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España España · C/ Mía, nº 3, 1º A
Voto de Dromedario:
1
Romance. Drama En Barcelona, dos jóvenes que pertenecen a mundos opuestos se conocen. Ella, la dulce Babi (María Valverde), es una chica de clase alta que vive en un entorno tan protegido como poco excitante. Él, Hugo (Mario Casas), conocido como el duro "H", es un chico impulsivo e irresponsable, aficionado a las peleas y a las carreras ilegales de motos. Esta es la crónica de un amor inicialmente imposible que arrastrará a ambos a un frenético viaje ... [+]
21 de agosto de 2015
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué bonita es la amistad. A veces. Y qué ganas de romperla cuando te aseguran que “Drome, vamos a ver «3 metros sobre el cielo». Te gustará”. Algo así. No recuerdo las palabras exactas, intento olvidarlas. Aclaro en este punto, por si hay dudas entre las quinceañeras que frecuentan los textos de esta película, que mi nombre verdadero no es ‘Dromedario’, sólo un apodo, como el de Mario Casas aquí. Que se hace llamar H. No “hache”, sino “H”. La pronunciación parece la misma. Y la es. Aunque esto nos da igual porque a Mario Casas no se le entiende cuando lo dice.

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El nivel estaba alto, pero la siguiente escena fue la que más me indignó.

Minuto 47:20, aproximadamente.

Discotecote. La cámara barre la pista de baile y se dirige al macho (Mario Casas, obviamente), quien se encuentra en el piso superior, apoyado en la barandilla, observando el gentío, fumando, ajeno a la fiesta. En definitiva: un tipo que mola.

Se acerca una chica disfrazada de test de Rorschach para pedirle fuego. Se lo da, pero como en esos momentos no le interesa sexualmente le espeta: “Ya te llamo, ¿vale?”. Ella, mosqueada, se marcha. Él da otra calada y vuelve la mirada a la multitud danzante. Cómo molas, colegui.

[Sorprende, en esta breve charla que mantienen, la distancia a la que hablan los dos interlocutores anteriores. Con semejante ruido de fondo parece razonable que la conversación se tenga que realizar a gritos y acercándose a la oreja del otro para ser entendido. A veces incluso ni así. Lo digo por experiencia. En ocasiones (cuando escribo “en ocasiones” quiero decir “con mucha frecuencia”), me he acercado a mujeres en este tipo de locales y les he chillado a dos milímetros de distancia: “¡Esta noche dormiré solo si no lo impides, baby tigresa!”; no me han escuchado por el ruido y se han ido sin responder. Pero esto es otro tema. No nos desviemos, por favor]

Nuevo plano: entra María Valverde en la disco buscando entre toa’ la peñita a su Adonis poligonero. Y atención a lo que viene a continuación: 1) Se acerca a la barra, 2) ¡No hace cola!, 3) Pide un vodka con piña, 4) ¡Se lo sirven en cinco segundos!, 5) No paga la copa, 6) Le da un sorbo y 7) ¡Se marcha abandonándola en la barra!

Llegados a este punto de maldad me levanté colérico, golpeé la mesa y grité: “¡Pero qué tipo de broma macabra es ésta! ¡Dejad de jugar con los sentimientos de la gente! ¡Que la copa vale como mínimo 8 euros, llévatela, pija de Carabanchel!”.

Y encima, para terminar, se pone a bailar con Mario Casas –que al verla se ha ido directo hacia ella– y liga sin ir borracha. Alucinante. ¿Es éste el ejemplo que queremos para los niños, que sin alcohol es posible encontrar a tu media naranja? Culpa de la LOGSE.

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No, no, gracias a ti, Bea, por ponerme la película.
Dromedario
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