Invictus es una buena película, cuya base es una historia de las que merece la pena conocer.

Pero, como muchos dicen, Invictus, a pesar de estar dirigida con cierta notabilidad y de tener una historia bien narrada y escrita, huele un poco a telefilme. La historia no es sólo buena, sino que es, además, demasiado amable y simple, a lo que no ayuda en absoluto la dirección de Eastwood: notable en algunos aspectos, sí, pero del todo impersonal, por completo desprovista, al contrario de lo que es habitual en el realizador, de algún momento cargado de verdadera fuerza cinematográfica.

Además, el director, incluye en Invictus momentos de exceso moñístico: vale que sea bonito ver a jugadores de rugby blancos enseñar a niños negros, muy delgaditos pero siempre sonrientes, a jugar, pero tampoco hace falta recrearse en ello con la inestimable ayuda de una banda sonora que va directa al lacrimal.

Vale que sea emocionante ganar la copa del mundo, pero tampoco hace falta abusar del recurso de la cámara lenta, acertado durante los minutos finales del partido, pero pasado de rosca durante lo que sigue (que no es poco).

Pues eso. Ah, y que a Damon lo ningunean durante la primera mitad del filme.

En resumen: una buena e interesante historia, teñida de amabilidad un poco de más, bien dirigida y contada, pero que no ofrece todo, ni mucho menos, de lo que se puede esperar del que no pocos califican como el mejor director vivo.

Bueno, por supuesto, gran actuación de Freeman. Hasta ahora no me había fijado en que tiene entre boca y nariz una pista de aterrizaje.