La cosecha del cine español de 2.008 es inenarrablemente mala. Supongo que la gente de nuestro cine seguirá lamiendose las heridas como siempre y quejándose amargamente del imperialismo yanqui en vez de intentar aprender algo de ellos. Que "Camino" haya arrasado en los Goya es una prueba más de lo que digo.

No obstante, Javier Fesser es un tío que me cae bien. Tiene estilo propio, mucha imaginación, se las arregla para conseguir presupuestos holgados que le den una buena factura a sus películas y para su salto al drama había escogido un tema tan jugoso como el de una familia opusiana.

Durante mucho metraje la historia tiene fuerza, muchísimas emociones, interpretaciones de altura y una crítica relativamente sútil y eficaz contra esos tenebrosos adoctrinadores de conciencias. Pero cuando lleva más o menos una hora de metraje se convierte en un maratoniano y agotador climax dramático que no cesa. Al principio es efectivo y andas con tu nudo en la garganta, pero llega un punto en el que te imaginas a Fesser detrás de la cámara gritándote: "¡Llora, llora, llora!".

Las ensoñaciones de la protagonista le dan un punto de variedad visual muy interesante y propia de su autor, pero a veces se pasa un poquito. Y lo que ya no me gusta nada es como subraya todo con una música que a veces no pega nada.