La película, un festival de colores y sonidos exóticos, nos transporta a los Andes, centrándose en la figura de Cuzco, excéntrico exótico emperador, que de gracioso se pasa, llegando en ciertos momentos a ser algo ridículo, aunque su cualidad más importante es el egocentrismo y su propio bienestar.

Así Disney nos acerca una vez más a lo desconocido, a un nuevo mundo, a través de la figura de un Emperador que evolucionará para bien del público infantil, enseñándonos valores morales tradicionales a la vez que intenta sacar carcajadas.

Los infantes pueden ser que la agradezcan, pero los más creciditos no tanto, ya qué que la locura del emperador, demuestra que incluso un personaje perturbado y esquizofrénico puede ser el personaje principal, llegando a hacerse pesado y cargante.

En fin, no iba a ser todo oro lo que reluzca.