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Críticas de Vivoleyendo
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Críticas 1.745
Críticas ordenadas por utilidad
10
12 de diciembre de 2007
92 de 111 usuarios han encontrado esta crítica útil
La literatura es mucho más que un montón de palabras escritas en un libro. Un libro es el umbral del universo. Todo lo que puede existir, todo lo que puede suceder, cabe en sus páginas.
Quien escribe abre una puerta al infinito, a una historia que cobra vida por sí misma.
En este tributo a Virginia Woolf, duro hasta el estremecimiento, triste hasta más allá de las lágrimas, profundo como las profundidades insondables del espíritu, observamos con el corazón en un puño el paralelismo entre vida y literatura, las semejanzas entre las personas que aparecen en las tres tramas paralelas, golpeándonos con la apabullante fuerza de sus sufrimientos y de sus destellos de felicidad efímera...
Tres mujeres, tres épocas distintas, envueltas en circunstancias dispares y a la vez tan afines. Creadora y criaturas se funden para demostrarnos que ficción y realidad van de la mano.
Richmond, Inglaterra, 1923. Virginia Woolf, poetisa y novelista atormentada y suicida, va desgranando en su mente visionaria una obra, "Mrs. Dolloway", cuyos personajes escaparán a sus confines para vivir sus vidas reales.
Los Ángeles (EEUU), 1951. Laura Brown, esposa y madre, lectora de "Mrs. Dolloway" y personaje huido de la misma, se debate en una crisis existencial que la pondrá al borde del suicidio.
Nueva York, 2001. Clarisa Vaughan, editora, consagrada a su vida de pareja y de familia, a su trabajo que la hace moverse en la vorágine del mundillo literario y editor, y al cuidado de un escritor enfermo de SIDA con el que conserva un fuerte vínculo sentimental que es el vestigio todavía candente de una antigua relación.
Tres mujeres (increíbles actrices protagonistas) que remueven los cimientos de esta espectadora que soy yo, mostrándose ante mí en toda su dolorosa y palpitante amplitud, con sus desgarradoras dudas, sus más ocultas pasiones, las ataduras (voluntarias e involuntarias) que las aprisionan, sus titubeos, sus equivocaciones, sus ansias de liberación, su búsqueda constante de sí mismas en la incertidumbre de las horas... Y, junto a ellas, secundarios de lujo. Los ojos del pequeño hijo de Laura, que taladran con un destello de premonición, que ven mucho más de lo que él puede asimilar, absorbiendo la agonía interior de su madre... Un Ed Harris al que duele mirar y escuchar... Incluso una Toni Collette que, en su breve aparición, deja en el aire un perfume a eterno femenino y a fatalidad... Nadie desentona en esta obra de arte que trasciende la literatura y el cine para volar hacia ese lugar indefinido al que van a parar las creaciones inclasificables y de valor incalculable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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7
1 de octubre de 2009
78 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
Suele haber alguna etapa en la vida (aunque con frecuencia puede tratarse de un estado más o menos permanente) en la que parecemos ir a la deriva, sin propósito, sin saber qué hacer. Un punto muerto en la carretera, sin tener idea de hacia dónde tirar. Como circular por un desierto en el que se ve todo igual, en el que no se aprecia el final en el horizonte.
Uno de esos puntos muertos se presentan, por ejemplo, cuando terminamos los estudios. Ya hemos obtenido un título. ¿Y ahora qué?
Nos hemos pasado años disfrutando de la condición de estudiante, sin pensar gran cosa en el mañana, relegando el desagradable cometido de sentirse un desempleado más que da vueltas mendigando un empleo, o de acomplejarse porque la perspectiva de volar del hogar paterno y materno es aún insultantemente lejana. O de notar insidiosamente la presión del ambiente. De tu exitoso padre, empresario de altos vuelos (o que ejerce cualquier profesión de esas rimbombantes), de los amigos de la familia, todos ellos gente muy pudiente y muy sofisticada que vive en chalets y que organiza fiestas y barbacoas en sus suntuosos salones y piscinas...
¿Y qué tienes tú? Si ni siquiera tienes claro a qué te vas a dedicar.
Vas a cumplir veintiún años y crees que no eres nadie.
Pero eres joven, y cada recodo ofrece posibilidades atrayentes, tentaciones en las que caer por más que te hayan inculcado que hay que huir de ciertas tentaciones, y el hecho de que estés desorientado no quita que tengas unas ganas tremendas de pegarte la gran vida, de divertirte y de saborear la jugosa fruta que se te ofrece.
Tienes veintiún años, un porvenir aún desconocido, y mientras tanto se te colocan en bandeja unos placeres irresistibles que no te conducirán a nada más que al placer en sí y seguramente a complicaciones nada halagüeñas, pero... Qué demonios. El cuerpo está para aprovecharlo.
Así es como te ves con tu carrera universitaria recién concluida, en la flor de tu juventud, un poco perdido, y una mujer vertiginosamente atractiva en su mórbida madurez te regala noches de luna y estrellas sin fin. Sexo fácil y sin ataduras, tal vez porque ella siente que se le escapa la juventud y quiere tantearla por última vez, tal vez porque para ella representa la libertad y la felicidad inconsciente que no tuvo mucha ocasión de experimentar cuando era el momento. Tal vez porque en tu carne lozana quiere palpar lo que se le escapó demasiado pronto.
Ella es lo más excitante de esa marcha insegura y a la deriva en la que te mueves. Hasta que por fin te das cuenta de que hay algo (o, mejor dicho, alguien) que se perfila como una meta a alcanzar. Como lo único que se ve claro, allá en el fondo.
Elaine Robinson.
Pero existe un pequeño problema. Es la hija de tu amante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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10
25 de agosto de 2008
87 de 102 usuarios han encontrado esta crítica útil
Louis Malle consiguió plasmar en la pantalla uno de los grandes dramas románticos de los noventa, surgido a partir de la novela homónima de Josephine Hart.
Rezumando un tórrido erotismo y una sensualidad desbordante, una tristeza ilimitada, una aplastante culpa y una desolación abrasadora, este drama acerca de lo inevitable arrastra, abofetea y golpea.
Nos coloca delante de los ojos una verdad que tanto nos cuesta asumir: no podemos controlar casi nada. Nos empeñamos en organizarnos, en planificar el futuro, en fabricar nuestro mundo propio, y creemos ilusoriamente que ejercemos el control de las variables. A menudo vivimos en un castillo de cristal construido en el aire, confiados y seguros del porvenir. No queremos percatarnos de que todo eso no es más que humo atrapado en una botella, y es una botella muy frágil. Basta un leve golpe para romperla y dejar escapar el humo que hay dentro.
Y ese humo somos nosotros. Todo lo que somos y lo que que construimos.
Nunca deberíamos olvidarlo.
Pero lo olvidamos continuamente.
Stephen Fleming es un político de prestigio, tiene una familia adorable, vive confortablemente en una casa magnífica. Su vida está perfectamente encauzada. Marido y padre atento (pero un poco distante y demasiado formal), brillante en su carrera política. Ordenado e intachable.
Hasta que aparece la novia de su hijo Martyn. Una Juliette Binoche que derretiría hasta las piedras. Hermosa, sensual, con un magnetismo animal que atrae sin remedio al hasta entonces comedido Stephen.
Ella es oscura y porta heridas incurables. Melancólica, silenciosa, enigmática. Ardiente e insaciable. Entre ella y Stephen el calor se puede cortar. En Martyn, ella busca un hogar, amor duradero, estabilidad. Stephen es su lado más primitivo y salvaje, es la sexualidad extrema y desenfrenada, su desfogue, como ella lo es también para él. Con Martyn, Anna trata de huir de sus fantasmas. Con Stephen, se los encuentra cara a cara y disfruta dolorosamente del placer prohibido.
Porque nadie puede huir de sus fantasmas.
Para Stephen, Anna es la pasión desbocada que descubre por primera vez. Es obsesión, enfermedad, contagio, veneno, placer infinito, culpa y condena. Como la marea contra la que no se puede luchar. Incluso aunque lo intente. No puede.
Una inexorable caída repleta de tensión sexual, de actos culpables, de sufrimiento y de disimulos, en la que se huelen y se palpan la amenaza y la fatalidad.
Tremenda, desgarradora, impactante e inolvidable historia de una pasión desgraciada, que se cobra su elevado precio.
Porque a veces perdemos la cabeza y los sentidos por completo y lo arriesgamos todo a la carta prohibida.
Incluso aunque sepamos que podríamos perderlo todo. O quizás no queremos ser conscientes de ello. Cerramos los ojos por un instante de placer supremo y olvidamos todo lo demás.
Sin querer pensar en lo que viene después.
Vivoleyendo
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8
26 de junio de 2008
99 de 128 usuarios han encontrado esta crítica útil
No puedo creer que sea de Almodóvar. En serio.
La he visto en un esfuerzo por vencer mi escepticismo respecto a este personaje que nunca ha sido en absoluto santo de mi devoción, y de hecho ya lo dejé claro en mi crítica de "Mujeres al borde de un ataque de nervios", tras los bodrios suyos que me aventuré a ver alguna vez, para mi arrepentimiento.
Algunos amigos me decían que le diese una oportunidad, que "Volver" no era una de sus clásicas chabacanerías elevadas al cubo.
Yo aún así no estaba convencida. Me olía a algo similar a la fama de ciertos famosos que se ponen de moda sin que en ello medie mérito alguno y a todo Cristo le da por encumbrarlos, por el instinto borreguil que muchos, mejor que peor, llevamos dentro.
Si el director manchego es capaz de filmar una película sorprendente, bastante sobria (para lo que acostumbra), también impactante sin contradecir lo que he afirmado sobre su sobriedad, y capaz de tocarme las fibras, entonces es una lástima que no se prodigue más a menudo con productos decentes como éste. Independientemente de la opinión personal que me merezca Almodóvar (me cae mal, lo reconozco) y de los desaciertos de su filmografía (desde mi punto de vista, por supuesto), "Volver" me parece una gran película. Y esto lo digo con toda la humildad del mundo. No sé si la extendidísima y delirante fama del director está realmente tan justificada (no para mi criterio), pero al menos esta película sí merece un gran reconocimiento.
A lo mejor es porque, por una vez, los personajes son creíbles y el guión no desvaría.
A lo mejor es porque Raimunda (Penélope) consigue ir metiéndose en mi bolsillo poco a poco.
A lo mejor es porque Carmen Maura está espléndida en su naturalidad de siempre.
A lo mejor es porque es una historia de mujeres que respeta la inteligencia de todas las mujeres, y que habla de cosas que suceden en cualquier parte.
A lo mejor es porque todos hemos oído o incluso vivido o sido testigos de historias similares en nuestro entorno, de ésas que ponen los vellos de punta, truculentas pero no menos ciertas. Porque todo tiene ese regusto a pueblo, a la casa de los abuelos que huele a antiguo, a los vecinos generosos, supersticiosos y cotillas, a las mujeres de edad enlutadas, a paredes encaladas, a puertas y postigos de gruesa madera vieja. Yo he saboreado todo eso, porque crecí en un pueblo, oyendo toda clase de rumores e historias, algunas de las cuales no eran muy diferentes de la que acontece en "Volver".
A lo mejor es porque me ha gustado la banda sonora, porque me he conmovido, porque he sentido horror.
Porque he sentido el dolor y la redención bajo las ráfagas de viento.
Vivoleyendo
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8
24 de diciembre de 2007
80 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alma, una joven enfermera afable y servicial, se va a encontrar cara a cara con el reto más formidable: enfrentarse a su propio yo, a sus miedos y obsesiones, y a los dolores que palpitan latentes. Ella, una chica corriente sin más aspiraciones que casarse y formar una familia, conoce a una mujer perturbadora que va a trastocar su concepción de las cosas, que la va a hacer mirarse al espejo de su interior para sondear en los más oscuros senderos que todos ocultamos.
Con la simple arma del silencio, un silencio defensivo y culpable que opone frente a la falsedad y la mentira, Elisabet, bella actriz que por voluntad propia ha decidido retirarse del mundanal ruido, atrae a una Alma fascinada que trata de llenar los silencios. Un alma que se desnuda y otra que escucha impenetrable, muda. Un retiro voluntario en el que ambas comparten sus soledades (¿o están más solas que nunca?), en el que toda clase de sentimientos afloran unilateralmente en apariencia. Alma que derrama el torrente de su voz incansable en un intento por tender un puente imposible, por rebasar el abismo que separa a una de otra. Elisabet impenetrable, lejana, inalcanzable. Destellos de identificación mutua, de comprensión, de extrapolación en el otro ser. Porque, ¿qué somos todos, en esencia? ¿No estamos unidos por este pozo en carne viva que late dentro de nosotros? ¿No estamos todos solos en el fondo, solos en nuestro interior? ¿No somos entidades separadas que se aferran a ilusiones superficiales que nos ayuden a soportar y controlar mejor todo el inmenso caudal que encerramos?
¿Alma es Elisabet? ¿Elisabet es Alma? ¿Puede una persona ser dos al mismo tiempo, pueden dos personas ser una sola? ¿Es todo un espejismo, lo que somos, lo que creemos que somos, lo que creemos que los demás ven en nosotros? ¿Lo que sentimos, lo que hacemos? ¿Qué o quiénes somos de verdad? ¿Existe una verdad? ¿Somos siempre la misma persona o somos muchas?
Una intensa exploración de lo más recóndito. De toda esa confusión con la que cargamos. No hay certezas. No se puede dominar el espíritu. Podemos intentar engañarlo, hacernos la ilusión de que somos alguien concreto, tangible e inmaterial, una identidad que reúna unos rasgos únicos. ¿Se puede abarcar el Universo? ¿Es posible definir las fronteras de lo que somos?
Tantas preguntas... Y ninguna respuesta. No hay respuestas. ¿O sí? Podemos tratar de buscar la nuestra... Tal vez en eso consista este extraño paso por lo que llamamos vida.
No soy capaz de catalogar esta inquietante película, se me escapa de entre los dedos, tan remota como su incierta esencia. Desconcierto e incomodidad. Derroche de sensualidad, de temor, de contradicción, de todo lo que no podemos comprender ni explicar.
Ni siquiera estaba segura de la puntuación que debía darle, si es que se la puede restringir a alguna.
"Llega un punto en que no hay diferencia entre hablar o estar callado" (Alfredo en "Cinema Paradiso").
Vivoleyendo
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