En el Expomanga 2008 se notó una predominante moda que todavía sigue dando coletazos otakuteros. Yo me pregunté qué ‘moño’ era ese cuaderno mortífero de color rigurosamente negro. Pensaba que era una nueva moda gótica o emo exportada al mundo anime… pero no, allí se escriban nombres y ocurrían cosas. También un ser demoníaco se asociaba a la serie… Yo, que estoy muy desvinculado desde hace siglos de ese mundo, me preguntaba los entresijos de tantos disfraces horteras y chillones. ¡Les envidiaba! En mi época, sobre todo antes de meterme en mi ataúd, no se hacían esas cosas. Los friquis vivíamos en la absoluta clandestinidad… esperando que un día nublado por un futuro distante pudiésemos sacar nuestros trajes impregnados de friquísimo, cosidos a mano en la nocturnidad de nuestras vidas y lucirlos sin que nos llamasen mariquitas muertos de hambre, meretrices baratas o gilipollas. Años después los otakus llenaron con su colorido las calles y la vida de muchas personas y Lady Gaga y el chonismo completaron el componente mediático y social.
¡Y ahora, para mi desgracia, visto con polos y camisas burberrys sacados del siglo pasado!

Iba a anotar mi nombre en esa revista hasta que un amigo me explicó todo: allí se apunta un nombre y la palma en cuestión de segundos. Esperanzado con acabar con la crisis mundial decidí comprar unas de esas libretas de color negro… pero el merchandising para otakus es tan caro… pero tan caro que tener cibersexo de pago con medio Japón es más económico que comprarse tres posters, dos libretas y la colección en DVD de marras. Seguramente e irónicamente sea para morirte.

Pasó el tiempo y yo tenía hecha mi ‘Death Note’ casera con un cuaderno de los ‘chinos’ negro y escrito con tipex aquello de lo de ‘Death Note’… pero me faltaba un detalle, un importante detalle. ¿¡Qué tenía que hacer con la libreta asesina!? Así que tuve que ver la serie. Arranca muy bien sobre todo porque el cuaderno viene con instrucciones… no como el mío que tenía el tique como único referente en el reverso de la tapa frontal. Cutre-total, vamos.
Pero la serie tiene un problema insondable. Esta muy bien ese juego teen de deducción entre Light y L. De esa prueba moral de una persona inteligente de convertirse en un Dios (para el crimen) llamado Kira. Evitar matar… matando. Podría ceder hacía otros terrenos que poco interesan a su target al otro lado de la pantalla. La serie tiende hacía lo típico-tópico con puntos de inflexión que la hunden en la miseria. Con la inclusión de clichés, como la de típica colegiala tontorrona que no aporta nada al conjunto, lo derrumba… y para colmo se desvía de sus intenciones iniciales con un giro que la derriba en caída libre. ¿Fallida por su descendente y defraudante recta final?

Las buenas ideas, al fin y al cabo, buenas ideas son, ¿no?