Y es que a Segura se le nota ya demasiado que actúa. Los chistes se repiten, los cameos se suceden sin ton ni son; la trama argumental, que siempre fue mínima, ahora brilla por su ausencia. Mera anécdota para poner en marcha el agotado engranaje del "amiguete".

Da la sensación de que esta vez todo es demasiado improvisado, demasiado artificial. La suerte que está teniendo su director (y productor) es que desde el punto de visto económico le vuelve a funcionar, tal es la confianza y la simpatía que siente el espectador por el personaje y su creador. Aunque me parece a mí que, analizando la película desde un punto de vista estrictamente cinematográfico (porque aunque no lo crean esto también es "cine", le pese a quien le pese), la saga está ya en sus últimos estertores, víctima de la sobreexplotación de su propia fórmula, esa que tan buenos resultados dio en las dos primeras entregas... Una pena.