas, te introduce en un drama sobre la decadencia, la superficialidad y la violencia gratuita para terminar dándole a ese espectador a punto de tirar el hueso al espacio, la dosis de espectacularidad morbosa que, pese al desarrollo de dos horas de película, sigue esperando.

Once Upon a time in Hollywood es una belleza para el cineasta, y un aburrimiento para el espectador. Volvemos a la eterna disputa; ¿Debe el artista pensar en su obra o en quien la contempla? Quizá no deberíamos ser nosotros quienes deciden lo que un artista hace con su tiempo, y si lo utilizará para dejar obras como estas, entonces prefiero mil Pollocks antes que una más de transformers.