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España España · Granada
Voto de Kikivall:
5
Comedia. Drama Alain es un respetado hombre de negocios y un brillante orador. En su vida, no hay lugar para el ocio o la familia. Un día, sufre un derrame cerebral que frena su brillante carrera profesional y le causa problemas profundos en el habla y la memoria. En su rehabilitación cuenta con el apoyo de Jeanne, una joven logopeda. A fuerza de trabajo y paciencia, Jeanne y Alain llegarán a conocerse y él intentará reconstruirse y empezar una nueva vida. [+]
9 de marzo de 2019
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
He podido ‘disfrutar’ de una “comedia-drama” descafeinada, amable, como para usar y tirar que, no obstante, sirve para un sábado a la tarde. Sí, prefiero esta película a la cacharrería y el despropósito de la ciencia ficción desmedida y apocalíptica que nos invade en el cine.

Cuenta esta película la historia de un hombre de sesenta y cinco años que vive su vida de alto ejecutivo con una prisa y una intensidad que acaba provocándole un infarto cerebral. A partir de este punto, el hombre puntero, el brillante orador, el diligente Alain Wapler (Fabrice Luchini) se ve afectado en el habla, la orientación o la memoria. Ahora necesitará de una logopeda, del apoyo de su hija y de la compañía de su perro. En tanto, poco a poco se va convirtiendo en alguien muy diferente del que era, alguien que expresa bondad, simpatía y agradecimiento, algo que nunca antes había hecho.

La tercera obra del director Hervé Mimran se puede calificar de correctita, una cinta sin pretensiones que es una llamada al lado bueno del ser humano, esa que anida en todos nosotros y que sólo espera alguna forma de shock, conversión o inesperado encuentro con uno mismo para manifestarse, incluso en personas tan refractarias a ello como el protagonista de la obra.

Conducido por un libreto del propio Mimran y Hélène Fillières (adaptación de las memorias del ex jefe de Peugeot, Christian Streiff, “J’étais un homme pressé” - “Yo era un hombre bajo presión”), la trama discurre por momentos mejores y otros más deslavazados y torpes, o sea, relato sencillo y previsible (melodrama de manual), con alguna leve crítica al mundo vertiginoso del deshumanizado capitalismo, el arribismo, la ambición o el afán de riqueza y de estatus social. Todo ello lleno de gags alguno de los cuales resultan venturosos, en tanto otros son mediocres o sencillamente pedestres. Pero quizá lo más destacable del guión sea la inconsistencia, pues va enlazando momentos y situaciones que no están hilados ni dicen al conjunto del film, por ejemplo, el encuentro de la logopeda con su madre, la trotada a pie del protagonista recién salido de un ictus haciéndose cientos de kilómetros por el camino de Santiago, salvando a un cervatillo (¿Bambi?), etc., etc., sin hablar de la truculenta ama de llaves que se pasa el metraje matando animalitos para comer: pollos, conejos, etc.

La banda sonora de Balmorhea resulta pertinaz y excesiva en un extraño intento por aportar ímpetu y energía a unas escenas de enorme futilidad; eso sí, canciones de Bob Dylan, algo de country o una versión de “Father and Son”, eso me gustó. Buena la fotografía de Jérôme Alméras que recrea las calles y el ambiente parisino.

Sin duda lo que mantiene a flote el film es la interpretación genial de Fabrice Luchini. Luchini es el centro del relato, el que anima al espectador con su excelencia actoral y su manera de llenar pantalla, de moverse ante ella haciendo uso de una técnica y eficiencia, propia de quien se siente seguro en su oficio, de quien domina y controla su repertorio como actor de categoría. Luchini es realmente el artífice que hace olvidar por momentos al respetable el carácter desvaído y plano del film. Le acompañan actrices y actores de medianía que saben hacer funcionar sus personajes de reparto con más oficio que solvencia.

Película con moraleja-moralina buenista, buen-rollista, buena onda, estructura manida y obvia hasta el tuétano que Luchini salva de la asfixia haciéndola incluso entretenida por momentos. Se ve bien y se olvida antes.
Kikivall
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