El thriller está en estado comatoso. Ya da igual que provengan de los USA, que los produzca la Eurocorp. (es decir, bodrio al canto) o que salgan de cualquier país que, en un intento por realizar algo destacable, se aferran al último género muerto y resultón, e intentan insuflarle algo de vida. En oriente se les da bien, para qué negarlo, aunque con maestros como Johnnie To, para que no se les de bien, sin embargo, en Europa ya es todo harina de otro costal.

Noruega, como parte de Europa (aunque, por suerte, alejada de la puta Eurocorp.), también pilla. Y es que eso de intentar realizar otro thriller sobre infiltrados -que tan de moda se han puesto, parece-, trazando tan mal la psicología y el carácter del personaje, resulta un tanto complicado. Aquí, el problema no es que intenten esconder las intenciones del protagonista para darle algo de intriga o interés al film, sino que resulta un esbozo tan desganado, que al final uno termina por no saber qué pretende con cada nueva acción, y eso no es nada bueno.

Como mínimo, hay que agradecer que se obvie uno de los grandes males del nuevo thriller, el del giro final, ese giro al que se agarran la gran mayoría de directores como oro en paño, para intentar que el espectador quede sorprendido tras el suspense y posterior invento del guionista para culminar la acción. Del que no se libra, es del dramático, ese que si no eres verdaderamente bueno, no funciona. Y aquí, en efecto, vuelve a no funcionar.

Lo demás, se podría resumir a grandes rasgos en una sucesión de tópicos: Secundarios arquetípicos cuya relación con el protagonista conoces de antemano, momentos sacados de la chistera con tal de otorgar un poco de tensión al asunto, conclusión ideada para dejar en un pedestal al único personaje que podría estar ahí por ser quien es, y un largo etcétera que transforman un producto medianamente entretenido, en algo totalmente desechable cuya conclusión, termina por menguar toda esperanza de hallar algo digno, haciendo que la dignidad se torne olvido puro y duro.