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Críticas de FATHER CAPRIO
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Críticas 641
Críticas ordenadas por utilidad
8
6 de abril de 2010
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quienes recordamos al “lindo gatito”, al Coyote en pos del correcaminos, a Porky o a Sam, ¿qué hay de nuevo, viejo?, entre otros, las comedias de Blake Edwards, pongamos que hablo del inspector Clouseau o también de La carrera del siglo, se nos figuran cortadas por patrones similares. La gran carrera es una especie de comic de larga duración donde el profesor Fate (Jack Lemmon) y su ayudante Max (Peter Falk) son algo así como nuestros irrepetibles Mortadelo y Filemón probando los disparatados inventos del profesor Bacterio. Es probable que los Lonely Toones tuviesen algo que ver en la gestación de la película o, cuando menos, la sombra de Pink Panther se nos figura alargada.

Larga es la película, rondando las dos horas y media de duración, lo cual sería irresistible salvo que la calidad media de la película sea aceptable, las sonrisas y alguna carcajada siquiera solitaria y tímida asomen a nuestro semblante de vez en cuando y la historia que nos cuentan sea aceptablemente increíble. Circunstancias todas ellas que se dan en este film y que de la mano de un maestro de ceremonias excepcional (Blake Edwards), la siempre genialidad musical de Henry Mancini y la talla contrastada de los actores citados, además de Tony Curtis, Natalie Wood o Keenan Wynn , conforman una película excelente que debe verse con predisposición a la risa franca y distendida.

No es un film maravilloso. No se confundan. Es un film entretenido que consigue lo que pretende: justamente entretener, con unos actores conocedores de su oficio y de una profesionalidad más que demostrada, tal es el caso de uno de los mejores actores de todos los tiempos: Jack Lemmon, y no creo estar exagerando. La cantidad de registros que nos brinda Lemmon es tal que hasta se permite el lujo de interpretar a dos personajes radical y temperamentalmente distintos. Amigos del alma en Con faldas y a lo loco, Jack Lemmon y Tony Curtis son aquí dos rivales enfrentados, hasta las últimas consecuencias, en una carrera automovilística organizada por el periódico newyorkino Centinel entre la Estatua de la Libertad y la Torre Eiffel.

¿Será capaz la Torre Eiffel de resistir las embestidas de estos personajes cuasi de dibujos animados?. Deberán esperar ciento cincuenta minutos de proyección para resolver la duda. Entretanto disfruten de viajes en iceberg, de coronaciones reales, de complots palaciegos y de las inevitables, consabidas y siempre bien recibidas historias de amor. Viaje con nosotros que diría Gurruchaga. Tal vez no les sonrían atractivos monstruosos pero seguro que asisten a una de las batallas de tartas más coloristas, dulces y merengosas de los últimos tiempos.
FATHER CAPRIO
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7
15 de diciembre de 2006
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si bien el tema que nos propone la película no es, bajo mi punto de vista, demasiado sugerente, hay que reconocer que Attenborough lo desarrolla de forma maestra, contando con una buena interpretación propia y de Kim Stanley.
Las escenas del secuestro y posterior cobro del rescate tienen un ritmo adecuado que mantiene al espectador en tensión y que contrasta con la inmovilidad opresora de las escenas interiores.
Buen cine inglés que mantiene formas y contenidos en una perfecta simbiosis, siendo las formas el resultado inevitable de los contenidos y viceversa.
El drama interior de Kim Stanley conlleva una locura que va conformando el comportamiento condescendiente de Attenborough que a su vez induce en su esposa una nueva locura que arrastra a los dos a una espiral de absurda delincuencia.
Como conclusión final:No podemos hablar propiamente de delincuentes sinó de enfermos.
FATHER CAPRIO
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6
25 de agosto de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La presencia de Helen Mirren resulta ser un reclamo absolutamente determinante en la decisión de dedicar ciento cinco minutos de nuestro tiempo a ver este trabajo de Michael Powell, bajo mi consideración un excelente director británico en la década de los 40 y del que tampoco olvidamos “El fotógrafo del pánico” rodada en 1960. En 1969, Powell escenifica aquello de que “el que tuvo retuvo” con resultados discretos y prueba de ello es esta “Corazones en fuga” título españolizado para un original “Age of Consent” cuya sugerencia de comportamientos sexuales consentidos, además de no corresponderse exactamente con la realidad argumental del film no resultaba ni política ni religiosamente correcta para nuestra mentalidad celtibérica.

La gran señora de la interpretación que es hoy Helen Mirren multiplica el interés por sus primeras interpretaciones y si encima tiene como “partenaire” a un clásico como James Mason de quien sólo reseñaré aquí Lolita de Kubrick por la “aparente” analogía temática con esta película, es lógico considerar que nuestra opción por este film es totalmente acertada. Sin embargo de las expectativas a lo realmente obtenido, o en castizo, del dicho al hecho, va un trecho.

La desnudez íntegra allá por el año 1969 resultaba un asunto escabroso. El film sufrió recortes y alteraciones incluso en Gran Bretaña rodeando al film de una cierta polémica. Ahora bien, visto desde la distancia temporal que supone medio siglo de evolución de la especie humana (en aquello en que ha evolucionado) la película ha acabado por parecerse a un producto de la factoría Disney con personajes estereotipo en las historias infantiles y entornos naturales como la Gran Barrera de Arrecifes australiana, exquisitamente fotografiados, en donde un pintor (James Mason), hastiado de las grandes urbes y de la denigración mercantilista del arte, encuentra refugio e inspiración para sus pinturas. La presencia de Cora, una hermosa adolescente (Helen Mirren) supondrá un soplo de aire fresco en su vida, convirtiéndose en su musa, su modelo y su compañía sentimental. En rededor suyo se teje una historia que se entrelaza con sus vidas y sin la cual no existiría la película, y aunque deja sus momentos interesantes unos, curiosos otros y trágico alguno, no deja de resultar accesoria. En mi opinión, la seducción, la lascivia o la concupiscencia se han difuminado mucho a lo largo de los 50 años que pasaron para acabar dejándonos una película entretenida sin más y cuyo principal valor, para mí, reside en recordarnos el antes y sobre todo el después de una actriz que está marcando época en el planeta cine: Helen Mirren.

Por cierto, la edad real de consentimiento de Helen Mirren allá por 1969 era de 22 esplendorosos años.
FATHER CAPRIO
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8
15 de julio de 2009
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo más impactante de Fitzcarraldo es que la historia sucedió de verdad. Ahora bien, su protagonista real, también irlandés, tuvo la razonable idea de desmontar la embarcación. Pero no. Faraónico Herzog la transporta a base de cabrestantes, poleas, cuerdas, y humana fuerza bruta por encima de la colina. ¿Pensaría en él Paul McCartney cuando compuso The fool on the hill?. Sin efectos especiales ni nada que se le parezca, a base de indígenas de la selva amazónica. La única concesión que hizo a la seguridad naval fue en el rodaje de la escena de los rápidos, porque no era cuestión de echar cataratas abajo cuatro años de rodaje.

Inicialmente pensada para Jason Robards acabó siendo protagonizada por otro "loco" insigne Klaus Kinski "cólera de Dios". Y aunque también se barajó la idea Jack Nicholson, hay que decir que Kinski está genial en un papel como anillo al dedo. El de un melómano megalómano, cuyo delirante sueño es construir un gran teatro de la Ópera en Iquitos para ser inaugurado por el gran Enrico Caruso, su ídolo. Junto a Kinski y sus locuras, la belleza madura de una Claudia Cardinale en un papel más breve de lo que hubiésemos deseado pero que se agradece. Y es que, entre tantas fealdades, la italiana luce mejor. Luce al nivel de unas localizaciones exuberantes y vitales, perfectamente fotografiadas.

Fitzcarraldo está como a medio camino entre el "elogio de la locura" y aquello de "la fe mueve montañas". Pero hay que reconocer que ese es su sitio natural. Ni está loco ni todo se consigue a base de fe, que también hacen falta recursos humanos, materiales y económicos. Es un hombre en pos de un sueño. Un sueño ¿Imposible? No. Probablemente difícil, trabajoso, descabellado, faraónico, titánico. Pero no imposible. Nadie escribió nada de los cobardes. Claro que, nadie sabía nada de los "anciennes dieux", de las insaciables criaturas divinas que gobiernan los rápidos del Amazonas. Solo ellos, los indígenas con sus miedos atávicos, su precaria existencia y sus cultos idólatras.

Una soga que se corta, un barco que se desliza tras una noche de borracheras y un sueño roto. Queda el faraón, un sillón de terciopelo rojo y Caruso sobre el agua...
FATHER CAPRIO
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8
11 de noviembre de 2008
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de John Ford tiene sus constantes vitales. La familia, los sentimientos, la lealtad, las situaciones cómicas y un descarado toque irlandés son algunas de ellas. En ocasiones hay que sumarle el Far West como escenario y la Caballería como ejemplo de valor, integridad y servicio. Y siempre o casi siempre: John Wayne.

Este es su cine. Lo tomamos o lo dejamos. Para muchos resulta demasiado dulzón como si las flechas comanches fuesen dardos de Cupido. Y aunque es bien cierto que Cupido suele presentarse con éxito a los castings de Ford sus películas van más allá y se sumergen con tacto y delicadeza en las profundidades humanas. Tomemos como ejemplo la convulsión interior del capitán Nathan a consecuencia de una jubilación inminente o en el diálogo magistral con el jefe indio: "Somos viejos para hacer la guerra pero podemos impedirla".

Yo soy de los que tomo el cine de Ford. De los que me gusta su "violencia" imprescindible y descafeinada. Cuando quiero sublimarla me encomiendo a Peckinpah lo mismo que cuando quiero ver la cara humana y doliente me refugio en Tourneur. Pero Ford me regala los valores humanos de la aventura, las flores ante una lápida o el calendario con que el protagonista pretende engañarse a sí mismo llenándolo de cruces. Ese es el Ford que me gusta.

Las diligencias, las cabalgadas a través de espléndidos escenarios naturales, los indios con sus majestuosos gorros y sus pinturas de guerra me devuelven a mis años infantiles con aquel fuerte de madera y los soldados apostados. Pero el resto, me ayuda a mirar al frente...
FATHER CAPRIO
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