Clásico. Adelantado a su tiempo. En una época en la que no estaba tan presente la cultura japonesa en el mundo occidental, "Yakuza" fue una ventana a ese otro planeta, tan particular y distinto, que supone la sociedad nipona. Casi alienígena. Muchos años de bendito aislamiento. Paul Schrader fue el guionista que nos ofreció este acercamiento tremendamente respetuoso, lejos de tópicos y racismos. No en vano este escritor ama a esa cultura; suya fue la película biográfica "Mishima", la historia de uno de los principales escritores japoneses del siglo XX que reflejaba en su obra esa tensión entre tradición y modernidad. El film nos refleja la dualidad entre esta tensión y la convivencia entre tradición y modernidad a los ojos de un extranjero (un gaijin) que vivió la ocupación americana tras la WWII y vuelve unos 20 años después. Mitchum se siente como pez en el agua dentro de esa cultura, asume sus valores como propios, algo que satisface y gusta a sus conocidos japoneses. No es una apisonadora estadounidense. Respeta enormemente a esa milenaria sociedad y recibe reciprocidad a sus sentimientos.

La belleza de la fotografía nocturna, con sus neones, suelo mojado y anuncios, junto a la tradición en forma de pequeños templos aquí y allá en la calle, junto a sus paraguas y ritmo pausado recuerda poderosamente al "Blade Runner " de Ridley Scott. ¿Quizás es demasiada imaginación? No creo, viendo que en 1989 Scott rodó una versión bastarda/homenaje del filme, titulada "Black Rain" con el mismo protagonista japonés, el apabullante Ken Takakura.

"Yakuza" invita a al espectador a explorar junto a Mitchum tal fascinante cultura. Como espectador le acompaña en un camino iniciático de conocimiento y comprensión. La historia es muy sólida, brillante y magníficamente estructurada, con esa minuciosidad oriental. Los personajes representan perfectamente lo que quiere mostrarnos Schrader; tenemos al idiota yankee, a los occidentales curiosos, al antiguo yakuza que vive en un mundo quizás pretérito, a la mujer y a la hija fruto de la mezcla de sociedades y esperanza de un futuro compartido. Pervivencia de la tradición en una sociedad respetuosa con su herencia.

La película es rica en silencios que lo cuentan todo. Los silencios de la mujer y lo que oculta, los de Ken Takakura, causados por su concepción del honor y de la deuda y los silencios de Mitchum; de éste último, el silencio final en el taxi y en la casa de Takakura resultan el culmen de la película y el final lógico del viaje iniciático al que ha sido sometido el protagonista y los espectadores.

Y luego está la acción, reservada al último tercio de película. Lejos de los fuegos artificiales y virguerías fantasiosas que hoy nos encontramos en los filmes con katanas, la larga secuencia de combate es sobria pero emocionante. Y tremendamente realista. Y de nuevo la tradición; un yakuza solo puede morir a espada en manos de otro yakuza.

Maravilloso film. Quizás algo lento para los cánones actuales de escena por segundo, pero ¡que narices! ¡Uno está ya harto de tanta prisa! ¡Disfrutad de lo que Pollack nos ofrece!