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España España · C/ Mía, nº 3, 1º A
Voto de Dromedario:
9
Western Ransom Stoddard (James Stewart), anciano senador del Congreso de los Estados Unidos, explica a un periodista por qué ha viajado con su mujer (Vera Miles) para asistir al funeral de su viejo amigo Tom Doniphon (John Wayne). La historia empieza muchos años antes, cuando Ransom era un joven abogado del este que se dirigía en diligencia a Shinbone, un pequeño pueblo del Oeste, para ejercer la abogacía e imponer la ley. Poco antes de llegar, ... [+]
21 de agosto de 2015
29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
1. Títulos de crédito iniciales

En cuanto pude –con la debida autorización paterna– dejé de realizar los viajes diarios veraniegos a casa de mis abuelos y me independicé matutinamente de mis hermanos. Privilegios de ser el mayor.

Esa época temprana, con los padres en el trabajo y los colegios de vacaciones, la recuerdo con constantes discusiones y escasa sintonía. Sobre todo con mi abuelo, que se exaltaba y gruñía con suma rapidez ante mis protestas de crío.

Superados los dieciocho, estudiando fuera, retomé las visitas. A la hora de comer, numerosos viernes, un plato –ay, esa sopa de ajo– me esperaba en la mesa. Ya, a estas alturas, y con mi carácter más templado, la relación con ambos era otra. Pero al hombre detrás de mi abuelo lo conocí más tarde, si es que eso llegó a suceder.



2. Circus world. Breve anécdota de juventud

Son los sesenta. El rodaje de «El fabuloso mundo del circo» llega a Toledo. En una casa de huéspedes, regentada por la mujer de un hortelano, se hospedan varios capataces de obra que trabajan en la película. Uno de ellos le ofrece a aquél incorporarse al equipo como ayudante de albañilería.

De esta manera, el hortelano, con el séptimo arte como protagonista, cambiará definitivamente de profesión.



3. Inflexión en fin de semana

En años posteriores su pasión por el cine nos acercó. Y con el tiempo, casi sin querer, me convertí en su programador y proyeccionista los sábados y domingos.



4. El Nuevo Oeste. Breve anécdota de senectud

Tarde de otoño. Tres generaciones frente al televisor. El nieto desenfunda «El hombre que mató a Liberty Valance» de su estuche de DVDs. Play. Sorprende que el abuelo, siendo incapaz de retener nombres de directores o actores, salvo el de John Wayne, Errol Flynn y alguno más, reconozca ciertas películas y secuencias que había visto cuarenta o cincuenta años atrás y no advierta otras con las que se ha cruzado recientemente. “El ataúd”, “El robo y el carruaje”, “Ahora pasa tal, que me acuerdo yo”. La madre pide en reiteradas ocasiones que, por favor, no se adelante. Obvia la petición porque sigue como hipnotizado. “A éste le disparan”, “El fuego”, “Esos dos acaban juntos”. El abuelo, que no suele pronunciarse sobre la calidad o la falta de ella, da su veredicto al finalizar: “Cojonuda”.



5. Última bala

Su gusto –fácil de contentar con todo tipo de western, film de acción o aventuras sin una trama complicada o enrevesada– me hizo ponerle, en un principio, cualquier película o serie que cumpliera los requisitos. Hasta que comencé a sentarme a visionarlas también. Así revisé y descubrí grandes clásicos. Él, a pesar de haber visto gran cantidad de ellos, mantenía esa ingenuidad propia de los niños, ésa que impide diferenciar al héroe espadachín por llevar antifaz o la que se asombra ante un desarrollo previsible.

Fueron esos momentos, con la pantalla brillando y las pistolas silbando, donde hubo mejor entendimiento entre los dos.

La última que grabé para sustituir a la siesta: «Licencia para matar» de Clint Eastwood. No hubo oportunidad. Aunque seguramente ya la habría visto. Y olvidado. Como tantas.
Dromedario
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