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Voto de Chris Jiménez:
7
Terror. Fantástico En la costa de California se alza el pintoresco centro turístico de Antonio Bay. Mientras sus residentes se preparan para las celebraciones del centenario de la ciudad, la tripulación de un viejo barco aparece brutalmente asesinada. Al mismo tiempo, en el mar, una misteriosa niebla que oculta un mortífero secreto comienza a desplazarse inexorablemente cada noche hacia la costa. Según una leyenda local, estos extraños sucesos están ... [+]
29 de septiembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya es medianoche, un buen momento para contar una historia.
No cualquiera, sino una historia que nos transporta en el tiempo, hacia lugares desconocidos, y sobre hechos trágicos, con la sombra de la muerte y la venganza planeando sobre ellos...

Esta es sin duda una de esas historias que sirven para quitar el frío. Nos la viene a contar John Carpenter, quien tal vez vivía en el momento cumbre de su carrera, pues "La Noche de Halloween", que se ha realizado con un presupuesto ínfimo, está rompiendo récords de taquilla mientras su artífice se dedica a dirigir en televisión, desconectado de todo; Debra Hill es consciente de los beneficios generados y así también el director, quien, ahora para Avco Embassy, puede aspirar a una producción mucho más ambiciosa.
Sí, el de New York va a tener problemas, durante el rodaje, en las localizaciones, incluso después, cuando se dé cuenta de que debe eliminar secuencias y filmar otras nuevas, empleando más dinero en el proceso, que sirve principalmente para plasmar en pantalla la atmósfera adecuada que había imaginado; podemos decir sin temor a equivocarnos que esto lo consigue desde esa primerísima escena en la que un anciano se ha reunido junto a varios niños alrededor de una fogata para transmitirles la historia local en forma de cuento de miedo. Una imagen icónica y cercana, de relato "poeniano".

Carpenter habla por la boca del sr. Machen hacia nosotros, porque su intención es que, a partir de ese instante, nos sintamos como esos pobres niños, medio asustados, medio expectantes, dispuestos a formar parte de un imaginario de ensueño o de pesadilla donde todo es posible. El lugar donde se desarrolla el cuento es Antonio Bay, pueblecito pesquero acogedor, silencioso, absolutamente normal; pero algo se remueve en sus entrañas que demostrará la gran mentira que es eso, algo enterrado durante décadas y que Hal Holbrook, en su rol del párroco Malone, descubre de repente.
Como en uno de esos misteriosos y no tan fiables pueblos de la literatura de Stephen King, aquí todos sus habitantes se verán amenazados por fuerzas extrañas cuyos actos no parecen ser gratuitos como los crímenes de Michael Myers. Carpenter se queda mucho tiempo con estos personajes tras la primera horrible noche, donde ya demuestra su total dominio de las atmósferas, algo que para él significa la más íntima conexión entre la esencia tenebrosa y poética de la imagen y el espectador, sometido a una vibración interior que le impregna de desasosiego, y situándose la suspensión de incredulidad más allá de lo razonable, de cualquier escéptico distanciamiento.

La esencia del miedo procede de ese fenómeno natural del título que poco a poco va cercando al pueblo; tomando de ejemplo a Corman, Ulmer y Hitchcock (la presencia de Janet Leight lo atestigua) y clásicos como "El Pueblo de los Malditos" o "El Ojo" (si bien por su estética su obra recuerda al terror de Bava, Argento y Fulci) el director hace gala de todo su talento para una puesta en escena de gran detalle y poder visual. Los espectros envueltos en una bruma incandescente y que avanza contra el viento, el sonido acuoso de su caminar, las manos de ultratumba sobre los pomos de las puertas, los primeros planos de garfios y machetes prestos a matar y que anteceden a sus letales incursiones.
Y en especial ese plano "hitchcockiano" de una puerta cerrada, agujereada por el arma de uno de los fantasmas; todo esto siempre acompañado por un terrible rumor que parece la sirena de un barco. Nada corresponde a la lógica y es preferible abandonarse al horror...por desgracia también le sucede a los personajes, acartonados bocetos sin carisma, de interacciones frías y cuyas acciones resultan difíciles de entender (para muestra los de Tom Atkins y una flojísima Jamie Lee Curtis); en realidad Adrienne Barbeau es la única que nos transmite una verdadera sensación de desesperación y horror (al estar solo su personaje casi todo el tiempo, aislado allá en el faro).

Personajes que son mero complemento de una trama con más miga de lo que parece, pues Carpenter convierte esta cruzada fantasmal de venganza en un asunto de justicia histórica: el aniversario de fundación del pueblo es en realidad el del deleznable crimen que aquellos fundadores cometieron, quienes se servirían de un botín ajeno y adquirido por medio del asesinato. Así, la venerable tradición de Antonio Bay, como podría ocurrir en cualquier otro pueblo de Norteamérica, está manchada con la sangre de terceras personas, manchada con la mentira y el pecado (máxime cuando uno de los ladrones, abuelo del cura, escondió el oro en la iglesia).
Regresando a su idea de acorralar a unos pocos seres humanos a merced de una amenaza exterior, será este emplazamiento "sagrado" el refugio que el director proponga para los protagonistas, dándonos algunas de las escenas mejor filmadas de la película al optar por la claustrofobia absoluta (aquí no tan efectiva como en "Asalto a la Comisaría del Distrito 13"...). Su control sobre la forma sigue siendo lo más destacado de una obra que apoya en ello toda su razón de ser y atractivo; el ritmo, sobrio y pausado, es el adecuado pues lo que se pretende es hacernos sentir un habitante más del pueblo, expectante a la amenaza sin poder hacer nada al respecto.

El tratado de luces y sombras de Dean Cundey, de pura vena expresionista, hace un matrimonio perfecto con la extraña y minimalista música del propio Carpenter; es muy difícil no verse absorbido en este ambiente de pesadilla "lovecraftiana". Pero quizás esto no fue suficiente para la crítica de la época, que continuaban con su manía de despreciar al cineasta.
Poco importa; la taquilla respondió en consecuencia, y fue una respuesta muy lucrativa, dejando claro una vez más el poder que éste y su estilo de cine ejercían sobre el público. Esta popularidad y aumento de base de fans se explotarían bien para un siguiente esfuerzo, aun más grande: "1.997: Rescate en New York".
Chris Jiménez
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