Muy bonita película de John Sayles, en la mejor época de su carrera, cuando todavía era capaz de emocionar narrando entrañables y cercanas historias, llenas de humanidad y ternura.
Aquí sucede lo mismo, tomando unos relatos, en principio un tanto erráticos, pero que desembocan en una excelente resolución lleno de emoción.
Una historia donde el realismo mágico irlandés, punteada por una preciosa música de allí, impera sobre todo lo demás ya que, aunque contada la historia desde un punto de vista realista, no cabe duda que se trata de una narración fantástica donde la magia reina sobre todo lo demás.
Las historia de los Selkies (o Sherkies, criaturas de la mitología celta), mitad humanos, mitad focas, se muestra con una sencillez y maestría, que está lejos de lo que se suele hacer en el cine estadounidense. Aquí no hay grandes efectos especiales, más bien ninguno, sino que maravillan con sobriedad.
Una película con una maravillosa fotografía del gran Haskel Wexler, que encuadra unos preciosos paisajes irlandeses, no exentos de dureza.
Excelentes interpretaciones, comandadas por una preciosa y simpática niña con gran determinación y valentía vital, y un guión aparentemente sencillo que deleita por su sabia escritura que nos acerca a la naturaleza y a nuestros propios ancestros y a la tierra donde nacieron y de donde nunca debieron emigrar al tener las raíces allí.