En pleno conflicto racial, tristemente presente en el panorama actual estadounidense, y aprovechando la moda de este tipo de producciones, a Hollywood no le hacen falta muchos más motivos para aprobar un nuevo capítulo en contra de la segregación, un asunto que indudablemente, encuentra mejores resultados cuando vuelve su mirada al pasado.

Ambientada en la época secesionista, la causa de estos hombres libres de Jones, que no hace referencia al nombre de un individuo, sino un Condado del Estado de Mississippi, intenta adquirir ese status de memorable que suelen contener la mayoría de películas de similar temática, presentado desde su origen, la cruenta batalla entre el Norte y el Sur, un episodio bélico que proviene justamente, de la voluntad de La Unión, comandada por Abraham Lincoln, por emancipar de la esclavitud al pueblo afroamericano a mediados del Siglo XIX.

A los mandos se encuentra Gary Ross, un guionista y realizador muy poco prolífico, que cuenta con cuatro títulos en su haber tras la cámara desde 1998, guiado quizá por un estricto código de inspiración, que de "Pleasentville" a "Los Juegos del Hambre", pasando por "Seabiscuit", apenas deja lugar a poder analizar un patrón concreto de comportamiento artístico.

Con la supuesta protección que para muchos proporciona el estar basado en hechos reales, Ross construye un relato frío y desnaturalizado, que casi exclusivamente de inicio, mientras se encuentra instalado en la anarquía, encuentra algún que otro hallazgo visual y narrativo, algo que no sucede con su desarrollo posterior, en el que la falta de empatía, así como los breves, pero algo confusos saltos temporales, configuran un intento fallido por ofrecer algo diferente, dentro de un género mencionado ya como ganador.

Como reclamo, el protagonismo absoluto de Matthew McConaughey, un actor que vive un particular momento de gloria, gracias en parte a lo bien que ha sabido madurar su interpretación, bajo el disfraz de Newton Knight, aplica contención y buen hacer, e incluso la distancia que pretende su realizador, pese a que, y como es de esperar, le permita una mínima licencia de plena emotividad en alguna escena puntual.

Finalmente, cabe reprochar al Ross el hecho de intentar adoctrinar al espectador, sobre todo cuando los detalles iniciales, desprovistos de tanto énfasis, funcionan infinitamente mejor que cuando el director coloca el altavoz sobre ellos, algo que impide profundizar en temas tan interesantes como puede ser el nacimiento del Ku Klux Klan, o el derecho de los negros a sufragio en Los Estados del Sur tras la Guerra Civil, aspectos que desgraciadamente, y aún reconociendo la calidad formal de la que hace gala el film, son tratados de forma torpe y atropellada, lo que en parte, borra de un plumazo la épica requerida en todo fresco histórico que se precie.



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