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Voto de Martes Carnaval:
8
Drama. Romance Rafael es un carnicero estéril que lleva una vida triste y solitaria. Un día auxilia a Marina, una muchacha tuerta a la que su novio estaba apaleando. Además, la aloja en su casa, aun sabiendo que está embarazada. Muy pronto, ambos se plantean cumplir un sueño que hasta entonces les parecía imposible: formar una familia. (FILMAFFINITY)
24 de enero de 2011
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tremenda historia, basada en hechos reales. Es un vendaval que nos agita como si fuésemos dados en un cubilete, que hace tambalear nuestras convicciones, que nos desubica, que nos obliga a preguntarnos quiénes somos para juzgar a estas tres criaturas que son en realidad personajes de tragedia griega. ¿Por qué funciona tan bien? Ahí va una pequeña contribución a la respuesta.

A los componentes de este triángulo amoroso —o simplemente afectivo— les redime la autenticidad —la ausencia de doblez—, y es ésa una virtud tan escasa en nuestros días —tan añorada— que instintivamente sentimos de forma simultánea simpatía por los tres personajes: Maribel Verdú/Marina, Jordi Mollá/Daniel y Antonio Resines/Rafael. Una promiscua, un maltratador y un consentidor ¿pueden tener nuestra simpatía? ¿Estamos locos? ¿O esta película nos devuelve por un instante una cordura que racionalmente rechazamos?

De los tres protagonistas, el que cuesta menos de justificar es Marina, aunque la poliandria es una costumbre de pueblos primitivos. Un ser tremendamente maltratado por la vida, al que quizás lo que menos le importe es el maltrato físico porque sabe que las heridas anatómicas curan, pero las espirituales, no. Un ser cuya máxima aspiración, a pesar de sus trágicas experiencias, es dar y recibir cariño. Por su generosidad, su comportamiento tiene resonancias de ejemplaridad. "Pon amor donde no hay amor y al final obtendrás amor", decía S. Juan de la Cruz. Aunque en determinados momentos el cálculo le hace optar por la vida confortable que proporciona la apariencia de felicidad pequeñoburguesa, vuelve una y otra vez a la relación proscrita, más por prestar amparo, ser leal a los suyos e intentar restaurar una justicia "sui generis" que por una pasión desenfrenada, que será también un móvil, pero no el único ni el principal.

El caso de Daniel es mucho más delicado: le conocemos haciendo algo que siempre y en cualquier circunstancia debe condenarse: maltratar a una mujer. Pero no es un maltratador al uso porque ese maltrato no es en él una manifestación de un instinto hipertrofiado de posesión ya que rehúye el compromiso, y sin compromiso el sentido de posesión se difumina. Es un delincuente sin maldad, y como tal tiene ese aura romántica del que se enfrenta al sistema, del que considera como Proudhon que la "propiedad es un robo". Como buen romántico tiene algo de ingenuo, desprendido y fatal. Es el fatalismo el que le impide, cuando lo intenta, respetar la mano que le da el sustento, una vez que la ha reconocido como tal.

Por último, Rafael, esterilizado materialmente por un accidente que no se detalla, y metafóricamente por una vida demasiado gris hasta que ve la luz en la persona de Marina. ¿Bondadoso o imbécil? Ni lo uno ni lo otro: enamorado —"porque te quiero, quiero lo que tú quieras", dirá en un determinado momento—, y por ello confiado en la persona amada, que le llevará a un mundo oscuro que asumirá disciplinadamente, no sin grandes desgarros.
Martes Carnaval
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