He aquí un claro ejemplo de lo que pueden hacer los grandes actores, sacar petróleo de cualquier guión, y si ese guión es una historia cercana, familiar y emotiva no hace falta mucho más para conseguir enganchar a cualquier espectador con la mente abierta. Sólo cuando acaba la película te despiertas y te das cuenta que no estabas ahí, de que no es tu familia ni la del vecino, de que es un film tan bien hecho que confunde al subconsciente y te lleva a la deliciosa barrera que divide lo real y lo imaginario, y es que, en este caso, lo imaginario es algo que vivimos todos a diario, la pesada carga de nuestros problemas, nuestros secretos y mentiras que hacen que no nos entendamos con el cuñado, el hermano o los padres, aunque la mayoría de las veces seamos todos, básicamente, buenas personas. Recomendable, como siempre, verla en versión original, aunque sea subtitulada, y es que en este país no tenemos la costumbre de las v.o. y es una pena porque es como echar gaseosa a un gran reserva.