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España España · bilbao
Voto de ernesto:
8
Drama En la década de los 90, la música electrónica se desarrolla a gran velocidad. En la excitante vida nocturna parisina, el joven Paul da sus primeros pasos como DJ. (FILMAFFINITY)
27 de septiembre de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es bastante lamentable, pero ha llegado el Festival de San Sebastián sin que me haya puesto al día con la filmografía, breve todavía, de la directora francesa Mia Hansen-Love, realizadora que en los últimos años se ha ganado cierto prestigio entre un sector de la crítica festivalera tras su paso por algunas secciones paralelas del Festival de Cannes, o, incluso, de algunos festivales nacionales como los de Valladolid o Gijón. Con su última película, y esperada, película, Eden, Hansen-Love ha llegado a la cita donostiarra generando unas expectativas muy altas entre la crítica, puesto que Eden prometía ser su película más ambiciosa hasta la fecha. Y tal, según leo, vez lo sea.
No puedo contextualizar Eden dentro de lo que, hasta ahora, ha sido su carrera como directora, pero Hansen-Love deja bastante claras sus intenciones a la hora de retratar como ha sido la evolución de toda una generación (la mía, que no la suya) en los últimos veinte años. Una mirada desapasionada a una generación a la que, seguramente, el paso de la juventud a la madurez nos ha pillado mirando hacia otro lado y pensando que eso era algo que nunca nos iba a pasar.
Para ello Mia Hansen-Love se centra en un ambiente muy concreto, el de la música electrónica en el París de los primeros años noventa, y la sigue hasta la actualidad. Supongo que los expertos en el asunto podrán matizar mucho más el contexto musical en el que transcurre la historia, pero aun así es un mundo facilmente reconocible para quienes teníamos dieciocho años por aquella época.
La historia se centra en Paul un jóven DJ, coetáneo de los famosos Daft Punk, que, junto a un amigo, está empezando a introducirse en ese mundo. Y lo consigue. Y triunfa. Buena vida, chicas, drogas, Nueva York. Y pasan los años, pasan las chicas, siguen las drogas, y cambia la música. Y hay que aceptar que el tiempo no pasa en balde, que hay que afrontar nuevos retos, y encarar la vida de otra forma. Y eso no siempre es fácil. Es más, hay veces que es muy difícil.
Mia Hansen-Love refleja todo esto de manera sutil, pero distante, desapasionada como he dicho antes. Solo la música, magistralmente filmada por la directora, hace vibrar la pantalla. Afortunadamente hay mucha música y la pantalla vibra mucho, y nosotros con ella.
No es hasta el final, como en la vida (pienso en esa última escena de Patricia Arquette en Boyhood), que tomamos conciencia de lo que significa el paso del tiempo, y entonces todo adquiere otra dimensión. La melancolía, que no tristeza, se apodera del espectador (o al menos lo hizo conmigo) y es muy difícil no emocionarse con ese último plano de Paul que cierra la película. Y yo me siento un poco Paul en ese momento, aunque nunca haya sido DJ ni nada parecido.
ernesto
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