El pistolero solitario cabalga por la pradera. Vestido con ropas oscuras se acerca a un rancho y pregunta por el camino de Lorsburg. El perro le ladra temeroso. Da las gracias, saluda con frialdad y reemprende la marcha. Pasa por la herrería, "Mi caballo cojea, que lo curen", por la tienda almacén, en la calle niños desocupados jugando ... todos miran con curiosidad al recién llegado.
Un comienzo que con diversas variantes hemos repetido en cientos de nuestras novelas. Se inscribe en el hotel, "Cambiamos las sábanas los viernes". ¿Su nombre? John Gant (Murphy). "¿Gant, el verdadero John Gant?" El obeso y tembloroso hotelero corre a transmitir la noticia por todo el pueblo.
Nadie lo conoce personalmente. No hace falta, la fama le precede. Todos saben que Gant es un pistolero frío que trabaja a sueldo matando en duelos justos a quienes sus clientes le encargan. Siempre en enfrentamientos públicos y siempre a indeseables.
Como no suelta prenda sobre su víctima, en Lorsburg muchos se preguntan ¿habrá venido a por mí? Por que parece que todos tienen algo oscuro en su pasado. Da la sensación que nadie está libre de culpa, "La carga más pesada es la culpabilidad".
Sobre este sencillo esquema argumental se levanta un excelente guion y una gran realización que profundiza sobre el sentimiento de culpabilidad del grupo y del individuo.
Ni los banqueros sin escrúpulos, ni el vanidoso alcalde, ni el voluntarioso sheriff, ni un anciano juez, ni el resto de fuerzas vivas consiguen desviar a Gant de sus propósitos. Únicamente el médico Luke Canfield (Drake), que también hace las veces de veterinario, "El caballo dice mucho de su propietario", conseguirá la confianza del pistolero.
Se trata de un joven que ha estudiado medicina en el Este. Está acostumbrado a tratar "ancianas dispépticas, niños con fiebre y caballos cojos", que receta píldoras y jarabes en lo que parece una tisis, que confía en las virtudes del aceite de hígado de bacalao y en el crecimiento de los jóvenes tras un prolongado reposo en la cama.
La honorabilidad y el prestigio profesional de Luke hace que pronto se alce con la representación de todo el vecindario, "Peligra la salud pública y la estoy tratando". También Gant se siente a gusto con él. Juegan al ajedrez y hablan de sus respectivas profesiones. No tan diferentes al decir del pistolero ... ambas extirpan tumores. El médico inquiere sobre la posible víctima, "Yo no le he preguntado cuántas amígdalas ha quitado". Cada uno con sus secretos profesionales.
El juego que se llevan entre ambos y la presión de la ciudadanía origina un fraseado médico muy interesante: "Hay que tener cuidado con los perros rabiosos y con los lobos", "Gant es una enfermedad para la que no hay cura", "Si por mi fuera ningún resfriado llegaría a pulmonía".
Western psicológico, de intriga, intenso, centrado en el sentido de culpa, el temor y los remordimientos. Todos tenemos algo que ocultar y es que "Las enfermedades de verdad, las importantes, no son nunca las físicas".
Buena tensión dramática, continua pero ascendiendo poco a poco, angustiosa al final para el espectador que ignora todo y no adivina el desenlace. Ritmo sostenido y vibrante.
Personajes fuertes entre los que destaca Gant en una de las mejores interpretaciones de Murphy que conocemos. Es el enemigo de todos. "El pueblo contra John Gant" hemos pensado por un momento titular la reseña siguiendo la terminología judicial americana. Personalidades coherentes, bien delineadas, sin fisuras.
Como ocurre en las cintas de intriga apenas vemos paisajes abiertos. Todo ocurre dentro de Lorsburg, en sus casas, en sus calles ... No hace falta mucho más.
Una buena película, si señor. Para que luego hablemos de Murphy. Muy recomendable.

Uno de tantos westerns italianos de los sesenta que, para darle un aire más americano, hace firmar al director bajo el seudónimo de Al Bradley. Vano intento pues el resultado huele demasiado a cocina mediterránea.
La historia de siempre. Un cacique gordito y malvado, Obrien (Cobianchi), se quiere quedar con todo y resulta que nada le sale bien. Todos los robos que organiza fracasan uno de tras de otro. Por eso planea el atraco definitivo coincidiendo con la boda de su sobrina Lisa (Gilli), que lo hace con un petimetre vestido siempre de punta en blanco y aficionado al vino de Málaga (no todo iban a ser defectos). Se trata de George Benson (Pozo).
Mientras se marcan una coreografía muy kish en el baile y el pirotécnico Clemens lanza sus fuegos artificiales, los forajidos acometen el robo. Pero ahí está en bandido enmascarado ... A mitad de camino de El Zorro y de El Llanero solitario. En fin, un tema que también nos suena.
La trama es interesante, pero el guion y la dirección son bastante rutinarios, personajes escasamente elaborados, interpretaciones convencionales, diálogos flojos. Por allí anda un Doctor siempre alrededor del saloon y contando gracietas a quien quiere oírlo. La música sin embargo está bastante bien.
Los paisajes y algunas escenas se salvan de la quema, pero otras son chapuceras. Por ejemplo sacar de la boda al gordito para llevarlo a robar personalmente el banco con todo su poder y con la corte de pistoleros que lo rodea es de tonto perdido.
En fin, cinta solo regular.

Vaya por delante que no somos aficionados al cine de terror. Mucho menos a las series de televisión. Pero estamos un poco enganchados a la genialidad del director de "El día de la Bestia". Esta ha sido la única explicación para acercarnos a esta cinta. Eso y que nuestra hija nos ha enseñado a buscar la series en el receptor de televisión.
Hemos visto una entrega por día hasta anoche que nos soplamos las tres últimas de un tirón. Después de puntuarla en FA hemos visto sus críticas, muchas de ellas reconocen no haberla visto en su totalidad. Pues se han perdido el que para nosotros es el mejor capítulo, el último. Y no por el desenlace en sí, sino por la preciosa y continua referencia que se hace al maestro del surrealismo cinematográfico, a nuestro paisano Luis Buñuel. Homenaje que se aprecia ya al comienzo cuando pasa con su mansedumbre ovina el rebaño por la plaza del pueblo bajo sus soportales, aquí alcanza su verdadero sentido lo de "El silencio de los corderos", sigue luego con la escena de la cuchilla de afeitar en el ojo de "El perro andaluz", la presencia de animales abiertos en canal decorando las paredes de la iglesia donde se halla encerrado el pueblo entero sin entender qué les impide salir de allí, en clara referencia a "El Ángel exterminador". Únicamente hemos echado en falta la vaca sacrificada sobre el piano de cola de "La Edad de Oro" que aquí, fácilmente, hubiera podido colocarse sobre el órgano o el armonio parroquial.
Que hay unas entregas mejores que otras. Claro que sí, pero se acierta al dar a todas ellas una suerte de unidad e independencia con un cierre razonable sin perder por ello la continuidad de la trama.
Argumento interesante y bien desarrollado en el guion, curiosa presentación que nos ha recordado un tanto a los "malditos romanos" de "Asterix". Acertado casting y acertadas interpretaciones de protagonistas y de secundarios. Sin excepciones.
Irregular el estudio de la personalidad de los personajes, pero es que no es lo mismo uno que solo aparece fugazmente que otro que sale en todas las entregas. Nos quedamos con los caracteres poderosos con el P. Manuel Vergara (Fernández) a la cabeza, ahí es nada, ¡un cura boxeador!, Antonio (Bódalo) que hace de tonto del pueblo pero es quien de verdad intuye lo que allí pasa, Merche la malvada "alcaldesa" (Gómez) y, por supuesto, los ministros del mal con el "cardenal" Santoro (Solo) y el P. Ángelo (Fusco) en representación de la iglesia demoníaca.
Cosas que no nos han gustado, por ejemplo las escenas de terror sanguinolento, gratuitas del todo, pero sobre todo los dos o tres monstruitos "salchicheros", intestinales, que parecen hechos con las correas o las tripas de sus víctimas. Nada que ver con la elegante y discretísima presencia del gran macho cabrío de la Bestia.
Buena serie que no dudamos tendrá su continuidad como augura el final dado al último capítulo. Abona también esta impresión comprobar la división de opiniones que ya ha producido entre sus espectadores. Todo es bueno para el convento ...
Un devoto feligrés de la Iglesia de Álex.

Ya nos damos cuenta que resulta un poco exagerado hablar de "Brigada de mujeres" cuando nos referimos a un par de docenas de ellas, por muy resueltas que estén a defender con uñas y dientes. Que de hecho lo están, de ahí el título de esta reseña. En una brigada castrense suelen entrar dos o más regimientos con otras unidades menores, formando en total varios millares de soldados. Pero así es el título de la versión española de la cinta, qué le vamos a hacer.
En la misma coinciden varios conflictos, el de la insubordinación cuartelera del teniente Hewit (Murphy) ante el afán de exterminio de su coronel hacia los indios, la suspicacia malpensada de las mujeres texanas ante la aparente ayuda que pretende darles el citado teniente y, faltaría más, el triángulo amoroso que aquí presenta mujeres en dos de sus vértices, Anna Martin (Grant) y Estela (Donnell).
El guión es solvente lo mismo que la actuación sobre todo de las mujeres, en especial la sargento Hannah (Emerson) con una fantástica interpretación que saber poner un punto cómico dentro de la situación dramática que constituye el argumento. Hay algunas escenas escasamente acertadas como la intervención de las mujeres en el consejo de guerra, pero otras se resuelven con gran brillantez como los sucesivos ataques de los indios cheyennes al edificio de la misión donde se han encerrado las mujeres. Por cierto, encontramos a los indios un poco rellenitos de barriga.
La película tiene toques de "Caravana de mujeres" o de las varias que narran el episodio histórico de El Álamo, no en vano nuestras protagonistas se hallan también atrincheradas en una misión franciscana similar. Pero encontramos mayor similitud con "La diligencia" de Ford, sobre todo cuando se describen las distintas personalidades de los allí encerrados, con la mujer embarazada y abandonada, el traidor que huye, la tensión desarrollada a la espera del ataque, el fanatismo religioso, la superficialidad de alguna señorita o las crisis de histeria que allí suceden.
En fin, una buena película digna de verse.

Se trata de una historia de desgracias que persiguen al soldado John Wagner (Hilton). Se muere su novia en el parto, se muere su niño de hambre, lo odia a muerte su suegro Sandoval (Borgnine), lo persiguen los confederados por desertor, forma una banda de pistoleros desharrapados y lo traiciona uno de ellos. Eso no es vivir. Menos mal que de vez en cuando se van todos de putas y de borrachera, o se liga a la mujer de un gobernador mexicano. Pero de todas maneras, perra vida.
Alguna compensación tiene el espectador viendo llorar a moco tendido al fortachón Sandoval, o las fiestas de Candelaria, con su procesión y sus fuegos artificiales, incluso la plaza de toros en cuyos corrales muere aquel corneado. En el centro del ruego lo hará luego la banda al completo.
Por si todo esto no fuera suficiente, en el pueblo de Los Cedros se declara una epidemia de cólera, la gente huye como puede, el médico no da abasto a tratar tantos enfermos que mueren y entierran a carretadas.