Solo he asistido a la representación de un ballet una vez en mi vida. Fue en mi etapa universitaria cuando la cultura en sus más diversas ramificaciones bulle por cada uno de los poros de tu piel. En un principio yo tenía pensado acudir como un espectador en la distancia con un grupo de amigos que tenían esa misma concepción a priori del espectáculo que íbamos a presenciar. Sin embargo lo que sucedió en aquel escenario me pareció absolutamente fascinante. Desde la música clásica que arropaba la función hasta la escenografía tan cuidada como minimalista todo me pareció digno de ser admirado con los cinco sentidos y más allá de ello vislumbré en cada uno de los bailarines una pasión, dedicación y destreza que elevaban al ballet al olimpo de la belleza y de las artes.

Pero tratándose de arte tanto o más interesante que el producto final que se ofrece al público resulta ser el proceso creativo previo. Penetrar en la mente del creador, explorando sus miedos y obsesiones, su en ocasiones excesiva fragilidad o su cara a cara con la locura entre otros muchos matices que este puede experimentar constituyen un profundización en el artista y en su obra a la que el cine no ha sido ajeno en muchas ocasiones. En este terreno se adentra Aronofsky para contarnos la historia de Nina, una joven bailarina de ballet que busca la perfección a través de su arte.

Nina comienza su andadura de la mano de la pureza y de la disciplina. Es el bello cisne blanco en donde destella su parte luminosa. Sin embargo pronto descubrirá que el arte al igual que el ser humano es multiforme y no puede ser disociado de esas partes oscuras que todos en mayor o menor medida albergamos en nuestro interior. La necesidad de comprender una pieza de baile que requiere agresividad le hace tomar constancia de su lado tenebroso, ese cisne negro que se le resiste y que choca frontalmente con sus convicciones. La mente, siempre dispuesta a abrirse paso en los caminos de la creación será la vía de escape que le permitirá realizar el baile soñado.

Película hipnótica, in crescendo continuo, hasta llegar a un final espléndido y conmovedor desgarrándose la creación poliédrica en el rostro de Nina, desprovista de cualquier atadura social o moral, arañando un instante de eternidad como redención del dolor que ha supuesto el duro recorrido, consiguiendo al fin que el cisne blanco y el cisne negro se unan en un único ser que se ha fundido en sus ojos para siempre.

https://corazonesenelprecipicio.blogspot.com