"El pasajero" es la "Expediente Warren" menos interesante o estimulante hasta la fecha.
Perdón por una chanza que ya habrán hecho mil antes que yo. Al margen de esa chorrada, donde sí habita "El pasajero" como el producto menos interesante o estimulante es en el subgrupo de las colaboraciones entre Liam Neeson y Jaume Collet-Serra. Que no por ello mala.
"El pasajero" evoca bastante a "Non-Stop (Sin escalas)" (2014), solo que cambiando de medio de transporte. Podría incluso ser esta una secuela apócrifa de aquella. Y si la del avión me gustó, ¿por qué no me iba a convencer la fórmula en un tren?…
En realidad mi mayor pega a este nuevo trabajo del realizador catalán es el tercer acto. A partir de un punto determinado, quizás cuando se desvela el gran misterio que rodea la trama, me desenganché de lo lindo de la historia. Ahí "El pasajero" se desinfla y ya no se recupera.
Al margen de a Neeson y a Ed y Lorraine Warren en plan reverso oscuro, tenemos por ahí a una Florence Pugh a la que cada vez me da más alegría ver, están Jonathan Banks y Sam Neill como veteranos de lujo, hay cuota española… No se, la verdad que les ha quedado un reparto bastante majo para un film de esos que veré un millón de veces y nunca me cansaré de él.

"Valerian y la ciudad de los mil planetas" es la última astracanada sci-fi de Luc Besson. Un irregular e imperfecto film rotundamente de autor que, si hay que amarlo, es precisamente por eso. Por su condición de personal marcianada fuera del sistema. Ojalá algún día las Wachowski aprendiendo a hacerlo.
De las mil cosas por las que "Valerian y la ciudad de los mil planetas" es prácticamente como rizar el rizo, voy a resaltar su asombrosa y desconcertante capacidad para vivir durante dos horas en un tercer acto contínuo. Yo, a la media hora de metraje, empecé a fantasear con entender porqué estaba sumergido en una persecución constante, cuál era su finalidad, cómo habíamos llegado ahí… No se, preguntas típicas que suele hacerse todo hijo de vecino y que, a esas alturas de película, deberían estar resueltas o casi. Seguidamente asumí que nunca encontraría respuesta, y me dejé llevar cual hoja al viento.
Ahora bien, tras todo un producto en plan clímax final no podía creerme que uno de los lastres de "Valerian y la ciudad de los mil planetas" fuese, precisamente, su tercer acto. Fantaseo con entender porqué les da a todos los personajes —y por consiguiente a Besson— por darle a la sinhueso cuando, asumido ya el esquema del caos absoluto, todo lo que no sea acción nos importa una mierda.
"Valerian y la ciudad de los mil planetas" adapta un comic de Pierre Christin & Jean Claude Mézières. Aunque en verdad, y como ajeno a ese material, nunca supe donde acababan las viñetas y empezaba la mente de Luc Besson, y viceversa. Qué derroche de imaginación, niños. Todo ello en un film que mezcla bastante bien la orgía digital con lo que no aparenta ser cgi, aunque luego seguramente lo sea.
En resumidas cuentas, no trates de entenderlo, siéntelo. Que diría Christopher Nolan. Tanto como sentí que el numerito musical de Rihanna no durase diez minutos más. Total, puestos ya a que nada tuviera ni pies ni cabeza.

Les seré franco, a los hermanos Coen siempre les he comido los huevos. Pero claro, imagínese en qué posición quedo cuando, tras lanzar tamaña afirmación, apostillo diciendo que solo he visto la parte última de su obra. Lo entregado durante el siglo XXI, más o menos. Fatal, ¿verdad?… Pues ale, para que la frasecita tenga verdadero sentido me he lanzado de cabeza a por sus trabajos del siglo XX. Y mi primera parada cuál ha sido, se preguntarán. Pues su ópera prima, como no podía ser de otra manera.
"Sangre fácil" es una especie de hard boiled que se establece como claro precedente de la también soberbia —nunca sabré si más o menos— "No es país para viejos" (2007). Una inesperada alineación de planetas, a modo de rotunda masterpiece, que nos brindó una masterclass de Joel & Ethan Coen. Dos debutantes que para nada lo parecían. Un selecto club al que se les unió, delante de la cámara, una pipiola Frances McDormand.
En definitiva, ganazas de proseguir con la obra de mis adorados Coen.

Dejando al margen en su vitrina particular las de "Toy story" (John Lasseter, 1995), "Los Increíbles 2" es, muy probablemente, la mejor secuela tardía de esas que se ha sacado de la manga Pixar así como que no quiere la cosa. La verdad que he quedado más que satisfecho con esta continuación que, a pesar de llegar catorce años más tarde, sucede apenas un segundo después de su predecesora.
Al hilo de eso me queda la duda de saber porqué Brad Bird y compañía han escogido esa ambientación y no la lógica de explorar a los personajes casi tres lustros después. ¿Tan poco juego daba? Porque al final, para sacar adelante una secuela directa, ¿por qué no hacerla inmediatamente después de aquella de 2004? No se. En ese aspecto "Los Increíbles 2" me ha dejado muchas incógnitas. Más que en lo puramente cinematográfico. Ahí cero.
Esta segunda entrega repite el mismo esquema de la anterior, solo que invirtiendo papeles. Aunque he de admitir, y digan lo que digan, que era más feminista, si es que en verdad se ha querido subir a ese carro "Los Increíbles 2", la anterior obra sin ser tan pretendidamente feminista.
En definitiva, he disfrutado mucho esta nueva píldora de la compañía del flexo.

Pablo Larraín es uno de los mayores desalmados que ha parido la humanidad, y esta genialidad llamada "El club" lo deja patente.
Me estreno en la obra del cineasta chileno, y no puedo hacerlo de mejor manera. A tope con esta abrupta colonoscopia a traición heredera del mejor Michael Haneke —y de la que, cuanta menos información tengáis a la hora de sufrirla, mejor— a pesar de ser de esas propuestas que te expulsan continuamente de ellas. Durante su visionado es como si hubiera detrás de ti un tipo despreciable dando continuas pataditas en el respaldo de la butaca, por lo que esta no para de moverse y así es muy complicado aunque te esté gustando lo que estás viendo.
Últimamente he enlazado varias cintas de esas que se pueden calificar como cine de terror fuera del cine de terror. Y la verdad es que "El club" camina en esa tradición. Un film tan atrevido como difícil e incómodo sustentado en una sinopsis que, conceptualmente hablando, me flipa; y sujeta esta a su vez en un atinadísimo reparto que supura puro y vil magnetismo. Y luego hay que resaltar ese paralelismo que establece Larraín con cierto libro y… Va, venga. Que he dicho que no iba a desvelar nada.
En fin, aun no siendo redonda "El club" me lleva obsesionado días. De esas obras que, no solo ganan con el tiempo, sino que un revisionado les sienta de maravillas. Aunque también os digo que hay que tenerlos cuadrados para volver a verla sabiendo a lo que te vas a enfrentar.