Qué mejor regalo para alguien que le apasiona el cine como yo, que ver y en algún modo compartir cuatro días con Clint Eastwood y Meryl Streep dándose tanto amor que no sólo hacen a un escéptico como yo conmoverse y admirar, sino que regalan uno de esos films destinados a ver sin excepción y a apreciar de una historia maravillosa, intensa, de insoslayable belleza y de una profundidad romántica realmente impresionante.
La historia no puede ser más sencilla: la vida de Francesca es una oda a la rutina y el estereotipo de mujer en los años sesenta, fiel, abnegada a su casa y a su familia, con sueños e ilusiones perdidas que ve pasar sus días sin esperar cambio alguno. Cuando su familia entera se va por cuatro días, ella encuentra la posibilidad de encontrarse un poquito con ella misma. Al parecer Robert Kincaid en su casa, un fotógrafo de Washington, apasionado por su trabajo, conocedor, encantador y lleno de anécdotas, la vida de Francesca se trastorna en favor del amor y las pasiones ocultas, en donde aparece el cambio entre tanta rutina y en donde se asoma el amor que en ese momento no recibía.
Obra meláncolica, sutil parábola del amor maduro, pero jamás cayendo en lugares comunes ni obviedades, fluyendo natural como el río del puente de Madison, este bello y realmente admirable film nos reconcilia con el significado del cine romántico y nos enseña estos cuatro días de puro amor entre estas personas que se necesitaban y que al fin se encontaron en una granja en el medio del Ee.Uu.
El guión es soberbio, una adaptación llena de sentimiento y lirismo, las palabras quedan grabadas y tiene un peso que se siente en cada boca de esos dos enormes intérpretes.
Es aquí Meryl quien se lleva todo el mérito, no sólo porque es la mejor intérprete mundial y una de las pocas que me hace llorar con sólo sus ojos, sino porque le confiere a su Francesca todos los matices y los sentimientos que requería, es una de las mejores interpretaciones de esta insoslayable artista que mantiene un film sin nunca exaltarse ni sobreactuar y con la capacidad de los grandes. El maestro Clint nos enseña nuevamente que es un actor lleno de sensibilidad y que puede ser tanto duro como conmovedor, y no nos olvidemos de trabajo como director, que aquí compone las mejores escenas, como aquella última bajo la lluvia en la que se resume y a la vez se consume el amor de estos dos seres, la sensibilidad a flor de piel de Esatwood se trasluce y nos deja ver que sus films quedarán en el recuerdo y serán grandes clásicos en el futuro.