De P. Tinto a Mortadelo y Filemón, y de ahí a Camino, en el que Javier Fesser ha encontrado 6 premios Goya para demostrarnos que no siempre los galardonados son los mejores de cada año. Sobran minutos para enseñarnos lo que todos ya sabemos, o deberíamos saber, sobre el absurdo, cruel, hipócrita e innecesario fanatismo religioso, sea cual sea el apellido que lleve detrás, y sean como sean los actos terroristas derivados de esta absoluta falta de inteligencia y sentido común que trata de llenar de fe a unos cuantos cerebros apagados. Camino nunca mereció morir, sin embargo su madre, al menos en su versión cinematográfica, merece la peor de las torturas allí donde hasta los demonios sufren sin derecho a gritar de dolor. Javier Fesser nos vende una historia basada en hechos reales con tal exceso de dramatismo que hace irreal lo verídico. Lo mejor de la obra es el doble juego entre los sueños artísticos de la niña y el onanismo mental de los altos cargos eclesiásticos.