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España España · Valencia
Voto de Talladal:
8
Thriller. Intriga. Drama Dos brillantes jóvenes de clase alta cometen un asesinato sin motivo aparente; pero, aunque creen haber realizado un crimen perfecto, lo cierto es que han dejado pistas que los incriminan... (FILMAFFINITY)
20 de abril de 2009
37 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las motivaciones del asesinato, así como este mismo, son un clásico de la temática cinematográfica. De esta, destacaremos el crimen dostoievskiano de “Crimen y castigo”, el delito perpetrado por la creencia en un orden moral alternativo, que naturalmente legitima al asesino a acabar con la vida de la víctima, débil cordero en manos del fuerte verdugo, adalid de la nueva moral. Esta vía intelectual del crimen siempre resulta fascinante para el arte. Nos presenta a personajes pintorescos, recalentados en la alquimia de cierta interpretación espuria de Nietzsche y el subidón de la sangre, sujetos racionalistas en estado de ebullición. Pero que aquí no esperen los espectadores a Rodion Romanovich, ya que deberemos conformarnos con unos inflados universitarios chapuceros de fraternity, niños jugando a ser taimados hombres malos. A esto hay que añadirle la influencia de un psicoanálisis de andar por casa–“Compulsion” se llama la película en los EEUU-, y el contraste ñoño de la moral de los 50 a la denostada justificación del homicidio. Por ello, la primera parte de la película tiene un cierto sabor teenager que disgusta un tanto, si bien el ritmo rápido en la sucesión de los acontecimientos neutraliza estas deficiencias argumentísticas. Se agradece la interesante parte del proceso de descubrimiento de los autores del crimen. La película comienza aquí a hacerse grande. La metáfora de las gafas delatoras recuerdan al famoso cuento de Poe. El sagaz fiscal es el perro viejo que échabamos en falta. La investigación, con su oposición de falsas coartadas y tentativas de acusaciones, conseguido juego de espejos, engancha como esos adictivos puzzles sobre la Justicia que deseamos resolver. Y para rematar, un juicio barroco con un magnético Orson Welles haciendo de abogado de vuelta de todo, cansado paladín de la justicia, defensor del sinsentido de la pena de muerte. Finalmente, se debe encomiar la economía temporal en la exposición de la clásica estructura de “contravención”-“esfuerzo por que se haga justicia”-“orden restaurado y castigo de los culpables”, por lo que en poco más de una hora y media salimos reforzados en nuestra creencia en el “Fiat iustitia, pereat mundus”. Y luego dicen que el arte es inútil. Aunque es ineludible omitir que la película remite a “La soga”, luminosa antecesora, “Impulso criminal” vale por sus propios méritos.
Talladal
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