Creía que no, pero sus más de tres horas de duración me han pasado factura al final. Una película que se queda en el camino de calificarse como épica en la que se sucede todo en general de manera pausada y metiendo mucha paja de por medio. Y es que poniéndonos objetivos, hasta que James Dean hereda la parcela en la que luego encontraría ese petróleo que le haría tan rico como desdichado (sacado de la sinopsis), apenas sucede nada, sólo las insulsas desavenencias entre Elizabeth Taylor y su marido.

Se agradece que la historia pise el acelerador cuando los hijos van creciendo y definiendo lo que quieren ser de mayores (grande Dennis Hopper, el cual me costó reconocer). Además aquí, una vez que Dean es un magnate del oro negro, se profundiza mucho más en su personaje. Ahora podemos ver cómo le corrompe el amor imposible de Elizabeth Taylor (guapísima) y sus enfrentamientos financieros con el marido de ésta. La segunda parte de la película gana interés a la vez que se aprecia el cambio físico y de actitud de los protagonistas. Eso sí, ya muy al final las tres horas hacen algo de daño y todas las conversaciones me parecieron banales y especialmente cansinas.

Lo mejor sin duda son las interpretaciones, destacando por encima de todas a Rock Hudson, aunque el final sea no menos que ridículo en el empeño del director por tocar de nuevo el tema del racismo. Que no estaba de más el tema, así como el machismo hacia Taylor, pero la película acaba con mal sabor de boca además de que para eso, uno ya está algo cansado después de tres horas. En fin, un seis es lo justo teniendo en cuenta el despliegue técnico, destacando así la enorme fotografía de las llanuras de Texas con sus caballos al galope entre pozos petrolíferos.