Hay drogas, sexo, prostitución, armas, sangre, humo y mugre. No le des la espalda a nadie que pueda llevar un arma. No confíes en nadie.

The Seasoning House no es una gran película, pero no pretende serlo. La obra de Paul Hyett nos presenta la trama en el día a día de una casa de putas que se cae a pedazos, en medio de un conflicto en el que no hay héroes. Nos olvidamos de las americanadas de disparos en la cabeza sin sangre y muertes lentas con un discurso ronco y torpe: aquí no se andan con medias tintas.

La cinta rebosa doble moral, engaño y sadismo en un ambiente en el que las prostitutas son, más que nunca, un instrumento de ocio antes que personas. Hay algo de "Hostel" y "28 días después" donde la humedad, la madera que cruje y las grandes casas abandonadas ocupadas por militares cumplen un papel excepcional. El director Paul Hyett ha entrado en el cine de terror con un mazazo sobre la mesa, poniendo a los recursos más sádicos y cínicos del lenguaje más violento del cine de terror al servicio de un mensaje social, sin escatimar en disparos, persecuciones imposibles y enfrentamientos del más puro cine de acción, pero en esta ocasión no aparece Jason Statham, sino una pequeña niña sordomuda con mucho que decir.

He de decir que la película peca en ocasiones de giros dramáticos algo previsibles y poco innovadores, pero eso no le quita fuerza a la historia ni al reflejo de una situación social en la que unos son más que otros, como siempre ha sido y siempre será.