En el prodigioso mercado del arte, en especial énfasis en el del cine, nos topamos con una rotunda obra maestra cuando ésta es capaz de romper las barreras de los preceptos imperantes derivativos del mundo académico, y logra irrumpir en lo más hondo de nuestra alma, estableciendo, de forma espontánea o pre-concebida, un trasfondo cultural-emocional rebosante de autenticidad y poderío místico.

Al margen de la trascendencia inherente de la estética y la factura técnica, el cine tiene la habilidad y la virtud a partes iguales, de crear una preciosa válvula emocional, en donde aspectos de tal magnificencia se apoderan de nuestros sentidos y estimulan nuestras mentes y corazones de las formas mas impresionantes y bellas imaginables, convirtiéndose en un referente, docente, formador, acompañante, crítico o, en formas más generales e indirectas, en nosotros mismos. Es en esta realidad donde la mayestática serie Six Feet Under se apodera del trono del selecto, minucioso y acoplado olimpo de oro, de las obras capaces de penetrar y revolucionar las vertientes mas profundas y recónditas del alma humana.

Como bien han señalado algunos queridos condiscípulos, esta serie exuberante de brillantez, se define en los preciados e inexplorados terrenos de lo inconmensurable, con una de las formas mas infinitamente incuantificables, con una belleza e ingenio que desborda las capacidades analíticas y sensoriales del sabio más experimentado. La comedia y el drama, y sus derivativos géneros, se conjugan, confluyen y convergen en los tópicos más controversiales de lo intrínseco de la sociedad (como es evidente la muerte, y otros como la homosexualidad, la adolescencia, la vejez, el amor, la religión, el matrimonio, la adopción, etc) proyectándose en formas etéreas, emotivas, sobrias, profundas, manteniendo siempre su hilo de fondo, con esa perspectiva tan sabia, mística, conectada con el alma, con una gran base empírica y de la experiencia de los sentimientos. Los componentes elementales de la estructuración del guión, en compañía con el manejo de los personajes, y sus respectivas interpretaciones, se sumergen en la creación de una sintaxis cinematográfica comparable solo con los poemas más complejos y sabios, o con los cuadros más históricos por sus composiciones atemporales que trascienden junto con la contemplación de la vida.