Jules Dassin, que tuvo que abandonar la industria de Hollywood debido a la caza de brujas, se encontró con este proyecto que gira alrededor del robo de una joyeria por parte de una banda de atracadores. El cerebro de la banda es Tony Le Stephanois (Jean Servais) recién salido de prisión, junto a su colega Jo (Carl Möhner), Mario (Robert Manuel) y César (el propio Dassin). Sin embargo pese a la excelente planificación del robo, las cosas no acaban saliendo tan bien.
50 años después y tras haber visionado un buen puñado de films de atracos, la verdad es que sólo con este argumento sería complicado que cualquiera se intesara por ver esta película en concreto. Pero si la ignorase, cometería un gran error. Porqué? por varias razones.
Por un lado, Dassin nos ofrece un retrato convincente de los bajos fondos franceses. Le Stephanois y los suyos no son más que un grupo de otros tantos, como el que regenta el garito "L'age d'or", en muchas ocasiones al borde del conflicto entre ellos, puesto que no dudan en hacer uso de la fuerza si es necesario. De hecho, la presencia de las fuerzas de la ley es prácticamente testimonial. Otro interesante apunte es el código de honor no escrito entre ellos, habitual en estos ambientes. También es un acierto el retratar a los protagonistas del film en sus momentos, digamos, íntimos, con sus mujeres, sus parejas y acompañantes. Con esto consigue humanizarlos ante el espectador, incluso hacerlos simpáticos (caso de los dos italianos, por ejemplo).
Por otro lado, Dassin demuestra un excelente dominio técnico, y de los elementos de la puesta en escena, consiguiendo transmitir con sus imágenes sin necesidad que los personajes hablen demasiado, utilizando el fuera de campo de forma muy inteligente, evitando mostrar la violencia de forma explícita, pero planificando la escena para que el espectador se sienta violento. La larguísima secuencia de la ejecución del atraco (que ocupa más de media hora de metraje) es ejemplar en este sentido. Los protagonistas apenas mencionan una palabra, actúan en silencio, con profesionalidad y sabiendo lo que tiene que hacer cada uno sin necesidad de dirigirse la palabra. Dassin aguanta el plano, manteniendo la tensión, y además muestra cada fase de forma muy didáctica y con un un excepcional empleo de los tiempos (a base de las rutinas que suceden fuera de la joyería).
Finalmente, Dassin controla de forma magnífica los tiempos del film, su introducción, la planificiación, la ejecución y su desenlace, acelerando el ritmo in crescendo hasta el trágico y al mismo tiempo heroico final. No es complicado encontrar su influencia en otros films posteriores del estilo.